jueves, 31 de enero de 2008

Volumen I - SEGUNDA PARTE

Capítulo IV
El Día de un Familiar
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Había pasado una semana desde que Saito inició su vida como familiar de Louise en la Academia Mágica de Tristain. Si uno quisiese explicar el día a día de Saito, acabaría diciendo algo parecido a esto:


***


Para empezar, al igual que la mayoría de humanos y animales de Tristain, despertaba por la mañana. Su cama era, como siempre, el suelo, aunque comparado con el primer día había mejorado. Dándose cuenta de que su cuerpo se resentía si pasaba la noche sobre el duro suelo, Saito le pidió a la sirvienta Siesta algo de paja que se usaba como alimento a los caballos, y la había apilado en una esquina de la habitación. Saito dormía en la montaña de paja, arropado por la manta que Louise le había tan ‘graciosamente’ otorgado.
Louise llamaba a la chapucera cama de Saito ‘el nido del pollo’, lo cual era apropiado puesto que los pollos duermen sobre paja, y porque la primera cosa que hacía Saito cada mañana era despertar a Louise, como un gallo.
Tenía que hacerlo; sería malo para él que Louise se levantara antes que él.
-Un estúpido familiar que tiene que ser levantado por su amo necesita ser castigado- siempre le recordaba Louise.
Si Saito se dormía, se quedaba sin desayuno.
Una vez despierta, Louise era vestida. Se ponía su ropa interior ella sola, pero hacía que Saito le pusiera su uniforme. Esto se ha mencionado ya antes.
Con todos sus encantos, Saito se quedaba sin aliento cada vez que veía a Louise en ropa interior. Dicen que uno se acostumbra a un amante hermoso en tres días, pero no parecía que Saito se fuese a acostumbrar a Louise de momento. Quizás porque era su familiar, no su amante.
Aun así, siempre al lado de Louise, Saito era prácticamente un amante. La única diferencia era la actitud de ella y el trato que recibía.
Viendo así a Louise cada día no era nada malo. De todas maneras, era una herida constante a su orgullo. Cuando ayudaba a calzarse a Louise, por ejemplo, no podía ocultar la irritación de su cara.
Por lo menos eso era tolerado, pero si Saito decía algo que molestase a Louise, las cosas se volvían molestas.
-Un familiar grosero que disgusta a su amo tan pronto en la mañana necesita ser castigado- era otro de los lemas de Louise.
Si Saito se burlaba sobre el tamaño de los pechos de Louise, o se enfurruñaba y decía algo parecido a “abróchate tú solita la camisa”, se quedaba sin desayuno.
Vestida con su uniforme, consistente en una capa negra, una blusa blanca y una falda gris, Louise se lavaba la cara y se limpiaba los dientes. La habitación no tenía cosas tan necesarias como el agua corriente, así que Saito tenía que bajar hasta la fuente y traer agua para Louise en una jarra. Y, por supuesto, Louise no se lavaba la cara por sí sola. Hacía que Saito se la lavase también.
Una mañana, mientras estaba secando la cara de Louise con la toalla, aprovechó para pintarle la cara con un pedazo de carbón que había encontrado.
Al ver su obra maestra sobre la cara de Louise, apenas pudo contener una carcajada. Entonces, con exagerada elegancia, se inclinó con educación.
-Señora, hoy es la pura representación de la belleza.
Debido a la baja presión de la sangre, Louise sólo pudo responder soñolienta.
-¿Estás tramando algo?
-¿Yo? Sólo soy un familiar cumpliendo las órdenes de mi señora. ¡Jamás me atrevería a tramar algo!
Louise sospechaba de la repentina y exagerada educación de Saito, pero dado que llegaba tarde a clase, no le interrogó más.
Con sus mejillas de un rosa vivo, encantadores ojos de avellana, y labios que parecían esculