viernes, 15 de febrero de 2008

Volumen II - Capítulo I

Capítulo I
El Bote Secreto
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Louise estaba recostada sobre su cama. Soñaba que había regresado a su hogar, el lugar donde había nacido, a tres días de carruaje desde la Academia Tristain.
En su sueño, la pequeña Louise estaba corriendo libremente cerca de la casa, eventualmente comparada con sus hermanas, quienes obtenían mejores resultados que ella.
-¡Louise! ¿Dónde estás? Sal ahora mismo- gritó su mamá. En su sueño, Louise estaba siendo regañada por sus resultados tan bajos en sus estudios de magia. Constantemente era comparada con sus hermanas, porque tenían mejores resultados que ella.
Louise vio un par de zapatos junto a los arbustos.
-¡La Srta. Louise es muy mala con la magia!
-Estoy de acuerdo. ¿Por qué no puede ser como sus hermanas mayores, que tan bien se les da la magia?
Louise, al oír esto, se sintió triste y abatida, y se mordió los labios. Los sirvientes habían empezado a buscarla entre la vegetación. Louise hizo su mejor esfuerzo por escapar. Retrocedió hasta el lugar que ella llamaba ‘El Jardín Secreto’, el lago central.
El Jardín Secreto era el único lugar en el que Louise se sentía a gusto. Era tranquilo, si nadie más alrededor. Las flores brotaban por todos lados y los pájaros se juntaban en las bancas junto al lago. Y en el centro del lago, había una pequeña isla, donde una pequeña casita de mármol blanco descansaba.
Junto a la isla, había un pequeño bote, inicialmente usado para los ratos libres y ahora sólo abandonado y olvidado. Sus hermanas mayores habían crecido, y estaban ocupadas estudiando magia. Su padre, quien se había retirado de las labores militares, ahora pasaba el su tiempo reuniéndose con los nobles que vivían cerca. Su único pasatiempo era la caza. Su madre sólo se interesaba en enseñarles a sus hijas, no le importaba nada más.
Por estas razones, ya nadie iba más al olvidado lago, a excepción de Louise, y mucho menos recordaba el pequeño bote. Por eso cada vez que Louise era regañada, acudía a ese lugar.
En el sueño de Louise, su versión más joven saltaba dentro del bote y se acurrucaba en una sábana que había estado ahí.
Mientras se escondía bajo la sábana, un noble vestido con una capa apareció de la neblinosa isla.
El noble tenía como dieciséis años. En el sueño de Louise, ella sólo tenía seis. Había una diferencia de diez años entre ellos.
-¿Has estado llorando, Louise?- no se le podía ver el rostro porque estaba cubierto con un inmenso sombrero.
Pero Louise sabía exactamente quién era él: él era el Vizconde, el noble que acababa de heredar las tierras alrededor de su hogar. Louise se sintió avergonzada y confusa; el Vizconde era el hombre de sus sueños. Habían estado juntos en banquetes y, además, sus padres ya habían arreglado su compromiso.
-¿Eres tú, Vizconde?
Louise se cubrió la cara inconscientemente. No quería que el hombre de sus sueños la vea llorar. Sería embarazoso.
-Fui invitado por tu padre hoy para ver lo del compromiso.
Oyendo esto, Louise estaba incluso más avergonzada hasta el punto de que no quería ni alzar la cabeza.
-¿En serio? Pero eso no será posible, Vizconde.
-Louise, mi pequeña y delicada Louise, ¿acaso te disgusto?- preguntó el Vizconde en broma.
Louise negó con la cabeza y dijo avergonzada:
-No, no es eso. Eso sólo que soy muy joven y no estoy preparada…
El rostro que se ocultaba bajo el sombrero reveló una sonrisa y le tendió una mano a Louise.
-Vizconde…
-Señorita, por favor, coja mi mano. Rápido, el banquete está a punto de empezar.
-Pero…
-¿Has sido regañada de nuevo? No te preocupes. Hablaré con tu padre- dijo el Vizconde.
Louise asintió. Se incorporó y se dispuso a coger la mano del Vizconde, unas manos grandes. ¿No eran esas las manos que siempre había soñado coger?
Justo en el momento que iba a tocar las manos del Vizconde, un repentino tornado de viento hizo volar el sombrero de la cabeza del Vizconde.
-¿Eh?- Louise lo miró, perpleja. Porque era un sueño, Louise había regresado a sus dieciséis años actuales-. ¿Qué… Qué estás haciendo?
La persona que se ocultaba bajo el sombrero no era el Vizconde, sino Saito, su familiar.
-Louise, ven rápido.
-No es el caso que vaya o no. ¿Por qué estás aquí?
-No seas tan cerrada. ¿Aún no te mueres por mí?- replicó Saito, vestido insolentemente con las ropas del Vizconde.
Uno tendría que imaginar de dónde había obtenido tanta auto confianza.
-¡No seas estúpido! ¡Sólo estaba un poco confusa esa vez! ¡Mejor deja de estar soñando!
-Deja de inventar excusas, mi Louise.
-¿A quién llamas ‘tu Louise’?
Saito pretendía no escucharla en lo más mínimo y, al contrario, se acercó más a Louise.
-¿Qué estás tratando de hacer, idiota?
Ignorando sus quejidos, Saito procedió a coger a Louise, que estaba en el bote, entre sus brazos.
-¿Por qué eres tú?- preguntó Louise, frustrada, pegándole a Saito.
Pero Saito no se molestó para nada. Al contrario, so sonrisa se ensanchó. Esto hizo que Louise se pusiera roja de la vergüenza. No sabía exactamente cuál era la razón, pero se sentía bien entre los brazos de Saito.
Y Louise se puso más ansiosa.

***

Saito abrió los ojos lentamente, recostado en su cama. Las lunas gemelas estaban llenas y brillaban sobre la habitación, iluminándola. Louise, dormida en su cama, gimió como si tuviese una pesadilla.
Saito rezó para que ella continuara durmiendo. Silenciosamente, se levantó y se acercó sigilosamente a la dormida Louise.
-¡Sh!- Saito se volvió y puso su dedo índice en sus labios.
-¿No quieres que hable? ¿Por qué?
-¡Sh!- Saito sacudió la cabeza y nuevamente se llevó el dedo a cruzar la boca. Miró a su compañero, Derflinger, con molestia.
-No te perdonaré por darme un rincón frío. Mi compañero se levanta en el medio de la noche sin darme ninguna razón. ¡Eso me molesta y me deprime!
Después de decir esto, Derflinger se movió y sacudió su cuerpo, muy molesto. ¡Qué espada tan difícil!.
Despertada por el sonido de la espada, Louise se desperezó y abrió los ojos. El corazón de Saito dejó de latir. Sentándose, Louise comenzó a regañar a Saito.
-¡No seas tan inútil! Mejor has algo de limpieza. ¿No ves el polvo por todos sitios? No me digas que ya lo has hecho, torpe. ¡Eres un tonto!
El cuerpo de Saito estaba congelado, como si le hubiesen lanzado un ‘Hechizo de Endurecimiento’. Pero luego de que Louise terminó de regañarlo, se volvió a acostar. Aparentemente, estaba hablando en sueños. Incluso en sueños, Louise le ordenaba a Saito.
Saito se sintió aliviado y entristecido a la vez.
Derflinger, que había estado mirando a Saito todo el tiempo, dio un suspiro de resignación.
-¿Habla en sueños, eh? Pero no parece que eso sea música para tus oídos, Saito.
Saito miró molesto a Derflinger, que casi había arruinado su plan. Rápidamente caminó hacia él y le dijo:
-Mejor te callas, idiota.
-¡Esto es el colmo! ¡No te lo perdonaré! ¡Si mi compañero quiere que me quede en silencio, entonces me quedaré en silencio! Pero por despertarme a medianoche y ser tan grosero por eso, definitivamente sufrirás retribuciones, incluso si me explicas tus razones ahora.
La curiosidad de Derflinger tiene la misma medida que la de su compañero. Pareciera que quiere saber a toda costa por qué Saito se despertó en mitad de la noche.
Saito suspiró y señaló a la durmiente Louise con un dedo.
-¿Qué pasa con la hija del Noble?
-¿Qué crees, compañero?- Saito usó sus manos para hacer la forma de un corazón.
-¿Qué significa eso?
-Quiere decir ‘amor’.
-¿Le gustas a esa chica?
-Sí.
-¿Cómo lo sabes?
Saito se levantó y bailó solo sin hacer ruido.
-Ah… ¿te refieres al baile?
-Tú viste a la cara de Louise cuando bailábamos, ¿no?
-Sí, la vi.
-Estaba tan roja…- dijo Saito, en las nubes.
-Sí, estaba muy roja.
-Parecía que quería cogerme las manos y no dejarlas ir.
-¿Estás seguro?
-Derf, sólo eres un pedazo de metal. Jamás entenderás el corazón de una chica. Si una chica mira a un chico de esa manera, indirectamente le está diciendo que le gusta- dijo Saito, pegándole a la espada.
-Cierto, sólo soy una espada, y no entiendo las relaciones interpersonales para nada. Pero ahora que lo mencionas, compañero, puede ser cierto.
Saito asintió alegremente.
-¡En verdad eres sensible, Derflinger!- dijo.
-Entonces, mi buen compañero, como estás tan seguro de que le gustas, ¿la irás a hacer tu enamorada?
-¡Sí! Estoy seguro que le gusto. ¡Y sí me gustaría hacerla mi enamorada!
-Eso es imposible. He estado por ahí durante mucho tiempo y ésta es la primera vez que oigo de un familiar manteniendo una relación con su amo. ¡Eres increíble!
-Oh… eso se siente bien. Vamos, dime más.
-¡Mi amigo, eres fantástico!
Saito se paró y preguntó alardeante:
-Derf, ¿quién es el hombre más apuesto en todo el mundo?
-Por supuesto que eres tú, compañero.
-¿Quién es la persona sin magia más grande de este mundo?
-Por supuesto que eres tú, compañero.
Los elogios iban directamente a la cabeza de Saito. Se sentía como si todo el mundo le sonriese. Uno tendría que preguntarse si no tenía problema con su IQ.
-Louise es verdaderamente afortunada de que me guste. El grande y apuesto yo.
-Si esa chica altanera está enamorada de ti, ¿por qué tiene que regañarte incluso cuando está dormida?
Derflinger quería continuar dando su opinión, pero Saito lo calló:
-Louise es realmente muy terca. Ella no va a descubrir su corazón así de fácil.
-¿Es así?
-Si me acerco a ella y se lo digo, ella me respondería ‘¿Qué estás diciendo, familiar estúpido?’.
-Como lo dices, ¿estás seguro de conocerla bien, compañero?
-¡Por supuesto! Aunque ella siempre lo esté negando, en realidad quiere desesperadamente que la conquiste. Ya está profundamente enamorada de mí, pero Louise es muy cabezadura. No me dirá que le gusto por su orgullo.
-Compañero, debes ser un genio para haber deducido eso.
-Entonces, ahora, yo representaré al planeta Tierra y haré mío éste bishōjo [1] de Halkeginia. ¿Entiendes, no, Derf? ¿Por eso, podrías hacerme un favor y quedarte callado?
Derflinger agitó su cuerpo en señal de acuerdo.
-Si ése es el caso, me quedaré en silencio entonces.
Saito le agradeció a Derflinger y una vez más se acercó a Louise.
Louise aún dormía profundamente. No importaba de qué ángulo se le mirase a la dormida Louise, siempre se veía tan hermosa como siempre. Saito tomó un respiro profundo; la habitación estaba lleno con una fragancia agradable.
Temblando ligeramente, Saito levantó la sábana de Louise.La luz de las lunas iluminó a Louise, quien llevaba puesto un camisón. A pesar de que Louise llevaba eso puesto, uno podrías sentir su piel suave y fina a través de él. Aunque poco, se notaba que sus senos habían crecido. A Louise no le gustaba usar ropa interior cuando dormía. Saito sabía esto muy bien, ya que era él quien preparaba su ropa interior todas las mañanas.



Saito estaba tan emocionado que las lágrimas casi se escapan de sus ojos. De ahora en adelante, la pequeña y linda chica finalmente será mía, pensó para sí mismo. Había estado esperando este momento por una semana, desde el baile. Sobándose las manos, Saito se aproximó más.
-Itadakimasu [2]- dijo.
Y se metió bajo la sábana de Louise.
-Ah, Louise, Louise, tú piel es tan fina y suave… Jaja, Saito, torpe…
Saito no sabía porqué él mismo se llamaba torpe, pero, no obstante, se volvía más y más excitado.
Abrazó a Louise sin pensarlo dos veces y la besó en la mejilla. Louise no parecía que iba a despertarse pronto; no se despertaba por cualquier sonido.
-Louise, mi querida Louise, tu cara; tienes la cara más linda del mundo…
Entonces, justo cuando Saito estaba a punto de levantar el camisón de Louise, ella se despertó.
Saito se quedó en shock inicialmente, pero se recuperó en un segundo y abrazó a Louise fuertemente.
-¿Q-Qué estás haciendo?
Louise se dio cuenta inmediatamente de lo que estaba pasando y se esforzó para liberarse de los brazos de Saito.
-¿No puedes quedarte quieta?
-¿Por… Por qué me estás abrazando?
-¿Qué estás diciendo? Pensé que te gustaba- Saito miró fijamente a Louise, frustrado.
Louise se sintió furiosa y dejó de forcejear.
-¿Qué?
Saito puso sus manos sobre los hombros de Louise.
-¿No estás enamorada de mí?- preguntó.
-¿Q-Qué estupideces estás diciendo?
-Está bien, Louise. Sé cómo te sientes. Yo soy el que mejor te entiende. No te pongas nerviosa; sólo relájate.
Lentamente, Saito acercó sus labios hacia Louise. El rostro de Louise se volvió más y más pálido.
¿Yo? ¿Enamorada de ti?
Louise recordó entonces su sueño. Saito se estaba comportando igual que en su sueño, hablándole en esa forma tan atrevida. Gracias a eso, entre más miraba a Saito, más furiosa se ponía. Ambos, el Saito de su sueño y el Saito de verdad, la pusieron furiosa, muy furiosa. Podría decirse que era pura ira.
Louise temblaba de rabia, pero Saito pensó que se trataba de timidez, por la inexperiencia de Louise.
-¿Aún estás nerviosa? Ésta también es mi primera vez. Relájate mientras me quito los pantalones…
Louise sintió las manos de Saito en su cintura…
Tan rápido como las salamandras de fuego cogen sus presas, Louise movió su pierna derecha hacia arriba y le dio a Saito entre las piernas.
-¡Argh!
Saito sintió inmediatamente su espina dorsal llevar el espantoso dolor desde su ingle hasta su cerebro. Incapaz de soportar el dolor, empezó a echar espuma por la boca y rodó fuera de la cama de Louise. Louise se levantó y cogió el látigo para caballos que estaba puesto cerca de su cama.
Viendo el látigo, Saito trató de escapar, pero Louise ya había puesto un pie sobre su cabeza, con el látigo en la mano.
-¿Qué quisiste hacerme hace rato?
Saito, aún sin recuperarse del dolor, trató de hablar:
-¿Acaso no éramos amantes susurrándose cosas dulces al oído hace rato?
-¡Eso es simplemente lo que tu querías!- replicó Louise, aplicando más presión a la cabeza de Saito.
-¿Quiere decir que estoy equivocado? ¿No te gusto?
-¿A quién le gusta quién?
-Bueno, ¿no le gusto, Srta. Louise?
-Por favor, dame la razón que te hizo creer eso. Pero será mejor que lo hagas en una manera fácil de comprender, de lo contrario no soy capaz de decir qué te va a pasar…
-Bien, durante el Baile, tú me mirabas, a tu familiar, con esos ojos de desamor.
-¿Así que es por eso que pensaste que me gustabas y te colaste en mi cama?- replicó Louise, su cara poniéndose roja.
-Así es, Srta. Louise. ¿Está su humilde familiar realmente equivocado?
-¡Definitivamente estás equivocado! Jamás he oído de un familiar que se cola en la cama de su amo.
-Me acordaré de eso para la próxima vez.
-No habrá una próxima vez- dijo Louise en un tono que parecía de pena, dando un suspiro.
-¡Ama, mire! ¡Mire! ¡Las lunas gemelas están brillando tan bellamente hoy!- dijo Saito, desesperado.
-De todas formas, ya es tarde…- dijo Louise en una voz llena de rabia.Bajo la luz de las lunas gemelas, los gritos de Saito podían ser oídos a muchas millas de distancia.

***

Al mismo tiempo que Saito era terriblemente castigado, Fouquet miraba ociosamente el techo en un lugar muy lejano a la Academia, la Prisión Genoa en la Ciudad de Tristain. Ella era la maga de tierra tipo triángulo que había sido aprehendida por Saito y compañía dos días atrás por el hurto del Báculo de la Destrucción. Comiera famosa por haber robado tesoros muy valiosos de los nobles, fue puesta en la Prisión Genoa, la prisión de máxima seguridad localizada en la Ciudad de Tristain.
Sería llevada ante la corte la siguiente semana. Como había causado un gran daño entre los nobles de la ciudad, probablemente sería o puesta en exilio o sentenciada a muerte. De cualquier forma, no estaría nunca más en Tristain. Al principio, pensó en escapar, pero pronto abandonó esa idea.
Dentro de su celda, no había nada excepto una cama de mal aspecto y una mesa hecha de madera. Incluso los palitos que usaba eran de madera. Las cosas serían muy diferentes sin hubiese algo de metal… Como una cuchara.
A pesar de que quería convertir las paredes de la prisión y las barras de hierro en tierra usando la alquimia, no sería posible, porque le habían confiscado la varita. Los magos no pueden hacer nada si no tienen su varita. Además, las paredes y los barrotes de las prisiones estaban especialmente encantadas para resistir la magia, así que ni usando la alquimia iba a poder escapar.
-En verdad no tienen ninguna consideración encerrando así a una frágil dama como yo- se quejó Fouquet. Luego se acordó del joven que la había capturado-. Ese chico es muy fuerte. No puedo creer que sea un humano ordinario. ¿Quién es ese chico?
Pero eso ya no me concierne, pensó.
-Hora de dormir…- Fouquet cerró los ojos y se recostó. Pero tan pronto como había cerrado los ojos, los volvió a abrir.
Fouquet oyó a alguien caminando por la mazmorra donde reencontraba prisionera. Era un sonido peculiar, como de espuelas. Dedujo que no se trataba de un guardia, porque ellos no usaban espuelas en sus botas. Rápidamente, Fouquet se paró.
Apareció una persona vestida con una capa junto a la celda. No se le podía ver el rostro porque estaba cubierto por una máscara blanca. Pero se notaba una varita larga entre los pliegues de la capa. Era un mago.
-¡Estoy sorprendida de tener un visitante en mitad de la noche!- dijo Fouquet en tono desdeñoso.
El hombre de la máscara blanca no dijo nada. Simplemente miró a Fouquet fríamente.
Fouquet sabía que ese hombre había sido contratado para matarla. Algunos de los nobles a los que había robado debieron de haber pensado que sentenciarla en corte era muy problemático y habían decidido contratar un asesino para matarla. Probablemente muchos de los objetos que robó a la familia imperial eran también bienes robados, y para que no se supiese la verdad, los imperiales habían decidido silenciarla.
-Bien, como puedes ver, éste no parece ser el lugar apropiado para recibir a alguien, y creo que no has venido por una taza de té, ¿me equivoco?- dijo Fouquet.
Aún sin mi varita, no me rendiré tan fácilmente sin una pelea, pensó. No soy únicamente versada en magia; también soy muy buena en combate cuerpo a cuerpo. Pero si decide usar magia, no podré detenerlo. Tendré que hacer que entre de alguna manera a mi celda…
-¿Eres tú Fouquet la Tierra Desmoronadora?- preguntó entonces el hombre con la capa. Su voz sonaba fuerte y jovial.
-No sé quién me ha dado ese apodo, pero sí, yo soy Fouquet la Tierra Desmoronadora.
El hombre de la capa alzó ambas manos, diciéndole que no tenía ninguna intención hostil contra ella.
-Tengo algo que me gustaría contarte.
-¿Qué es?- preguntó Fouquet en un tono más bien de sorpresa-. No me digas que vas a salir a hablar en mi defensa. Qué locura.
-Estaría encantado de hablar en su defensa, mi querida Mathilda de Saschen-Gotha.
El rostro de Fouquet se tornó pálido.
-Había olvidado ese nombre. O mejor dicho, me obligaron a olvidar. No debería haber nadie en este mundo que sepa ese nombre… ¿Quién eres, exactamente?
El hombre no respondió, sino que preguntó:
-Matilda, ¿quiere volver a servir a Albión?
-¡Eso es imposible!- dijo Fouquet, helada-. ¡Nunca serviré a los que asesinaron a mi padre y anexaron mi hogar!
-No te equivoques. Nadie te está pidiendo que sirvas a la Familia Real de Albión. Ellos van a ser derrocados pronto.
-¿A qué te refieres?
-Hay una revolución. Nosotros vamos a derrocar a la débil e impotente Familia Imperial. Y los que los derroquen deben ser nobles capaces como nosotros.
-¿Pero no eres parte de la nobleza de Tristain? ¿Qué tiene que ver la revolución en Albión contigo?
-Somos un consorcio de nobles sin frontera preocupados por el futuro de Halkeginia. Queremos unificar a Halkeginia y recuperar la Tierra Santa en la que el Fundador Brimir nos puso.
-Por favor, deja de hablar tonterías- dijo Fouquet con una sonrisita-. Si ése es el caso, ¿porqué es que ese consorcio tuyo de nobles sin frontera me necesita? Sólo soy una prisionera…
-Necesitamos más que nunca magos habilidosos. ¿Nos brindarás tu ayuda, Fouquet la Tierra Desmoronadora?
-Para ya de soñar…- dijo Fouquet moviendo las manos.
-¿Quieres unificar Halkeginia? El Reino de Tristain, Germania, Albión y Gallia, más un número pequeño de reinos que constantemente luchan entre ellos. ¡Unirlos sería un sueño hecho realidad!
-Hmmm… Recuperar la Tierra Santa… ¿Cómo van a pelear contra los poderosos elfos?
La Tierra Santa había estado en posesión de los elfos que vivía al norte de Halkeginia por más de cien años. Desde esa época, los humanos comenzaron numerosas cruzadas para recuperar la Tierra Santa, pero fallaron miserablemente siempre.
Los elfos, fácilmente reconocibles por sus orejas puntiagudas y una cultura única, vivían largamente y eran magos muy competentes. Y eso los hacía guerreros muy efectivos. Derrotar a los elfos sería para los humanos una batalla gloriosa.
-No me interesan los nobles y tampoco me interesa Halkeginia. ¡Recuperar la Tierra Santa! ¡Que se queden los elfos ahí!
El hombre sacó su varita de debajo de su capa negra.
-Te daré dos opciones, Fouquet la Tierra Desmoronadora.
-Escuchémoslas.
-O te vuelves nuestra compañera o…
-¿O pereceré inmediatamente aquí?- terminó la frase Fouquet-. ¿Es así?
-¡Correcto! Como ya sabes nuestro plan secreto, no puedo dejarte viva.
-¡Ustedes los nobles son realmente unos engreídos presuntuoso! Nunca tendrá en cuenta los sentimientos de otras personas- se rió Fouquet-. Diciéndolo amablemente, me estás invitando a unírmeles, pero no tengo otra opción, ¿verdad?
-Eso es correcto- rió a su vez el hombre de negro.
-Entonces me uniré a su consorcio. Odio a la gente que no sabe cómo dar órdenes.
-Vámonos, entonces.
-¿Cuál es el nombre de su organización?- preguntó Fouquet poniendo sus manos sobre su pecho.
-¿En verdad quieres unirte a nosotros, o sólo estás jugando conmigo?
-Simplemente quiero saber el nombre de la organización por la que trabajaré de ahora en adelante.
El hombre sacó una llave de su bolsillo y abrió la celda de Fouquet.-Los Reconquistadores- respondió.



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[1] Bishōjo, en japonés, se usa para referirse a las jovencitas bellas.
[2] Itadakimasu es un honorífico usado cuando alguien está a punto de comer.

martes, 12 de febrero de 2008

Volumen I - Capítulo VIII

Capítulo VIII
El Báculo de la Destrucción
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A la mañana siguiente…
En la Academia de Magia de Tristain había mucha conmoción por los eventos de la noche pasada, como si hubieran agitado un avispero. ¿Por qué? Porque el Báculo de la destrucción había sido robado.
Y había sido robado usando un Golem de Tierra para destrozar la pared de la cámara.
Los profesores de la Academia de Magia que se reunieron dentro de la cámara estaban sin palabras al ver el inmenso agujero de la pared.
La inscripción en la pared hecha por Fouquet la Tierra Desmoronadora lo decía todo:

“Tengo su Báculo de la Destrucción.
–Fouquet la Tierra Desmoronadora”.

Llegados a este punto, los profesores de la academia sólo podían murmurar y susurrar:
-¡Es ese ladrón que ha dejado limpios a los nobles, Fouquet la Tierra Desmoronadora! ¡Qué atrevimiento robar a la academia!
-¿Qué hacían los guardias?
-Incluso si los guardias hubiesen estado cerca, son inútiles. ¡Son sólo campesinos! Y hablando de eso, ¿qué noble se suponía que hacía la ronda por la noche?
La señorita Chevreuse estaba ansiosa. Se suponía que era ella la que estaba de guardia anoche.
-¿Pero quién podría robar a la academia?- pensó mientras dormía ruidosamente en su habitación en vez de estar junto a la puerta de la cámara como todos los nobles debían hacer cuando les tocaba la guardia.
Uno de los profesores la señaló inmediatamente y dijo:
-¡Señorita Chevreuse! ¡Se suponía que sería usted quien haría guardia anoche! ¿Tengo razón?
La señorita Chevreuse rompió a llorar.
-Lo siento mucho… muchísimo…
-Incluso si inundara la academia de lágrimas, ¿volvería el báculo? ¿O va a pagar por él?
-Pero… pero acabo de terminar de pagar mi casa- la señorita se arrodilló y sollozó.
Justo en ese momento, el Viejo Osmond llegó.
-Oh… este no es el mejor momento para ser rudo con las damas, ¿verdad?
El profesor que había reprochado a la Señorita Chevreuse contestó:
-Pero, Osmond, ¡la señorita Chevreuse falló en su cometido! ¡Estaba durmiendo tranquilamente en su cama cuando debería haber estado de guardia!
El Viejo Osmond cogió afablemente su larga barba mientras miraba al estirado y tembloroso profesor.
-Hmmm… ¿cuál era tu nombre?
-¡Es Gimli! ¿Ya se le ha olvidado?
-¡Oh, cierto! ¡Gimli! Bueno, señor Gimli, no te enfades. Siendo sinceros, ¿cuántos de vosotros pueden decir que siempre están en sus puestos cuando tienen una misión o un cometido?
Los profesores se miraron unos a otros y bajaron sus cabezas avergonzados. Reinó el silencio.
-Bueno, esta es la situación en la que nos encontramos. Hablando de responsabilidad, creo que todos los presentes, incluyéndome a mí, tienen que ser culpables de este incidente. ¿Por qué pensamos que un ladrón no podría nunca atacar la academia? ¿Es acaso porque el número de magos que tenemos nos da la seguridad de que no seremos atacados? Este pensamiento es totalmente equivocado- el Viejo Osmond miró el agujero en la pared y continuó-. Fue nuestra complacencia lo que le dio a Fouquet el coraje para atacar, y robar el Báculo de la Destrucción. Todos somos responsables.
La señorita Chevreuse miró al Viejo Osmond con gratitud y dijo:
-¡Oh! ¡Osmond, señor Osmond! Gracias por su benevolencia. De ahora en adelante, lo trataré como si fuese mi padre.
-Bueno, eso… hmmm… señorita…- el Viejo Osmond comenzó a tocarle el trasero a la señorita Chevreuse.
-Si estamos de acuerdo… le corresponde decidir al Director.
El Viejo Osmond, no queriendo cargar la culpa sobre nadie, decidió que aquella era la mejor manera de relajar el tenso ambiente. Después de aclararse la garganta, con todo el mundo esperando solemnemente a que hablase, preguntó:
-Bueno, ¿quiénes fueron los testigos del robo?
-Fueron estos tres- dijo el señor Colbert mientras señalaba a la gente a su espalda.
Eran Louise, Kirche y Tabitha.
Saito estaba también presente, pero dado que era un familiar, no tenía consideración de persona.
-Oh… sois vosotros, chicos…- dijo Osmond mientras miraba a Saito con gran interés.
Saito no sabía por qué estaba siendo examinado, pero se mantuvo cortés.
-Por favor- pidió el Viejo Osmond-, contadnos con detalles lo sucedido.
Louise dio un paso adelante y describió lo que vio:
-Bueno… un gran golem de arcilla apareció y rompió la pared. El mago encapuchado que estaba sobre su hombro entró y cogió algo… creo que probablemente era el Báculo de la Destrucción… Después de eso, el mago encapuchado volvió a subir encima del golem y escapó más allá de las murallas… Y luego, el golem se convirtió en una gran montaña de arena.
-¿Después de eso, qué pasó?
-Después todo lo que vimos fue la montaña de arena; no había señales del mago.
-Así que… si eso fue lo que sucedió…- dijo Osmond mientras se mesaba la barba.
-Incluso aunque quisiésemos perseguirle, no podríamos al no tener pistas. Entonces…
En ese momento, el Viejo Osmond de repente recordó preguntarle al señor Colbert:
-Eh, ¿dónde está la señorita Longueville?
-No estoy seguro, no recuerdo haberla visto desde esta mañana.
-¿Dónde puede estar en este preciso momento?
-Es cierto, ¿dónde podría estar?
En mitad de estos murmullos, la señorita Longueville apareció finalmente.
-¡Señorita Longueville! ¿Dónde te habías metido? ¡Algo terrible ha sucedido!- dijo el señor Colbert, ansioso.
La señorita Longueville le habló al Viejo Osmond con toda la tranquilidad del mundo.
-¡Lamento mucho llegar tarde! Estaba investigando algo. Así que...
-¿Investigando?
-Sí. Cuando desperté esta mañana había ya mucha conmoción, así que fui a la cámara y vi la inscripción dejada por Fouquet en la pared. Supe que el conocido ladrón había dado un nuevo golpe. Así pues, inmediatamente comencé mis investigaciones.
-Eres realmente eficiente, señorita Longueville- el señor Colbert preguntó de nuevo con un tono apremiante-. ¿Pero conseguiste descubrir algo al final?
-Sí, creo que he descubierto el escondite de Fouquet.
-¿Qué?- habló el señor Colbert sorprendido-. ¿De dónde has conseguido esa información, señorita Longueville?
-De acuerdo con los plebeyos de alrededor, varios han visto lo que parecía ser una persona vistiendo una capa con capucha negra entrando en una casa abandonada en el bosque de aquí cerca. Creo que esa persona es probablemente Fouquet y que esa casa abandonada es probablemente su guarida.
Louise tras oír eso exclamó:
-¿Una capa con capucha negra? No hay error posible, debe de ser Fouquet.
El Viejo Osmond también se emocionó y preguntó:
-¿A cuánto está de aquí?
-A pie llevaría medio día llegar, pero a caballo aproximadamente cuatro horas.
-¡Debemos informar a la Corte Imperial ahora mismo! ¡Debemos pedir refuerzos del ejército imperial!- el señor Colbert volvió a alzar la voz.
El Viejo Osmond sacudió la cabeza y miró a Colbert con un vigor que no era de esperar en un anciano y gritó:
-¡Loco! ¡Para cuando llevemos el informe a la corte imperial, Fouquet ya estará en la otra punta del mundo! ¡Además, si no podemos solucionar este pequeño problema nosotros mismos, no nos merecemos el título de nobles! Puesto que el Báculo ha sido robado de la academia, es la responsabilidad de la academia recuperar el Báculo. Nosotros solitos.
La señorita Longueville sonrió, como si hubiese estado esperando esa respuesta. El Viejo Osmond tosió un momento, y comenzó a reclutar voluntarios.
-Bueno, vamos a organizar un equipo de búsqueda para encontrar a Fouquet. Aquellos que quieran unirse, que levanten las varitas.
Todos los nobles se miraron unos a otros, pero ninguno levantó la varita.
-¿Nadie? Qué raro. ¿Nadie quiere ser conocido como el héroe que capturó a Fouquet la Tierra Desmoronadora?
Louise estaba entre los que agacharon la cabeza, pero decidió levantar la varita.
-¡Señorita Françoise!- exclamó la señorita Chevreuse sorprendida-. ¡No deberías hacerlo! ¡Aún eres estudiante! Por favor, deja este asunto a los profesores.
-Pero ninguno de vosotros quiere ayudar...- murmuró Louise.
Saito miró a Louise con su boca abierta de par en par. El aspecto serio de Louise, sumado a cómo se mordía tiernamente los labios, golpeó a Saito de tal forma que quedó cautivado.
Viendo que Louise levantaba la varita, Kirche levantó la suya también, con algo de desgana.
-¡Señorita Zerbst!- exclamó el Señor Colbert, aún más sorprendido-. ¿Acaso no eres una estudiante también?
-Bueno- replicó Kirche con franqueza-, simplemente no puedo perder contra la familia Vallière.
Viendo que Kirche levantaba su varita, Tabitha hizo lo mismo.
-¡Tabitha! ¡No necesitas hacer esto! ¡Es un asunto que no te atañe!- dijo Kirche.
Tabitha se limitó a contestar:
-Estoy preocupada.
Sintiéndose conmovida, Kirche miró a Tabitha con gratitud. Louise al mismo tiempo también musitó:
-Gracias… Tabitha.
Viendo a las tres, el Viejo Osmond rió y dijo:
-Bueno entonces, todo depende de vosotras ahora.
-¡Señor! ¡Director Osmond! ¡Me opongo rotundamente! ¡No debemos poner en peligro la vida de ninguna estudiante!
-Bueno, ¿quieres ir usted en su lugar, señorita Chevreuse?
-Ah… eh… bueno… No me siento bien últimamente, así que…
-Ellas ya han visto a Fouquet antes y, además, aunque la señorita Tabitha es muy joven, he oído que ya se le ha otorgado el título de Chevalier [8], ¿me equivoco?
Tabitha no respondió y se mantuvo callada.
Todos los profesores miraron a Tabitha con asombro.
-¿Es eso cierto, Tabitha?- preguntó Kirche con un asombro similar.
Aunque el título de Chevalier era el más bajo que la familia imperial podía dar a una persona, Kirche estaba impresionada por que Tabitha lo hubiese podido obtener siendo tan joven. Si fuese un título como Baronesa o Marquesa, se podría obtener fácilmente adquiriendo grandes parcelas de tierra. Pero para obtener el título de Chevalier, la persona tenía que rendir un gran servicio al país. Es un título que se daba únicamente basándose en el mérito.
De nuevo, había mucha conmoción en el interior de la cámara.
-La señorita Zerbst de Germania- continuó el Viejo Osmond mirando a Kirche-, viene de una familia que se ha distinguido por sus héroes de guerra, y ella misma posee mucho dominio de la magia de fuego.
Kirche se atusó el pelo con confianza. Louise, pensando que le tocaba a ella ser halagada, prestó atención. El Viejo Osmond estaba en un aprieto. No había casi nada que destacar de Louise…
-¡Ejem!- dijo Osmond carraspeando y fijó su vista en Louise-. Esto… la señorita Vallière procede de la prestigiosa familia Vallière, una familia conocida por sus magos. Y… será una maga prometedora en el futuro… y en lo referente a su familiar…- posando su vista en Saito, Osmond continuó diciendo-. Incluso siendo un plebeyo, ha vencido al hijo del General Gramont, Guiche de Gramont en combate.
El Viejo Osmond pensó para sí mismo. ¿Y si es de veras el legendario Gandalfr…? Fouquet la Tierra Desmoronadora no será un adversario digno para él.
El señor Colbert añadió entusiasmado:
-¡Sí! ¡Sí! Porque él es el legendario familiar Gand…
El Viejo Osmond cubrió con rapidez la bocaza de Colbert antes de que pudiese acabar la frase.
-Ah… Jaja… ¡no sabe lo que dice!
Reinó de nuevo el silencio.
-Si alguien cree que es más capaz- habló entonces el Director con tono solemne- que las tres personas mencionadas, que dé un paso adelante.
Nadie se adelantó.
Así pues, el Viejo Osmond se giró hacia el grupo de cuatro y dijo:
-¡La academia espera la captura de Fouquet!
Louise, Kirche y Tabitha se pusieron firmes y dijeron:
-¡Juramos ante nuestras varitas que capturaremos a Fouquet!
Tras eso, cogieron los bordes de sus faldas e hicieron una reverencia. Saito hizo lo mismo con rapidez. Como no llevaba falda, se cogió la parte inferior de su chaqueta.
-Bueno, entonces, preparad el carruaje y partid inmediatamente- sugirió Colbert-. Debéis conservar las energías antes de llegar a vuestro destino.
-Señorita Longueville- dijo el Viejo Osmond-, ¿podrías ir con ellos, por favor?
-Sí, Director Osmond. Quería ir con ellos también- dijo la señorita Longueville.
Así pues, bajo el liderazgo de la señorita Longueville, los cuatro partieron con celeridad.

***

Aunque era considerado un carruaje, no era más que un carro corriente con planchas de madera puestas como asiento. La ventaja era que si resultaban atacados, podrían saltar del carruaje sin problemas.
La señorita Longueville se encargaba de conducir.
-Señorita Longueville- preguntó Kirche a la silenciosa Longueville que se concentraba en las riendas-, este trabajo lo podría hacer un plebeyo. ¿Por qué lo hace usted misma?
-No pasa nada- respondió la señorita Longueville con una sonrisa-. No soy noble de todas maneras.
Kirche se calló un momento, y preguntó de nuevo:
-¿Pero acaso no eres la secretaria del Director Osmond?
-Sí, lo soy. Pero el Viejo Osmond no es una persona a la que le importan los rangos de una persona cuando requiere ayuda, sea noble o plebeyo.
-Si es posible, cuénteme cómo perdió su posición, por favor.
Pero la señorita Longueville se limitó a sonreírle a Kirche. Parecía que la conversación había terminado.
-Por favor, dígamelo, aunque sea un poquito- insistió Kirche mientras se inclinaba cada vez más hacia la señorita Longueville. Entonces alguien la cogió del hombro. Era Louise.
-¿Qué es lo que quieres, Vallière?- preguntó Kirche, dándose la vuelta.
-Para ya. Deja de hurgar en el pasado de la gente.
-Ay, me aburro. Por eso necesito alguien con quien hablar- contestó Kirche, mientras ponía sus manos detrás de su cabeza y se recostaba contra un lado del carruaje.
-No sé si se aplica a tu país, pero en Tristain, es un acto vergonzoso forzar a alguien a revelar algo que no quiere decir.
Kirche no le respondió. Se levantó, se sentó con las piernas cruzadas y comenzó a hablar:
-La culpa es de tu ímpetu, que me ha metido en este lío. Capturar a Fouquet…
-¿Qué quieres decir con eso?- preguntó enfadada Louise-. ¿Acaso no fuiste voluntaria?
-Si hubieses venido sola, ¿acaso no estaría Saito en peligro también? ¿Tengo razón, Louise la Zero?
-¿Por qué dices eso?
-De todas maneras, si un gran golem apareciese de nuevo, seguro huirías a la retaguardia y dejarías que Saito hiciese todo el trabajo, ¿me equivoco?
-¿Por qué huiría? ¡Usaría mi magia, qué te crees!
-¿Tú, usando magia? ¡Ésa sí que es buena!
Las dos comenzaron a encararse de nuevo. Tabitha seguía leyendo su libro.
-¡Ya basta! ¿Por qué no paráis las dos?- interrumpió Saito.
-Está bien, pararé- dijo Kirche haciendo un gesto-. No soy yo la defectuosa de todas maneras.
Louise se mordió los labios.
-Bueno, entonces, cariño, esto es para ti.
Kirche miró a Saito de forma seductora, y puso en sus manos la espada que ella le había comprado.
-¡Guau! ¡Gracias!- dijo Saito mientras cogía la espada.
-Gané ese duelo, ¿o tienes algo que objetar, Louise la Zero?
Louise miró a ambos, pero se mantuvo en silencio.
De repente, todo se oscureció. El carruaje había entrado al bosque. La oscuridad, y un olor raro que invadía el bosque, los hizo estremecer.
-Tendremos que caminar a partir de aquí- dijo la señorita Longueville.
El grupo bajó del carruaje y procedió a caminar por el estrecho sendero que conducía al corazón del bosque.
-Tengo miedo a la oscuridad, y no me gustan los sitios como este...- dijo Kirche mientras pasaba sus brazos alrededor de Saito.
-¿Podrías alejarte un poquito de mí?
-¡Pero tengo miedo!- dijo Kirche con una reacción bastante exagerada. Se olía su mentira a kilómetros…
Saito, preocupado por Louise, la miró. Louise giró su cabeza.
-¡Juhm!
El grupo llegó a un claro en el bosque. Era parecido al tamaño del Jardín Vestri y en el medio había una casa abandonada. La casa estaba construida con madera, con una cocina corroída. Junto a ella había un pequeño almacén.
El grupo se escondió detrás de unos arbustos y observó la casa. La señorita Longueville señaló a la cabaña y dijo:
-Por la información que he obtenido, éste debe de ser el lugar.
-Parece que no hay nadie dentro. ¿De verdad que Fouquet se esconde ahí?
El grupo empezó a discutir, usando palos para dibujar su plan de batalla en el suelo. Todos estaban de acuerdo en que lo mejor era una emboscada. Mejor incluso si estaba durmiendo.
Primero, necesitarían echar un vistazo alrededor de la casa para saber qué estaba pasando dentro de ella. Después, si Fouquet estuviera dentro, el explorador lo sacaría fuera porque dentro de la casa no había suficiente tierra para crear un golem de tierra. Una vez fuera, el resto invocarían su magia contra él, dejándole sin posibilidad de invocar su golem.
-¿Entonces quién lo atraerá fuera?- preguntó Saito.
-El que tenga mejores reflejos- respondió Tabitha.
Todas miraron a Saito.
-¿Yo?- suspiró Saito. Desenvainó la espada que Kirche le había dado.
Las runas en su mano izquierda comenzaron a brillar. Al mismo tiempo, Saito sintió su cuerpo ligero como una pluma.
Saito se movió más cerca de la casa y echó un vistazo a través de una ventana. Sólo había una habitación en toda la casa, con una mesa y una silla reclinable que estaban cubiertas de polvo. También había una botella de vino en la mesa y, en una esquina de la habitación, una pequeña chimenea encendida.
No había nadie dentro y parecía que no había sitio posible para esconderse dentro de la casa.
¿Acaso se había ido ya de ese escondite?
Pero su oponente era Fouquet, un mago de tipo triángulo. Así que podía esconderse dentro incluso si parecía no haber sitio para ello.
Así que Saito decidió llamar a los demás.
Saito usó su mano para hacer una “X” encima de su cabeza, un signo para decir que la casa estaba vacía.
El resto del grupo que se escondía se aproximó con cuidado a la casa.
-No hay nadie dentro- dijo Saito mientras señalaba a la ventana.
-No hay trampas- murmuró Tabitha, moviendo su varita cerca de la puerta. Luego abrió la puerta y entró en la casa.
Kirche y Saito la siguieron y entraron a su vez. Louise dijo que ella haría guardia y se quedó detrás. La señorita Longueville dijo que investigaría el área alrededor y desapareció.
El grupo de Saito comenzó a buscar pistas que les indicaran dónde había ido Fouquet. Entonces, Tabitha encontró una caja… el Báculo de la Destrucción.
-El Báculo de la Destrucción.- dijo Tabitha mientras lo cogía.
-¿No ha sido demasiado fácil?- exclamó Kirche.
-Kirche- dijo Saito con sorpresa, mirando el Báculo de la Destrucción-, ¿de verdad es esto el Báculo de la Destrucción?
-Sin duda- asintió Kirche-, lo vi una vez cuando daba una vuelta por la cámara del tesoro.
Saito cogió el Báculo y lo examinó de cerca.
-Si no me equivoco esto es un…
Justo entonces, Louise, que estaba haciendo guardia fuera de la casa, dio un grito aterrador.
-¡¡¡Ah!!!
-¿Qué pasa, Louise?
Justo cuando todo el mundo miraba fuera de la casa, se oyó un ruido chirriante.
¡Crack!
De repente, la casa se quedó sin tejado y todo el mundo miró hacia arriba. En vez de techo había un golem gigante.
-¡Es un golem de tierra!- gritó Kirche.
Tabitha fue la primera en reaccionar. Moviendo su bastón, comenzó a entonar sus encantamientos.
Un remolino apareció de su bastón y golpeó al golem. Después de que el remolino desapareciese, el golem no sufrió daño alguno.
Siguiendo a Tabitha, Kirche sacó su varita oculta en su capa y comenzó a su vez a entonar. Una bola de fuego salió de su varita y envolvió al golem. Aunque toda la criatura estaba en llamas, no parecía ser afectado por el fuego.
-¡Es demasiado para nosotros!- gritó Kirche.
-Retirada- dijo Tabitha con voz suave.
Kirche y Tabitha salieron corriendo por diferentes lados de la casa. Mientras tanto, Saito buscaba a Louise.
-¡Allí!
Louise se quedó detrás del golem, entonó algo y apuntó con su varita al golem. Algo explotó en su superficie. ¡Era la magia de Louise! El golem se dio cuenta, miró hacia atrás y se enfrentó a Louise.
Saito, de pie cerca de la puerta, a unos veinte metros de donde estaba Louise, gritó:
-¡Corre, Louise!
Louise se negó.
-¡No! Si consigo hacerlo, nadie me volverá a llamar Louise la Zero nunca más.
Louise parecía muy seria. El golem sacudió su cabeza, decidiendo si enfrentarse a Louise o ir a por Tabitha y Kirche que estaban escapando.
-¡Mira la diferencia de tamaño entre tú y el golem! ¡Es imposible que ganes!
-Nunca se sabe si no lo intentas.
-¡Es demasiado! ¡Es imposible!
Louise miró a Saito.
-¿Eso no lo has dicho tú antes?- dijo.
-¿Qué?
-Cuando las Valkirias de Guiche te estaban dando una paliza, te volvías a levantar y decías que no querías bajar la cabeza, o si no, nunca ganarías.
-Sí… lo dije… Pero…
-Yo siento lo mismo. Aunque no me sale nada bien, es una cuestión de orgullo. Si salgo huyendo ahora, la gente dirá ‘es porque es Louise la Zero, por eso huyó’.
-¿Acaso importa? ¡Deja que la gente diga lo que quiera!
-Pero soy una noble. Los nobles pueden usar magia- Louise apretó su varita con fuerza-. Y los nobles nunca le dan la espalda a un enemigo.
El golem decidió que se encargaría de Louise primero, y levantó la pierna, listo para aplastarla.
Louise levantó su varita hacia el golem y volvió a entonar…
Pero falló, a pesar de que Louise había usado ‘bola de fuego’.
Entonces una pequeña explosión apareció en el pecho del golem y pequeños fragmentos de tierra saltaron de su pecho. El golem no estaba nada afectado por el ataque.
Saito cogió su espada y corrió hacia Louise.
Louise vio el pie del golem aproximándose cada vez más. Cerró los ojos y se preparó para lo peor. En ese instante, Saito llegó con la velocidad del viento, la cogió, y ambos rodaron lejos del pisotón del golem.
Saito abofeteó la cara de Louise.
-¿Es que quieres morir?
Louise miró a Saito, aturdida.
-¡Al infierno tu orgullo de noble!- gritó Saito-. ¡Si mueres, nada importará nunca más! ¡Idiota!
Las lágrimas comenzaron a aflorar de los ojos de Louise como una catarata.
-¡Por favor, no llores!- trató de calmarla Saito.
-Pero… pero no puedo fallar... siempre me tratan como una inútil los demás…
Mirando la cara cubierta de lágrimas de Louise, Saito sintió lástima. Llamada constantemente ‘la Zero’, siendo tratada como una idiota, nadie podía permitirse el fallar de esa manera. Recordó su batalla con Guiche. Louise lloró aquella vez también. Incluso aunque Louise era cabezota y marimandona, en realidad odiaba las peleas, y tampoco era buena en ellas.
Sólo es una chica…
La hermosa cara de Louise ahora estaba cubierta de lágrimas, como una chiquilla. Pero este no era momento de consuelos.
Saito giró la cabeza y vio al golem levantando el puño, preparado para aplastarlos.
-¿No puedes ni siquiera consolarme un poco?- protestó Louise mientras Saito la cargaba y escapaban.
El golem los persiguió, y aunque no era nada ágil, su velocidad estaba a la par con la de Saito.
El Dragón de Viento de Tabitha aterrizó justo delante de Saito para ayudarles a escapar.
-Montad- dijo Tabitha.
Saito puso a Louise en la espalda del dragón.
-¡Tú también, corre!- le dijo Tabitha con urgencia a Saito, algo raro en ella.
Pero Saito no subió. En vez de eso, corrió hacia el golem.
-¡Saito!- gritó Louise.
-¡Huid volando!- gritó Saito.
Tabitha miró a Saito sin ninguna expresión por un momento, y después obligó a Sylphid a levantar el vuelo al aproximarse el golem.
¡Bang!
El puño del golem se estampó contra el lugar donde estaba Saito. Justo a tiempo, Saito saltó y esquivó el golpe. El golem levantó el puño del suelo y un cráter de un metro apareció.
-No llores si no puedes aguantar la derrota- murmuró Saito para sí mismo-. ¡Estúpida! ¡Esto me hace sentir que de verdad estoy haciendo algo por ti!- Saito se encaró al golem y dijo-. ¡No me mires por encima del hombro! ¡Sólo eres un montón de tierra! cogió su espada y gritó-. ¡Yo soy el familiar de Louise!
-¡Saito!
Louise intentó saltar desde Sylphid, que seguía volando, pero Tabitha la detuvo.
-¡Saito, por favor!- suplicó Louise.
Tabitha ladeó la cabeza.
-Es imposible acercarse.
Si Sylphid intentara acercarse, el golem lo atacaría. Así que Tabitha no pudo aproximarse a Saito ni un poco.
-¡Saito!- gritó Louise nuevamente.
Louise vio a Saito sosteniendo su espada para enfrentarse al golem. El golem se movió y dio un puñetazo. Y en el proceso, el puño se convirtió en uno de metal.
Saito esquivó el ataque con su espada.
¡Pang!
La espada se rompió desde la empuñadura gracias al impacto.
Saito se quedó de piedra. ¿Realmente esta era la espada hecha por el famosa alquimista germaniano Lord Shupei? ¡Es inservible!
Sin un arma, todo lo que Saito podía hacer era evadir el ataque del golem. Viendo que Saito estaba en problemas, Louise desesperó.
-¿No hay forma de ayudarlo?
En ese momento, Louise se percató de que Tabitha sostenía el Báculo de la Destrucción.
-¡Tabitha! ¡Pásamelo!
Tabitha asintió y le pasó el Báculo de la Destrucción a Louise. Tenía una forma inusual, una que Louise nunca había visto antes.
Pero como la magia de Louise no funcionaba, ahora sólo dependía del báculo. Louise cerró sus ojos y respiró profundo. Abriendo sus ojos de nuevo, dijo:
-¡Tabitha! Usa un hechizo de levitación en mí- y saltó de la espalda de Sylphid. Tabitha lanzó ‘Levitación’ en Louise.
Bajo el efecto del hechizo, Louise descendió lentamente y, mirando a Saito y al golem, agitó el Báculo de la Destrucción.
No pasó nada. El Báculo no respondió.
-¿Esto realmente es un báculo mágico?- gritó Louise desesperada-. ¿Hay que hacer algo en especial para activarlo?
Saito observó a Louise mientras descendía, y estaba sorprendido.
¿Por qué volvió? ¡Habría sido mejor que se quedara en el dragón!
Al mismo tiempo, Saito vio el Báculo de la Destrucción que Louise tenía en sus manos. Parecía que Louise no sabía cómo usarlo y sólo lo estaba moviendo de aquí para allá…
Saito corrió hacia donde estaba Louise.
Si pudiéramos usar esto, ¡tal vez derrotaríamos al golem!
-¡Saito!- gritó Louise a Saito, que venía corriendo hacia ella.
Saito le quitó el Báculo de la Destrucción a Louise.
-¡No sé cómo usar esto!- gritó Louise.
-¡Así es como se debe usar!- Saito tomó el Báculo de la Destrucción, le quitó el asa, abrió la cubierta trasera y sacó y extendió el tubo interno.
¿Cómo sé hacer esto? Pero ahora no es el momento para pensar.
La vista telescópica del tubo salió y Saito apuntó.
Viendo su habilidad a la hora de manejar el Báculo de la Destrucción, Louise estaba demasiado sorprendida como para decir algo.
Saito colocó el Báculo de la Destrucción en su hombro y apuntó el frente del báculo hacia el golem. Debido a la poca distancia entre él y el golem, Saito decidió apuntarle directamente.
Al estar tan cerca, el rango de armado [9] puede no alcanzarse, y por lo tanto, si disparo, es posible que no explote.
¡Olvídate de eso y sólo inténtalo! , pensó Saito.
-¡No te quedes detrás del báculo!- le gritó a Louise-. ¡Habrá una explosión!



Louise se quitó del medio rápidamente.
El golem se acercaba cada vez más a Saito. Saito quitó el seguro y disparó el arma. Inmediatamente, un fuerte trueno salió del báculo y el proyectil alado voló hacía el golem.
El proyectil se encontró con el golem en una increíble explosión. Saito cerró sus ojos instintivamente.
Se escuchó un ruido ensordecedor y la parte superior del golem se pulverizó y salió volando en todas direcciones, provocando una lluvia de tierra.
Saito abrió los ojos lentamente.
Mientras el humo de la explosión se disipaba, sólo quedaba de pie la parte inferior del golem. Lo que quedaba, dio un paso más antes de finalmente dejarse de mover, y cayó de rodillas.
Entonces empezó a desmoronarse lentamente desde la cintura… y volvió a su estado original: tierra. Justo como la última vez, el golem se redujo a una montaña de tierra.
Louise, que presenció todo, sintió cómo sus piernas se debilitaban y se sentó en el suelo.
Kirche, que se escondía tras los arbustos, salió corriendo.
Saito finalmente dejó salir un suspiro de alivio.
-¡Saito, mi amor!- dijo Kirche, abrazando a Saito-. ¡Lo lograste!
Sylphid, que llevaba a Tabitha, descendió. Tabitha observaba la montaña de tierra cuando preguntó:
-¿Dónde está la Srta. Longueville?
Justo en ese momento, todos se dieron cuenta de que la Srta. Longueville no estaba. Y en ese instante la Srta. Longueville salió del bosque.
-¡Srta. Longueville! ¿Descubrió desde dónde Fouquet controlaba el golem?- preguntó Kirche.
La Srta. Longueville ladeó la cabeza.
Los cuatro empezaron a investigar la montaña de tierra buscando pistas. Saito las miró, y luego miró el Báculo de la Destrucción.
¿Por qué esta cosa apareció en este mundo?
Cuando estaba pensando, la Srta. Longueville le quitó el Báculo de la Destrucción a Saito.
-¿Srta. Longueville?- preguntó Saito confundido.
La señorita se alejó, aumentando la distancia entre ella y el grupo.
-¡Gran trabajo, gente!- dijo.
-¡Srta. Longueville!- gritó Kirche-. ¿Qué está haciendo?
Louise miró fijamente a la Srta. Longueville, demasiado sorprendida para decir algo.
-Todo este tiempo era yo la que controlaba el golem- confesó.
-¿Qué? Eso quiere decir… que usted es…
La Srta. Longueville se quitó las gafas, la que alguna vez fue una expresión de ternura ahora era una de sed de sangre.
-Sí- dijo-, yo soy Fouquet la Tierra Desmoronadora. El Báculo de la Destrucción es realmente poderoso, ¡pudo derrotar a mi golem de un golpe!
Fouquet sostuvo el Báculo de la Destrucción en su hombro como Saito había hecho. Tabitha agitó su bastón y empezó a recitar.
-¡Que nadie se mueva! Los estoy apuntando con el Báculo de la Destrucción. Bajen sus varitas ahora.
No tuvieron más opción que obedecer. Sin sus varitas, no podían lanzar hechizos.
-Sr. Familiar Ágil, por favor, baja tu espada rota también. Eres una amenaza para mí si sostienes un arma.
Saito obedeció sus órdenes y bajó la espada.
-¿Por qué?- preguntó Louise enojada.
-Hmmm… es mejor que se los explique, así podréis descansar en paz- dijo Fouquet con una sonrisa coqueta en su cara-. “Me había apoderado del Báculo de la Destrucción, pero no tenía idea de cómo utilizarlo.
-¿Cómo usarlo?
-Sí. No importa cuánto lo agitara o le aplicara magia, no respondía. Me frustré. Después de todo, si no sabía cómo utilizarlo, sería tan útil como un adorno, ¿no crees?
Louise quería correr hacía Fouquet, pero Saito la detuvo.
-¡Saito!
-Déjala terminar.
-Qué considerado, Sr. Familiar- se burló Fouquet-. Entonces continuaré. Ya que no sabía cómo usarlo, la única opción era dejar que otras personas me mostraran cómo utilizarlo.
-Y por eso nos trajiste aquí.
-Si eran estudiantes de la academia, podía haber una posibilidad de que alguien supiera cómo utilizar el Báculo.
-Si ninguno de nosotros hubiera sabido cómo usar el Báculo de la Destrucción, ¿qué habrías hecho?
-Si ese hubiera sido el caso, todos habríais sido aplastados por mi golem. Después habría traído a otro grupo de estudiantes. Pero gracias a vosotros, finalmente sé cómo utilizar el Báculo de la Destrucción- sonrió y luego añadió-. Aunque haya pasado poco tiempo con vosotros, estoy muy contenta. Adiós.
Kirche sintiéndose condenada, cerró los ojos. Tabitha y Louise cerraron sus ojos también.
Pero Saito no lo hizo.
-Eres muy valiente.
-Bueno, de hecho no es valentía- contestó Saito.
Fouquet presionó el gatillo tal como Saito había hecho. Pero la magia que había ocurrido antes no lo hizo nuevamente.
-¿Eh? ¿Por qué?- Fouquet presionó el gatillo otra vez.
-Sólo tenía un disparo-explicó Saito-, no funcionará más.
-¿Qué quieres decir con ‘un disparo’?- gritó Fouquet enojada.
-Aunque lo explicara, no lo entenderías. Esto no es un báculo mágico de tu mundo.
-¿Qué has dicho?- Fouquet dejó caer el Báculo de la Destrucción y cogió su varita.
Saito se movió tan rápido como un rayo, y golpeó el estómago de Fouquet con la empuñadura de la espada.
-Ésta es un arma de mi mundo. Hmmm… para ser precisos, es un lanzamisiles M72.
Fouquet cayó al suelo. Y Saito tomó el Báculo de la Destrucción.
-¿Saito?- Louise y las otras dos miraron a Saito.
-Hemos atrapado a Fouquet- respondió Saito-, y recuperamos el Báculo de la Destrucción.
Louise, Kirche y Tabitha se miraron las unas a las otras, y entonces corrieron hacia Saito.
Saito, un poco confuso, las abrazó a las tres juntas.

***

Dentro de la oficina del director, el Viejo Osmond escuchó al grupo contar lo que había sucedido.
-Hmmm… Así que la Srta. Longueville es Fouquet la Tierra Desmoronadora… Como es tan bonita no lo pensé dos veces al momento de contratarla como mi secretaria.
-¿Cómo fue que la contrató?- preguntó el Sr. Colbert, que también estaba presente.
-En una taberna. Yo era un cliente y ella una mesera. La acaricié lentamente desde sus manos hasta sus nalgas…
-¿Y entonces qué pasó?- preguntó nuevamente el Sr. Colbert.
-Como no se enfadó conmigo después de lo que hice- confesó apenado el Viejo Osmond-, le pregunté si quería ser mi secretaria.
-¿Por qué?- siguió preguntando desconcertado Colbert.
-¡Como sea!- gritó el Viejo Osmond, con un vigor inapropiado para un anciano. Empezó a toser. Y después dijo-. Y también podía usar magia.
-Sí, magia que mata- marmulló el Sr. Colbert para él mismo.
El Viejo Osmond tosió nuevamente y le dijo de una forma educada al Sr. Colbert:
-Ahora que lo pienso, la razón por la que Fouquet me permitió tocarla por todas partes, por la que me servía vino felizmente y por la que me decía que era un hombre apuesto mientras estuve en la taberna; fue sólo para infiltrarse en la academia. Todos esos halagos fueron probablemente mentiras…
Después de escuchar esto, el Sr. Colbert recordó inmediatamente que Fouquet también lo había convencido una vez, y había revelado la debilidad de las paredes de la cámara. El Sr. Colbert decidió que se llevaría ese secreto con él a la tumba.
-Sí. Las mujeres hermosas son magos letales.
Saito, Louise, Kirche y Tabitha los miraban indiferentemente.
Percatándose de cómo lo miraban sus estudiantes, un apenado Osmond aclaró su garganta y recobró su compostura solemne.
-Buen trabajo el de ustedes, han recuperado el Báculo de la Destrucción y han capturado a Fouquet.
Las tres, excepto Saito, agradecieron orgullosamente.
-Fouquet será entregada a los guardias de la ciudad, y el Báculo de la Destrucción regresará a la cámara del tesoro. Finalmente se cierra el caso- acariciando amablemente la cabeza de las tres, Osmond añadió-. Le he pedido a la Corte Imperial que les otorgue el título de Chevaliers. Pronto tendremos la respuesta. Y ya que Tabitha ya tiene ese título, pedí que se le diera el Medallón del Elfo.
La cara del trío se iluminó tras escuchar las noticias.
-¿En serio?- dijo Kirche sorprendida.
-Sí. Ya han hecho más que suficiente para merecer el título. ¿No es así?
Louise miró a Saito que parecía indiferente desde que entró a la oficina.
-Viejo Osmond- titubeó-, Saito… ¿no recibirá nada?
-Sí, eso temo. Porque no es un noble…
-No necesito nada- contestó Saito.
-¡Casi lo olvido!- dijo el Viejo Osmond juntando sus manos-. Hoy se hará el Baile de Frigg, como estaba planeado, ya que hemos recuperado el Báculo de la Destrucción.
La cara de Kirche se iluminó.
-Es cierto, ¡olvidemos a Fouquet y bailemos toda la noche!
-La atracción principal del baile seréis las tres. ¡Así que apresúrense y arréglense!
Las tres hicieron una reverencia y salieron de la habitación. Louise se detuvo y miró a Saito.
-Tú ve primero- le dijo Saito a Louise.
Aunque Louise estaba un poco preocupada, asintió y salió de la habitación.
Osmond miró a Saito y dijo:
-¿Tienes algo que preguntarme?
Saito asintió.
-Por favor, pregunta. Trataré de responder a tu pregunta con todos mis conocimientos. Ya que no pude otorgarte un título, esto es lo mejor que puedo hacer para agradecerte.
A continuación, le pidió al Sr. Colbert que saliera. El Sr. Colbert, que estaba esperando que Saito hablara, no se mostró complacido por tener que salir de la habitación.
Después de que el Sr. Colbert salió, Saito dijo:
-Eso, el Báculo de la Destrucción, era originalmente de mi mundo.
-¿Originalmente de tu mundo?- los ojos de Osmond brillaron.
-No soy de este mundo.
-¿Es eso cierto?
-Lo es. Fui transportado a este mundo gracias a la invocación de Louise.
-Ya veo. Si ese es el caso…- Osmond entrecerró sus ojos.
-El Báculo de la Destrucción era un arma de mi mundo. ¿Quién fue el que lo trajo a este?
-El que me dio el Báculo de la Destrucción- suspiró Osmond- fue mi salvador.-¿Dónde esta esa persona ahora? Sin duda es del mismo mundo que yo.
-Murió. Eso fue hace más de treinta años…
-¿Qué?
-Hace treinta años, mientras daba un paseo por el bosque, fui atacado por un dragón de dos cabezas. El que me salvó era el dueño del Báculo de la Destrucción. Usó otro Báculo de la Destrucción para matar al dragón y luego se desmayó. Ya estaba herido. Lo traje a la academia y traté sus heridas. Pero no sirvió de nada…
-¿Y murió?
El Viejo Osmond asintió.
-Enterré el báculo que él había usado junto a él, al otro lo nombré Báculo de la Destrucción y lo guardé en la cámara en conmemoración de quien me salvó…- Osmond miró a la lejanía y dijo-. Todo el tiempo que estuvo en cama, hasta el día en que murió, seguía repitiendo ‘¿Dónde estoy? Quiero regresar a mi mundo.’. Supongo que era del mismo mundo que el tuyo.
-¿Entonces, quién lo trajo a este mundo?
-No lo sé. Hasta el último momento, nunca supe cómo había llegado aquí.
-¡Maldición! Justo cuando pensaba que tenía una pista- se lamentó Saito.
La pista lo había guiado a un callejón sin salida. El salvador de Osmond era probablemente un soldado de su país. ¿Pero cómo terminó en este mundo? Aunque Saito realmente quería saberlo, no había forma de enterarse de más.
Osmond sostuvo la mano izquierda de Saito.
-Las runas en tu mano…
-Oh, sí. También le quería preguntar sobre eso. Cuando las runas se iluminan, puedo usar perfectamente cualquier arma. No sólo espadas, sino hasta armas de mi mundo…
-Eso ya lo sabía- reflexionó Osmond-. Esas son las runas de Gandalfr, el familiar legendario.
-¿Las runas del familiar legendario?
-Sí. Gandalfr era un familiar legendario que podía usar cualquier arma. Esa es probablemente la razón por la que pudiste usar el Báculo de la Destrucción.
-Entonces- Saito estaba confundido-, ¿por qué soy yo el familiar legendario?
-No lo sé- respondió Osmond rápidamente-. Lo siento. Pero hay una posibilidad de que las runas de Gandalfr estén relacionadas con que hayas sido transportado a este mundo.
-Oh…- suspiró Saito. Pensaba que podía obtener las respuestas que quería del director, pero aparentemente él tampoco sabía mucho.
-Siento que no pueda ser de más ayuda. ¡Siempre estaré de tu lado, Gandalfr!- Osmond abrazó a Saito-. Debo agradecerte una vez más por devolver la posesión de mi salvador.
-No hay problema…- dijo Saito un poco cansado.
-Intenté averiguar cómo llegaste a este mundo, pero…
-¿Pero qué?
-Pero no pude encontrar nada. Por favor, no te preocupes. Te acostumbrarás a este mundo a medida que pase el tiempo. Quizá hasta encuentres una esposa aquí…
Saito suspiró nuevamente. La pista para regresar a su mundo se escapó de sus manos así de simple.

***

Encima del Comedor Alvíss, hay un gran salón. Ahí es donde el baile se llevaba a cabo. Saito se apoyó en la baranda del balcón y observó la gran recepción.
Los estudiantes y los profesores, que estaban vestidos elegantemente, se reunían alrededor de mesas llenas de exquisita comida y charlaban entre ellos. Saito llegó a ese lugar por unas escaleras que guiaban al balcón. Al verlos, Saito sintió que no encajaba y por eso decidió no entrar.
Junto a él había un poco de comida y una botella de vino que Siesta le había traído antes. Saito se sirvió un poco de vino en una copa y lo bebió.
-Eh, ¿no has tomado mucho?- dijo Derflinger, que se apoyaba en el balcón un poco preocupado. Como la espada que Kirche le dio a Saito se rompió durante la pelea, Saito trajo a Derflinger por protección. Como siempre, era un malhablado pero tenía una personalidad despreocupada, así que tenerlo como compañía tenía sus beneficios.
-Eres escandaloso. Y pensar que había encontrado la manera de volver a casa… Al final sólo es un sueño… ¿no puedo beber para ahogar mis penas?
Justo antes de que empezara el baile, Kirche, que usaba un hermoso vestido de noche, acompañaba a Saito. Pero cuando el baile empezó, desapareció. Saito no tuvo más opción que usar a Derflinger como compañero para evitar aburrirse.
En el medio de la pista de baile, Kirche estaba rodeada por un grupo de jóvenes, hablando y riendo. Aunque Kirche prometió bailar con él, pasaría un tiempo antes de que pudiera hacerlo.
Tabitha, con un vestido negro, se daba un banquete con la exquisita comida que estaba en la mesa.
Parece que todos disfrutaban al máximo del baile…
Las puertas del gran salón se abrieron y Louise apareció. Los guardias en la puerta le informaron a todos de la llegada de Louise.
-¡La hija del Duque Vallière, Louise Françoise Le Blanc de La Vallière, ha llegado!
Saito contuvo la respiración.
Louise llevaba un vestido de noche blanco con su largo cabello color fresa atado en una cola de caballo. Sus manos estaban cubiertas con unos guantes de un blanco puro que enfatizaban su esplendor. Su pequeña cara, con su vestido escotado, la hacía brillar como una gema.
Después de confirmar que la invitada había llegado, los músicos empezaron a tocar la música que era increíblemente tranquilizadora.
Alrededor de Louise sólo había hombres cautivados por su belleza, pidiéndole que bailara con ellos. Antes de esto, nadie había notado la belleza de Louise y sólo pensaban en ella como ‘Louise la Zero’. Ahora, el mismo grupo de hombres intentaba ganar su corazón.Los nobles empezaron a bailar elegantemente en la pista de baile. Louise rechazó la invitación de bailar. Vio a Saito en el balcón y se dirigió hacia allá. Louise estaba de pie, frente al ligeramente borracho Saito y puso los brazos en su cintura.
-Parece que te diviertes- dijo.
-Realmente no…- Saito apartó su mirada de la deslumbrante Louise, pensando que tuvo suerte de que había tomado un poco de vino, así Louise no se daría cuenta de que estaba sonrojado.
Derflinger miró a Louise y dijo:
-Jaja. ¡La ropa sí que hace al hombre!
-No es de tu incumbencia- Louise miró a la espada y cruzó los brazos.
-¿No vas a bailar?- preguntó Saito, evitando la mirada de Louise.
-No tengo compañero de baile- contestó Louise.
-¿No te acabó de invitar ese montón de gente?- preguntó Saito.
Louise no respondió y extendió la mano.
-¿Eh?- dijo Saito, confundido.
-Aunque eres sólo un familiar, haré una excepción- dijo una sonrojada Louise, mientras evitaba la mirada de Saito.
-No querrás decir ‘¿Me permite esta pieza?’, ¿no?- dijo Saito, también evitando la mirada de Louise.
Después de un momento de silencio, Louise suspiró.
-¡Sólo por hoy!- dijo.
Louise sostuvo los bordes de su vestido e hizo una reverencia.
-¿Me concede esta pieza, señor?
Esto hizo parecer a la tímida Louise aún más linda y cautivadora que antes. Saito, sostuvo la mano de Louise temblando, y juntos caminaron hasta la pista de baile.
-Nunca he bailado antes- dijo Saito.
-Sólo sigue el ritmo- dijo Louise, y tomo la mano de Saito amablemente.
Saito imitó a Louise y siguió su ritmo. A Louise no parecía importarle que Saito bailara tan tieso como un palo de escoba y se concentró en bailar.
-Saito, ahora te creo- dijo.



-¿Qué?
-Dijiste que eras de otro mundo- respondió Louise mientras bailaba elegantemente.
-¿Eh? ¿Antes no me creías?
-En un principio tenía mis dudas de lo que decías…- respondió-, pero el Báculo de la Destrucción… es un arma de tu mundo, ¿cierto? Cuando vi lo que hiciste, sólo me restaba creer en ti- Louise bajó la cabeza y preguntó-. ¿Quieres regresar?
-Sí. Quiero regresar, pero como no hay forma de hacerlo, me tendré que acostumbrar a la vida aquí.
-Tienes razón…- marmulló Louise, y continúo bailando. Después de eso, Louise, seguía sonrojada y no se atrevía a mirar a Saito-. Gracias- dijo abruptamente.
Tras escuchar eso, Saito estaba confundido.
¿Por qué actúa tan rara hoy?
-Bueno… ¿no me salvaste cuando casi me aplasta el golem de Fouquet?- contestó Louise.
Los músicos tocaron una melodía más alegre. Poco a poco, Saito se estaba animando.
Algún día… podré regresar a casa… pero estar aquí no está del todo mal. Louise está muy amable hoy, debería bastarme.
-De nada. Eso es lo que se supone que debo hacer.
-¿Por qué?
-Porque soy tu familiar.
Louise sonrió.
Derflinger que seguía en el balcón, los miró a ambos.
-¡Increíble!- se dijo a sí mismo.
Las lunas gemelas en el cielo iluminaban la pista de baile, y junto a la luz de las velas, creaban una atmósfera romántica en la pista de baile.
-¡Compañero! ¡Me asombras!- exclamó la espada, viendo a su compañero bailar con su ama-. ¿Un familiar bailando con su amo? ¡Ésta es la primera vez que veo algo así!


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[8] Chevalier es la palabra francesa para Caballero.
[9] La mayoría de lanzamisiles tienen una distancia de armado, lo que quiere decir que el proyectil debe recorrer cierta distancia antes de armarse para evitar lastimar al que lo lanza. Si esa distancia no se alcanza, el proyectil no explotará.

(^=== FIN VOLUMEN I ===^)

lunes, 11 de febrero de 2008

Volumen I - Capítulo VII

Capítulo VII
Fouquet la Tierra Desmoronadora
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En Tristain, había un mago ladrón que se hacía llamar “la Tierra Desmoronadora”, quien mantenía temerosos a todos los nobles del país. Su nombre completo era Fouquet la Tierra Desmoronadora.
Cuando Fouquet escuchó que un noble en el Norte tenía una corona enjoyada, fue hasta allá a robársela. Cuando Fouquet escuchó que un noble en el Sur tenía como tesoro familiar un báculo que le regaló el rey; Fouquet se abrió paso a través de las paredes para robarlo. En el Este, ninguno de los mejores anillos de perlas hechos por los artesanos de las Islas Blancas quedaban ya en ninguna mansión. Fouquet también se apoderó de una invaluable botella de vino añejo de una bodega en el Oeste. Fouquet estaba en todas partes.
Las tácticas de Fouquet iban desde la infiltración sigilosa hasta la entrada forzada. El banco nacional fue atacado en plena luz del día, y algunas casas habían sido silenciosamente frecuentadas en la profundidad de la noche. En cualquier caso, las tácticas de Fouquet dejaban a la guardia de magos reales por el suelo.
A Fouquet se le identificaba únicamente por el uso de la alquimia para entrar en las habitaciones que asaltaba, convirtiendo las puertas y paredes en tierra y arena, para luego proceder a entrar a través de las paredes agujereadas. Los nobles no eran estúpidos, obviamente, habían intentado “solidificar” todo alrededor de sus tesoros en un intento de detener la alquimia. Pero la magia de Fouquet era demasiado fuerte, lo anulaba todo, fortificado o no, convirtiéndolo en arena.
Si Fouquet decidiera entrar a la fuerza, lo hacía haciendo uso de un golem de tierra de treinta metros de alto. Echando guardias de lado a lado y despedazando las paredes del castillo, le permitía a Fouquet tomar tesoros a plena luz del día.
Nadie había visto nunca a Fouquet de cerca. Nadie sabía ni siquiera si Fouquet era hombre o mujer. Todo lo que sabían era que Fouquet era un mago de tierra de, por lo menos. Clase Triángulo.
También sabían que Fouquet dejaba notas insultantes, como “Tengo tu tesoro –Fouquet de la Tierra Desmoronadora” en cada escena de robo; y que Fouquet prefería los tesoros y artefactos de gran poder mágico.


***


Dos inmensas lunas iluminaban las paredes fuera del quinto piso de la Academia de Magia, donde se encontraba el cuarto de tesoros. La luz estiraba una sombra que se encontraba de pie contra las paredes. Fouquet de la Tierra Desmoronadora.
El largo y verde cabello de Fouquet se movía con el viento, y Fouquet estaba ahí de pie, mostrando la figura que llena de miedo a todos los nobles del país.


Presionando un pie contra la pared, Fouquet sintió su fuerza y no pudo evitar sentirse admirado.
La torre principal de la Academia es tan resistente como parece… ¿acaso sólo los ataques físicos son su única debilidad? No puedo atravesar algo tan grueso sin atraer la atención.
No era difícil para un experto en magia de tierra como Fouquet el averiguar el grosor de una pared solamente con sus pies, pero romperla era una cosa completamente diferente.
Parece que sólo utilizaron hechizos de endurecimiento en ella, pero no puedo ni romperla con un golem. Tiene un hechizo muy fuerte… mi alquimia no le afectará mucho.
-Maldición… y ya he llegado tan lejos- Fouquet apretó los dientes, frustrado-. No dejaré el Báculo de la Destrucción, pase lo que pase-. Fouquet cruzó los brazos y empezó a concentrarse.

***

Al mismo tiempo que Fouquet pensaba molesto en la pared, la habitación de Louise estaba hecha un caos. Louise y Kirche se miraban la una a la otra con ira, mientras Saito, en su cama de paja, inspeccionaba emocionado la espada que Kirche le acababa de regalar. Tabitha leía indiferente un libro en la cama de Louise.
-¿Qué quiere decir esto, Zerbst?- dijo Louise con las manos en la cintura. Miró a su rival.
Kirche observaba a Saito con admiración.
-Ya te lo dije. Conseguí lo que Saito quería, así que vine a dárselo.
-Ah, es una pena. Ya le conseguí un arma a mi familiar. ¿Cierto, Saito?
Por su parte, Saito no podía soltar el regalo de Kirche. Desenvainó la espada y la miró fijamente. Cuando sostuvo una espada, las inscripciones en su mano izquierda brillaron y su cuerpo se hizo tan ligero como una pluma. Quería moverla, pero estaba dentro de la habitación. Todavía no podía entender qué era lo que pasaba con su mano izquierda. Todo lo que sabía es que brilló cuando sostuvo una espada.
Pero todo lo que importaba en este momento era la hermosamente decorada espada.
-Esto es increíble… Esta me gusta más… ¡y brilla!
Louise lo pateó.
-¿Qué haces?- gritó Saito.
-Devuélvelo. ¿Ya no tienes tu espada parlante?
-Hmmm… es verdad… Es interesante que una espada pueda hablar, pero aún así…
Está tan oxidada y vieja, y también rota. Si un espadachín usa algo, debe ser brillante y buena, ¿cierto? Además, Kirche me la dio sin pedir nada a cambio…
-¡Las palabras del celoso son poco educadas, Vallière!- presumió Kirche triunfante.
-¿Celoso? ¿Quién está celoso?
-¿No lo estás? Yo, Kirche, conseguí fácilmente la espada deseada por Saito y se la di como un regalo. No puedes decir que no estás celosa, ¿no es así?
-¿Celosa? ¡Ni hablar! Dejando eso de lado, ¡no aceptaré ni siquiera un pequeño gesto de generosidad de una Zerbst! ¡Y punto!
Kirche miró a Saito, quien miraba de mala gana la espada decorada en las manos de Louise.
-¿Lo ves? Saito ama esta espada, ¿entiendes? ¡Esta espada fue creada por el alquimista de Germania, Lord Shupei!- Kirche miró seductivamente a Saito-. Escucha un segundo… ¡todo lo que es bueno en este mundo, desde espadas hasta mujeres, sólo puede venir de Germania! ¡Las mujeres de Tristain, como Louise, son todas extremadamente celosas, impacientes, tacañas y relamidas, y nada las puede cambiar!
Louise miró mal a Kirche.
-¿Qué?- rió Kirche-. Sólo estoy diciendo la verdad.
-Oh… qué divertido. ¡Mujeres como tú son unas idiotas que sólo piensan en el amor! ¿Te metiste con tantos tipos allá en Germania, y como nadie confiaba en ti, terminaste huyendo hasta aquí, a Tristain?- preguntó Louise, con una risa fría e intransigente, intercalada con temblores producto de su enojo.
-Tienes agallas, Vallière…- el rostro de Kirche se oscureció.
-¿Qué? Sólo estoy diciendo la verdad- añadió Louise victoriosa.
Blandieron sus varitas simultáneamente.
Tabitha movió su báculo más rápido que ellas dos, haciendo volar sus varitas con una ráfaga.
-Dentro- dijo simplemente.
Probablemente quería decir que era peligroso pelear dentro del cuarto.
-¿Y quién es esta?- musitó Louise enojada-. Ha estado sentada en mi cama desde...
-Ella es mi amiga- respondió Kirche.
-¿Y por qué tu amiga está en mi cuarto?
Kirche la miró.
-¿Hay algún problema?
Saito intentó hablarle a Tabitha, pero no respondió nada, sólo leía tranquilamente su libro, como si las conversaciones fueran un inconveniente.
Mientras tanto, Louise y Kirche todavía se miraban con odio.
-Bueno… dejemos que Saito decida- dijo Kirche, apartando la mirada.
-¿Yo? ¿Decidir?- Saito inmediatamente se sintió ansioso al ser señalado.
-Es verdad. Esto es sobre tu elección de las espadas- Louise también lo miró.Repentinamente, Saito se sintió peor. Sin duda le gustaba la espada brillante de Kirche. Pero Louise nunca me dejará elegir esa, tal vez me deje sin comida por una semana, aunque supongo que Siesta me puede dar algo, pero igual…
Miró a Louise, quien también lo miraba.
Louise podrá ser una chica egoísta, egocéntrica y desagradecida, pero me cuidó cuando estuve herido por días… y es el tipo de chica que me parece atractiva…
Pero… Kirche me compró esta espada tan cara. Y para colmo, una chica hermosa como ella me confesó su amor. Antes de esto, no había forma de siquiera acercarme a alguien tan bella…
Vale, eso hizo mi tarea más difícil todavía. Ahora parece que estuviera escogiendo entre ellas y no las espadas…
-¿Bien? ¿Qué harás?- Kirche y Louise lo miraron fijamente.
-Hmmm, bueno… ¿No puedo quedarme con ambas?- dijo Saito, ladeando la cabeza para parecer simpático.
No funcionó. Una patada combinada lo lanzó por el aire, enviándolo derecho a su cama de paja.
-Oye- Kirche volteó hacia Louise.
-¿Qué?
-Supongo que es momento de que terminemos con esto.
-Eh… tienes razón.
-Realmente te odio, ¿sabes?
-Igualmente.
-Pensamos igual- sonrió Kirche, y levantó una ceja.
Louise levantó su barbilla desafiante.
-¡Tengamos un duelo!- gritaron al mismo tiempo.
-Oigan… no tienen que…- Saito estaba sorprendido. Ambas se miraron como si no lo escucharan.
-Pero obviamente, ¡lo haremos con magia!- declaró Kirche triunfante.
Louise se mordió el labio inferior y asintió.
-Bien. ¿El lugar?
-¿En serio? ¿Estás segura, Louise la Zero? ¿Estás realmente segura de que quieres enfrentarte a mí en un duelo de magia?- presionó Kirche.
Louise bajó la cabeza.
¿Estoy segura? Claro que… no. Pero es el reto de una Zerbst, así que tengo que aceptarlo.
-¡Claro! ¡No perderé ante ti!

***

Mientras estaba de pie en las paredes de la torre central de la Academia, Fouquet sintió unos pasos. Inmediatamente saltó hacia el suelo y, cuando casi llegaba a tocarlo, susurró ‘Hechizo de Levitación’. Aterrizó como una pluma, amortiguando la caída.
Entonces Fouquet desapareció entre los arbustos.Louise, Kirche, Tabitha y Saito entraron al patio.
-Bien, empecemos- anunció Kirche.
-¿Realmente van a hacer un duelo?- preguntó Saito ansioso.
-Sí, lo haremos- respondió Louise confiada.
-¿No es un poco… peligroso? Paremos esto aquí y olvidémoslo, ¿sí?
-Eso es cierto, así que quien salga lastimado es un idiota- dijo Kirche.
-Así es- asintió Louise.
Ambas miraron a Saito. Y él tuvo un mal presentimiento de todo esto.

***

-Oigan… ¿esto es en serio?- suplicó Saito, pero a nadie le importó. Estaba colgado de la torre principal de una cuerda.
Sí… Debí haber escogido a una de las dos y terminar con esto.
En el suelo, que se veía lejano, muy lejano, Saito podía ver las siluetas de Kirche y Louise. A pesar de ser de noche, las dos lunas aclaraban la visión. Hasta podía ver a Tabitha en su dragón de viento. Tenía dos espadas en su boca.
Las dos lunas brillaban cálidamente sobre Saito. Kirche y Louise lo miraron, colgado y balanceándose en el aire.
Kirche apretó sus manos.
-Esto es lo que haremos… la primera que corte la cuerda y deje caer a Saito, gana. La espada de la ganadora le pertenecerá a Saito. ¿Te parece bien?
-Bien- asintió Louise, su rostro indiferente.
-No hay límites en los tipos de hechizos que se pueden usar. Puedes ir primero… te dejo.
-De acuerdo.
-Está bien… Buena suerte.
Louise agitó su varita. En el aire, Tabitha empezó a sacudir la cuerda, moviendo a Saito de izquierda a derecha.
Hechizos como “bola de fuego” tienen grandes rangos de precisión, y pueden dar el blanco, siempre y cuando el blanco no se mueva. Sin embargo, Louise tenía otras cosas de qué preocuparse: antes que todo, tenía que conseguir que el hechizo funcionara.
Louise se concentró.
¿Qué funcionará? ¿Viento? ¿Fuego? Agua y tierra están descartados… no tienen tantos hechizos que puedan cortar cuerdas. Los hechizos de fuego son los mejores para esta ocasión… y en ese momento, Louise recordó que Kirche es especialmente buena con esos. Las bolas de fuego de Kirche pueden cortar la cuerda fácilmente. No puedo fallar.
Escogió las bolas de fuego. Apuntando una pequeña al blanco, recitó el corto hechizo.Si fallaba, Saito se quedaba con la espada de Kirche, y para alguien tan creída como Louise, eso era algo completamente inaceptable.

***

Fouquet los observaba desde los arbustos. Vio el agujero que el estallido de Louise había hecho en las paredes.
¿Qué tipo de magia es esa? Pidió una bola de fuego, pero nada salió de su varita y después la pared explotó. Nunca escuché de un hechizo que pudiera hacer explotar las cosas de esa manera.
Fouquet movió la cabeza.
Pero más importante que eso, es que no puedo dejar escapar esta oportunidad.
Fouquet empezó a recitar un largo hechizo, moviendo su varita hacia el suelo. Cuando Fouquet terminó, una pequeña sonrisa se pintó en su cara. Después de que terminó de hablar, un bulto se formó en la suelo. Fouquet de la Tierra Desmoronadora estaba mostrando su talento.
-¡Qué vergüenza, Vallière!- reía Kirche.
Con su batalla perdida, Louise relajó sus hombros, un poco deprimida y reticente. Saito la miró, una emoción complicada emergió en su rostro.
-¿Por qué no me… sueltan primero?- dijo en voz baja. No podía moverse con la cuerda que le daba varias vueltas a su cuerpo.
Kirche sonrió.
-Oh, claro que sí, ¡estaré encantada!
En ese momento, Kirche sintió algo detrás de ella. Se giró a ver. No podía creer lo que veía.
-¿Qué… demonios es eso?- Kirche estaba boquiabierta. Lo que vio fue un gigantesco golem de tierra moviéndose en su dirección.
-¡¡¡Ah!!!- huyó gritando Kirche.
-¡Oye! ¡Oye!- le gritó Saito-. ¡No te vayas! ¡No me dejes aquí!
Entró en pánico. Después de todo, nunca había visto a un golem gigantesco, y este se estaba acercando a él.
-¿Qué demonios es eso? ¡Es enorme!- Saito quería correr, pero las cuerdas lo mantenían firme en el suelo.
Louise volvió en sí y corrió hacia Saito.
-Tú… ¿por qué estás atado?
-¿No fue idea tuya?
Encima de ellos, el golem levantó un pie. Saito perdió la esperanza.
-¡Louise, sal de aquí!- gritó.
-Maldición… esta cuerda…- Louise intentó, en vano, desatar los nudos.
El pie del golem descendió. Saito cerró los ojos.
En ese instante, el dragón de viento de Tabitha bajó desde el cielo, agarrando a los dos con sus garras a escasos milímetros del pie, y los alejó, antes de que el golem se apoyara aplastando todo debajo de él, en un abrir y cerrar de ojos.
Colgando bajo el dragón de viento, Saito y Louise observaron el golem. Saito preguntó tembloroso:
-¿Q-q-qué demonios es eso?
-No estoy segura… ¡Pero es un golem de tierra gigantesco! ¡Alguien debe haberlo invocado!
-¿Algo tan grande?
-Quien haya convocado eso, debe ser, por lo menos, un mago nivel triángulo.
Saito se mordió el labio, y pensó en Louise, que intentó desatarlo sin importarle el peligro.
-Dejando eso de lado… ¿por qué no corriste?
-Ningún amo que se respete dejaría a su familiar de esa manera- respondió honestamente.
Saito la miró callado. Por alguna razón, la encontró muy atractiva… justo en este momento…

***

Fouquet sonreía mientras se encontraba de pie en el hombro del golem. No le prestó atención al dragón de viento o la huida de Kirche. Una capa negra lo cubría de pies a cabeza. No podían haber visto su cara.
Fouquet transformó el puño del golem en uno de una composición metálica y le ordenó que golpeara la pared. Un golpe torpe se escuchó cuando el puño metálico golpeó la pared, desmoronándola. Bajo la capa oscura, Fouquet sonrió.
El golem transportó a Fouquet en su mano, y el ladrón entró a través del agujero, y fue directamente al cuarto de los tesoros. Guardaban objetos de valor de toda clase, pero Fouquet tenía sólo un objetivo.
El Báculo de la Destrucción.
Una fila de báculos de muchos tipos colgaba en la pared, pero sólo uno llamó la atención de Fouquet. Medía aproximadamente un metro y estaba hecho con un tipo de metal que Fouquet nunca había visto. Miró la etiqueta debajo del báculo que decía “Báculo de la Destrucción. No coger”.
Su sonrisa creció.
Fouquet tomó el Báculo de la Destrucción, y se sorprendió por lo ligero que era.
¿De qué estará hecho?
No tenía tiempo de pensar en esas cosas, así que corrió de vuelta al hombro del golem. Fouquet grabó un mensaje en la pared antes de irse:

“Tengo su Báculo de la Destrucción.
–Fouquet la Tierra Desmoronadora”.

Con su invocador en su hombro, el golem saltó desde las paredes de la Academia, aterrizó con un gran golpe y se fue en dirección a las praderas de más allá.

***

Muy por encima del golem, el dragón de viento daba vueltas. Tabitha, sentada en el dragón, agitó su báculo para lanzar un hechizo de levitación, moviendo a Saito y a Louise encima del dragón.
Lo agitó otra vez y el aire alrededor de Saito resonó en ondas cortantes, despedazando las cuerdas que lo mantenían cautivo.
-Gracias- le dijo a Tabitha.
Su cara se mantenía indiferente, sólo asintió.
Saito observó el gigantesco golem de tierra y le dijo a Louise:
-Ese mago… rompió la pared. ¿Pero para qué?
-El cuarto de tesoros- respondió Tabitha.
-Llevaba algo en las manos cuando salió del agujero.
-Era un ladrón. Pero… eso fue muy osado.
Observaron cómo el enorme golem se derribaba en plena caminata, convirtiéndose en una montaña de tierra.
Aterrizaron.
Brillantemente iluminado por las dos lunas, no había nada más aparte de una montaña de tierra.
Así de simple, el mago desapareció.

sábado, 2 de febrero de 2008

Volumen I - Capítulo VI

Capítulo VI
El Vendedor de Armas de Tristain
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Kirche se despertó antes del mediodía. Hoy es el Día de Nada, pensó. Miró a su ventana y descubrió que no había cristal, y que había marcas de fuego alrededor del marco. Aún somnolienta, se quedó mirando un segundo antes de recordar lo que sucedió la noche pasada.
-Cierto… vino mucha gente, y los mandé a freír espárragos.
Dejó de preocuparse de su ventana tras eso. Se levantó y empezó a maquillarse, mientras pensaba animada cómo debería seducir a Saito hoy. Kirche era una cazadora nata.
Cuando acabe, iré y llamaré a la habitación de Louise. Apoyaré mi mejilla en una mano, ocultando mi sonrisa. Saito abrirá la puerta, y le abrazaré y besaré en cuanto pueda. Oh… ¿qué hará Louise ante eso…?, pensó Kirche. Y después… podría intentar guiarle fuera de la habitación, y quizás se acerque él a mí. El pensamiento de un posible rechazo no pasó por su mente.
Sin pensarlo dos veces, usó un hechizo de apertura en la puerta de Louise, y fue recompensada con un clic. En realidad, los hechizos de apertura estaban prohibidos en la academia, pero a Kirche no le importaba. “Pasión por encima de todo” era el lema de su casa.
Pero la habitación estaba vacía. Ninguno de los dos estaba.
Kirche curioseó la habitación.
-Siempre igual… una habitación sin gusto.
La mochila de Louise no estaba tampoco. Sumándole el hecho de que era el Día de Nada significaba que habían ido a algún sitio. Kirche miró por la ventana y vio a dos personas montadas a caballo, listas para irse; eran Saito y Louise.
-¿Qué? ¿De excursión, eh?- murmuró Kirche molesta.
Tras pensar un momento, salió corriendo de la habitación de Louise.

***

Tabitha estaba en su habitación, navegando entre su mar de libros. Debajo de su pelo azulado y de sus gafas había brillantes ojos azules que relucían como el océano.
Tabitha en realidad era cuatro o cinco años más joven de lo que aparentaba. Era incluso más pequeña que la ya de por sí pequeña Louise, y su cuerpo era bastante delgado. Una chica que no le importaba lo que la gente pensara de ella.
Tabitha amaba los Días de Nada. Era cuando podía sumergirse en sus mundos favoritos. A sus ojos, el resto de gente eran intrusos en su pequeño mundo, lo que le daba un sentimiento de melancolía.
No pasó mucho tiempo antes de que alguien llamara fuertemente a su puerta. Sin levantarse, Tabitha se limitó a coger y mover su bastón, más alto que ella. Realizó un “Hechizo de Tranquilidad”, un hechizo de viento. Tabitha era una maga con afinidad de viento. El “Hechizo de Tranquilidad” taponó esos ruidos molestos. Satisfecha, volvió a su lectura, sin mover un ápice el rostro en todo el proceso.
Entonces alguien forzó la puerta a abrirse. Dándose cuenta, Tabitha movió sus ojos del libro. Era Kirche.
Comenzó a balbucear algo, pero con la magia del silencio, ninguna de sus palabras llegó hasta Tabitha. Kirche apartó el libro de Tabitha, y cogió a la pequeña lectora por los hombros para hacer que la mirara. Tabitha miró fijamente a Kirche, con una expresión llana en la cara. Aún así, uno podía darse cuenta de que no era una mirada de bienvenida.
Pero Kirche era la amiga de Tabitha. Si hubiera sido otro, le habría hecho volar por los aires con un ciclón. Sin alternativa, Tabitha canceló su magia. Como si un candado se hubiese abierto, la voz de Kirche emergió al instante.
-¡Tabitha! ¡Prepárate, nos vamos!
Tabitha le explicó suavemente a su amiga:
-Día de Nada.
Esa explicación era suficiente para Tabitha, que intentaba recobrar el libro de las garras de Kirche. Kirche se incorporó y levantó el libro en el aire, alejando con la diferencia de altura el libro de Tabitha.
-Sí, ya sé qué importancia tienen los Días de Nada para ti. ¡Pero ahora no es tiempo de hablar! ¡Estoy enamorada! ¡Es amor! ¿Lo entiendes?
Tabitha no lo entendía, y movió su cabeza. Kirche era impulsiva, pero Tabitha era una pensadora tímida y tranquila. Uno no puede más que preguntarse cómo gente tan opuesta son buenas amigas.
-Vale... no te moverás hasta que te lo explique. Repito… ¡ESTOY ENAMORADA! ¡Pero el chico va a irse por ahí con esa pesada de Louise hoy! ¡Quiero seguirlos y averiguar adonde van! ¿Lo entiendes ya?
Tabitha seguía sin entenderlo, porque aún no sabía qué tenía ella que ver en todo eso.
-¡Acaban de irse! ¡A caballo! No puedo alcanzarles sin tu familiar, ¿sabes? ¡Échame una mano, por favor!- empezó a llorar Kirche.
Tabitha por fin asintió. Así que es por eso... necesitas mi familiar para alcanzarlos.
-Oh, muchísimas gracias… así que… ¡deprisita!Tabitha asintió de nuevo. Kirche era su amiga, y no podía hacer nada si sus amigas acudían a ella para problemas que no podían ser resueltos sin ella. Era un poco molesto, pero no había elección. Abrió su ventana y empezó a tocar su flauta.
La música invadió el cielo azul por un momento. Después saltó por la ventana. Aquellos que no la conocieran lo encontrarían raro, o alarmante.
Kirche siguió de cerca de Tabitha y saltó a su vez por la ventana sin pensárselo. Sólo un apunte: la habitación de Tabitha estaba en el quinto piso. Normalmente olvida salir por la puerta cuando va hacia afuera, puesto que saltar por la ventana es mucho más rápido.
Alas fuertes y anchas se abrieron en el viento. Después, un dragón de viento voló y cazó al vuelo a sus dos pasajeras.


-¡Tu Sylphid es increíble, no importa las veces que lo mire!
Kirche se agarró a una escama saliente y suspiró de admiración. Así era, el familiar de Tabitha era un pequeño dragón de viento.
El dragón, que fue nombrado así por Tabitha, cogió rápida y espectacularmente la corriente de aire ascendente alrededor de la torre y subió a los doscientos metros de altura en un abrir y cerrar de ojos.
-¿Dónde?- preguntó Tabitha secamente a Kirche.
-No lo sé…- gritó Kirche al instante-. Estaba en pleno ataque de pánico.
A Tabitha no le importó y ordenó a su dragón de viento:
-Dos personas. A caballo. No te los comas.
Su dragón emitió un pequeño gruñido como muestra de entendimiento. Sus escamas azules brillaron y sus alas batieron con fuerza el viento. Voló alto, oteando el suelo en busca de un caballo; tarea sencilla para un dragón de viento.Satisfecha de que su familiar cumpliese, Tabitha robó el libro de las manos de Kirche, se recostó contra el dragón, y volvió a la lectura.

***

Mientras tanto, Saito y Louise caminaban despacio por las calles de la ciudad de Tristain, habiendo dejado el caballo prestado en los establos de las puertas de la ciudad.
Los costados de Saito dolían cruelmente. Era la primera vez que montaba a caballo, después de todo.
-Me duelen los riñones…- se quejaba, caminando lentamente.
Louise frunció el entrecejo mientras miraba a Saito.
-Inútil. ¿Nunca habías montado a caballo? Los plebeyos no sois más que...
-Y tú eres una pesada. ¡Hemos estado encima de esa cosa durante tres horas!
-Bueno… no podemos venir andando, ¿no?
A pesar del dolor, Saito miraba alrededor con curiosidad. Calles de adoquín blanco… ni que fuera un parque de atracciones. Comparado a la Academia, había bastante más gente vestida normal aquí. A los lados de las calles vendedores ofrecían fruta y carne.
El amor de Saito por los sitios exóticos se manifestó por un momento. Pero era un mundo extraño. Había gente caminando pausadamente y gente corriendo frenéticamente. Hombres y mujeres de todas las edades caminaban por las calles.
Esto no era ninguna diferencia respecto al mundo de Saito, aunque las calles eran más estrechas.
-Estamos un poquito apretados…
-¿Apretados? Es una calle realmente ancha.
-¿Ancho, esto?
Ni siquiera son 50 metros.
Con toda aquella gente caminando, cada paso era incómodo.
-La calle Brudan, la avenida más ancha de Tristain. El palacio está justo delante- señaló Louise.
-Al palacio, pues.
-¿Por qué hemos de ir a visitar a Su Majestad, la Reina?
-Quiero pedirle que me aumente mi ración de comida.
Louise se rió.
Las calles estaban llenas de tiendas. Saito, lleno de curiosidad, no podía apartar sus ojos de ellas. Cuando se fijó en un extraño sapo metido en un tarro que tenía un vendedor, Louise le agarró de la oreja.
-Eh, no vayas por rincones. Hay muchos ladrones y bandidos aquí. Estás cuidando mi monedero en tu chaqueta, ¿verdad?
Louise había dicho que los monederos debían ser llevados por los sirvientes, y sin piedad le puso ese cometido a Saito. El monedero estaba pesadamente lleno de monedas doradas.
-Que sí… que sí... con mucha atención. ¿Pero cómo puede alguien robar algo tan pesado?
-Con magia se puede hacer en un segundo.
Pero nadie alrededor parecía un mago. Saito aprendió cómo distinguir los magos de los plebeyos en la Academia. Los magos siempre llevaban capas, y tenían un andar arrogante. Según Louise, era la forma de caminar de un noble.
-¿No son todos plebeyos?
-Por supuesto. Los nobles son sólo un diez por ciento de la población, y no suelen pasearse entre barriadas como estas.
-¿Por qué robarían los nobles?
-Todos los nobles son magos, pero no todos los magos son nobles. Si por cualquier razón un noble es desheredado de su familia, se quitase su apellido por voluntad propia, cambiara de estatus para ser un mercenario o criminal… ¡Eh! ¿Me estás escuchando?
Saito no escuchaba. Estaba demasiado fascinado por las señales de la calle.
-¿Qué significa ese símbolo de botella?
-Taberna.
-¿Y qué dice en esa señal con la gran cruz?
-Es un centro de reclutamiento para guardias.
Saito se detenía en cada símbolo extraño, y Louise tenía que cogerle de la muñeca para hacerle andar.
-Vale, vale, de acuerdo, no tengas tanta prisa. ¿Dónde está la tienda del herrero?-Por aquí. Pero no sólo venden espadas.
Louise se metió en una calle más estrecha aún. Un olor asqueroso, proveniente de basura y otros desechos del suelo, invadió sus narices.
-Qué asco da esto.
-Te dije que los nobles no venían muy a menudo.
Al cuarto cruce, Louise se detuvo y miró alrededor.
-Debería estar cerca de la Tienda de Pociones de Peyman… recuerdo que era por aquí- vio una señal de bronce y gritó alegremente-. ¡Ah! ¡Lo encontré!
Una señal con forma de espada bailaba debajo. Parecía que este era la tienda del comerciante de armas. Louise y Saito subieron las escaleras empedradas, abrieron la puerta y entraron.
A pesar de que hacía una brillante mañana, la tienda estaba algo oscura dentro. Una lámpara de gas iluminaba la estancia. Las paredes y estanterías estaban llenas de armas sin ordenar. Una detallada armadura decoraba el lugar.
Un hombre cincuentón y fumador miró a Louise sospechosamente. Al menos hasta que vio el pentagrama en su botón dorado, que fue cuando habló.
-Mi señora… mi noble señora… ¡todos mis bienes son reales y a precios razonables! ¡No hay nada criminal aquí!
-Seré tu cliente.
-Oh… qué raro... ¡una noble comprando una espada! Bastante extraño.
-¿Y eso por qué?
-Bueno… los sacerdotes empuñan bastones sagrados; los soldados espadas; y los nobles, varitas. ¿No es esa la regla?
-Oh, no la voy a usar yo. Lo hará mi familiar.
-Ah… ¿un familiar que puede usar una espada, eh?- habló el vendedor con voz curiosa y miró a Saito-. ¿Así que este señorito de aquí es su familiar?
Louise asintió.
Mientras, Saito estaba abstraído por la vasta colección de espadas, gritando periódicamente cosas como ‘¡Guau!’o ‘¡Ésta es impresionante!’.
Louise ignoró a Saito y continuó:
-No sé mucho sobre espadas, así que, por favor, enséñame algo que sea razonable.
El vendedor caminó alegremente al almacén, murmurando en silencio algo como ‘oh, esto es perfecto: puedo subir los precios’ y poco después apareció con una espada larga de un metro de longitud.
Era una espada ricamente decorada. Parecía que podía blandirse con una sola mano. Tenía incluso una guarda en la pequeña empuñadura.
El vendedor habló entonces como si hubiera recordado algo:
-Hablando de eso, parece que los nobles dejan a sus sirvientes llevar espadas últimamente. La última vez que alguno pasó por aquí, escogió de este tipo.
Ya veo… una espada brillante y reluciente. Perfecta para un noble, pensó Louise.
-¿Esa es la moda?- preguntó Louise.
El vendedor asintió convencido.-Así es. Parece que ha habido un incremento de delincuencia en las calles de Tristain últimamente…
-¿Delincuencia?
-Sí. Un mago ladrón que se hace llamar ‘Fouquet la Tierra Desmoronadora’. Y he oído que ha robado muchos tesoros de los nobles. Esos nobles están muy perturbados, y por eso están armando a sus sirvientes con espadas.
Louise no tenía interés en bandidos, y se concentró en la espada. Parecía algo que se fuera a romper al instante. Saito había usado una espada mucho más grande la última vez.
-Preferiría algo más grande y más ancho.
-Mi señora, por favor, perdone mi franqueza. Las espadas y las personas tienen personalidad, igual que los hombres y las mujeres. Me parece que esta espada le queda muy bien al familiar de mi noble señora.
-¿No acabo de decir que quiero algo más grande y más ancho?- dijo Louise, bajando impacientemente la cabeza.
El vendedor entró de nuevo, musitando en silencio ‘oh, la alcurnia’. Tras un rato, volvió trayendo en una mano la nueva espada envuelta en un trapo aceitoso.
-¿Qué hay de esta?
Era una espléndida espada ancha de metro y medio de largo. La empuñadura estaba hecha para llevar a dos manos y estaba repleta de joyería. El filo, que parecía un espejo, reflejaba una luz irresistible. Cualquiera que la mirase diría que era una espada afilada.
-Esto es lo mejor que tengo. Mejor que para nobles, debería decir que es algo que los nobles desearían llevar en sus cintos, pero eso queda reservado para los hombres muy fuertes. Si no, llevarla a la espalda no está tan mal.
Saito caminó despacio, sus ojos fijos en la espada.
-Increíble. Esa espada parece poderosa- Saito la quiso instantáneamente. Era una espada magnífica, sin importar la forma en que la mirase.
Supongo que esta está bien, pensó Louise, viendo la satisfacción de Saito.
-¿Cuánto está?- preguntó.
-Bueno… fue hecha por el famoso alquimista Germaniano Lord Shupei. Puede cortar el metal como mantequilla por la magia imbuida en ella. ¿Ve esta inscripción?- el vendedor señaló orgulloso las palabras de la empuñadura-. No encontrará nada parecido y más barato.
-Bueno… soy una noble- Louise levantó la barbilla.
Ante eso, el vendedor dijo el precio secamente:
-Solamente tres mil nuevos oros.
-¿Qué? ¡Te puedes comprar una casa de veraneo con jardín por ese precio!- dijo Louise, incrédula.
Saito, que no tenía ni idea del valor de la moneda, tan sólo miraba.
-Una espada famosa vale tanto como un castillo, mi señora. Una casa de veraneo es bastante barata comparada con esto.
-Sólo he traído 100 nuevos oros…- pidió Louise. Siendo noble, no tenía habilidad para regatear, y cometió el error de decir el contenido de su monedero.
El vendedor movió la mano con desdén.
-Venga ya… incluso las espadas normales valen como mínimo doscientos nuevos oros.
La cara de Louise se volvió roja. No sabía que las espadas costasen tanto.
-¿Qué… no podemos comprar esta?- dijo Saito en tono molesto.
-No... Tendremos que ir a por algo más asequible.
-Los nobles son tan arrogantes, y ahora…- murmuró Saito.
Louise le clavó la mirada.
-¿Tienes idea de lo que cuestan las pociones? Porque alguien estuvo gravemente herido…
-Lo siento- Saito agachó la cabeza con vergüenza.
Acariciaba la espada, contrariado.
-Pero me gusta esta espada…-dijo.
En ese momento, una voz masculina y grave salió de una montaña de espadas desordenadas:
-¡No seas tan orgulloso, chico!
Louise y Saito miraron hacia el sonido. El vendedor se llevó las manos a la cabeza.
-¿Por qué no te miras a ti mismo?- continuó la voz-. ¿Tú? ¿Llevar esa espada? No me hagas reír. ¡A ti sólo te valdría un palo!
-¿Qué acabas de decir?- preguntó Saito. No se tomó ese insulto a la ligera, pero no había ningún ser en la dirección del sonido con el que enfadarse. Sólo había una montaña de espadas.
-Si lo has entendido, vete a casa. ¡Sí, tú! ¡La chica noble de allí!
-¡Qué maleducado!
Saito se acercó al sonido lentamente.
-Pero si aquí no hay nadie…
-¿Tienes los ojos para decorar solamente?- rió la voz.
Saito miró detrás de él. ¿Qué? Es una espada la que está diciendo eso. Provenía de una espada dañada y oxidada.
-¡Una espada que habla!- exclamó Saito.
El vendedor gritó súbitamente enfadado:
-¡Derf! ¡No les digas esas cosas a mis clientes!
-¿Derf?- Saito inspeccionó cuidadosamente la espada. Era del mismo tamaño que aquella gran espada, aunque su filo era algo menos ancho. Era una espada larga fina, pero su superficie estaba cubierta de óxido y no se podía decir que estaba bien hecha.
-¿Cliente? ¿Un cliente que no puede llevar una espada? ¿Me tomas el pelo?
-¿Podría ser... que esta fuera una espada sensible?- preguntó Louise.
-Así es, señora. Es una espada sensible, mágica, inteligente. Me pregunto qué clase de mago pudo haber hecho hablar a una espada… pero tiene una lengua podrida, siempre discute con mis clientes. ¡Eh, Derf! ¡Sigue así de insolente y le pediré a esta noble que te funda!
-¡Me parece bien! ¡Me gustaría verte intentarlo! Estoy algo cansado de este mundo. ¡Me encantaría ser fundido!
-¡Vale! ¡Te fundiré!- el vendedor se acercó, pero Saito le detuvo.-Menudo gasto… ¿no es una espada parlante algo importante?- Saito se volvió hacia ella-. ¿Te llamas Derf, no?
-¡No! ¡Soy Lord Derflinger! ¡Recuérdalo!
-Igual que una persona, hasta tiene un nombre- murmuró Saito-. Mi nombre es Saito Hiraga. Encantado de conocerte.
La espada se calló, y parecía observar de cerca de Saito. Después de un momento, habló con voz queda:
-Así que has venido… ¿Eres un portador?
-¿Un portador?
-¿Qué? Ni siquiera conoces tus propios poderes, ¿eh? Menudo chico… ¡oh, bueno! Cómprame, amigo mío.
-De acuerdo. Te compraré- dijo Saito. La espada se volvió a callar-. Louise, me llevaré esto.
-¿Quieres esta cosa?- dijo Louise con cara de pocos amigos-. ¿No puedes elegir alguna otra cosa más bonita y que no hable?
-¿No te gusta? Yo creo que una espada parlante se ve bien.
-Ya veo… por eso no me gusta a mí- se quejó Louise. Pero no tenía dinero para nada más, así que le preguntó al vendedor-. ¿Cuánto por esta?
-Eh… Cien está bien.
-¿No es algo barato?
-¿Por esa? Os la dejo barata- añadió, moviendo su mano con asco.
Saito sacó la cartera de Louise del bolsillo de su chaqueta y vació su contenido en el mostrador. Una por una, monedas de oro cayeron a la superficie de madera. Después de contar con cuidado, el vendedor finalmente asintió.
-¡Gracias por la compra!- dijo, mientras metía la espada en su vaina y se la daba a Saito-. Si se pone muy ruidosa, vuelve a meterla en la funda, así se callará.
Saito asintió, y recibió a Derflinger.

***

Dos siluetas miraban a Louise y Saito en la tienda de armas. Kirche y Tabitha. Kirche vigilaba desde las sombras de la calle, mordiéndose con fuerza el labio.
-Louise la Zero… intentando calentar tu relación con Saito comprándole una espada, ¿eh? ¿Sobornándole con regalos después de saber que él es mi presa? ¿Qué se habrá creído?
Kirche golpeó con ira el suelo. Tabitha, habiendo acabado su trabajo, estaba leyendo como siempre. Sylphid planeaba en el cielo sobre ellas. Los habían seguido poco después de haberlos encontrado.
Kirche esperó a que la pareja se alejase, y corrió al interior de la tienda. El vendedor miraba a Kirche sin poder creer a sus ojos.
-¿Otro noble? ¿Qué diablos pasa hoy?-Hola, jefe…- Kirche jugó con su pelo, con una sonrisa encantadora en sus labios.
La cara del vendedor se volvió de un rojo brillante ante la repentina seducción.
-¿Sabrías por casualidad qué ha comprado hace poco esa noble?
-Una e-espada… compró una espada.
-Ya veo… así que le ha conseguido una espada… ¿Qué tipo de espada?
-Una s-sucia y oxidada.
-¿Oxidada? ¿Por qué?
-No tenía suficiente dinero.
Kirche rió, con la mano en su mejilla.
-¡Está en bancarrota!- dijo Kirche en tono triunfante para sus adentros-. ¡Vallière! ¡La casa de tu Duque llorará por esto!
-¿Ah? ¿Acaso mi señora ha venido también a comprar una espada?- el vendedor se puso al acecho, no queriendo perder la oportunidad.
Esta noble parece rica comparada con la pequeñita, pensó inmediatamente.
-Sí… Enséñame la mejor.
El hombre entró, frotándose las manos, excitado. Volvió, naturalmente, con la espada que le acababa de enseñar a Saito.
-Ah… ¡una espada muy bien hecha!
-Tiene buen ojo, señora. Aquella noble de antes tenía un sirviente que la quería, pero era demasiado para ellos.
-¿Ah, sí?- preguntó Kirche. ¿El sirviente de la noble? ¡Es la que quiere Saito!
-Por supuesto… Fue hecha por el famoso alquimista Germaniano Lord Shupei. Puede cortar el metal como mantequilla por la magia imbuida en ella. ¿Ve esta inscripción?- el vendedor repitió el mismo cuento.
Kirche asintió.
-¿Cuánto?
El vendedor pidió más, viendo que Kirche era bastante más rica.
-Esto… en nuevos oros, cuatro mil quinientos.
-Hmmm… es un poquitín caro- se quejó Kirche.
-Bueno… las mejores espadas necesitan que se pague su valor, ¿sabe?
Kirche pensó durante un instante, moviendo su cuerpo hacia el vendedor.
-Jefe… ¿no es eso un poquitín caro?
Al ser acariciado en la garganta, el hombre perdió momentáneamente el aliento. Su mente fue sacudida por la tentación.
-Eh… pero… las mejores espadas…
Kirche se sentó en el mostrador, subiendo su muslo izquierdo.
-¿No es el precio algo elevado?- levantó despacio su pie izquierdo hasta posarlo en el mostrador. Los ojos del mercader se dirigieron irresistiblemente a sus muslos.
-E-Es posible… entonces… cuatro mil nuevos oros…
Kirche subió aún más su muslo, de modo que él casi podía ver entre ellas.
-Ah… no, no, no, tres mil está bien…
-¡Uf, qué calor hace…!- ignoró Kirche, y señaló los botones de su camisa-. Tengo mucho calor. Ayúdame a quitarme la camisa por favor…- le lanzó su mirada más irresistible.
-Ah... Me he equivocado, me he equivocado... ¡Dos mil quinientos!
Kirche se quitó un botón, y miró al vendedor.
-¡Mil ochocientos! ¡Mil ochocientos está bien!
Otro botón, enseñando el canalillo. Le volvió a mirar.
-¡Eh, mil seiscientos bastarán!
Kirche se detuvo con sus botones y giró su atención a su falda, subiéndola muy poquito. El hombre parecía no poder soportarlo.
-¿Qué tal por mil?- sugirió ella, levantándose la falda, lentamente, un poco más. El hombre estaba a punto de hiperventilarse.
Y de repente ella se detuvo. Su agitada respiración se volvió un quejido triste.
-Oh… oh…- Kirche se incorporó, y volvió a pedir-. ¿Mil?
-¡Oh! ¡Mil está bien!
Kirche se bajó del mostrador, escribió rápidamente un cheque y lo plantó en la repisa.
-¡Vendida!- dijo contenta. Cogió la espada y salió de la tienda, dejando al mercader mirando al cheque.
Después de un momento, volvió en sí de repente, agarrándose la cabeza.
-¡MALDITA SEA! ¿HE VENDIDO ESA PRECIOSIDAD POR SÓLO MIL?
Sacó una botella de licor de un cajón.
-Oh... ya está bien por hoy...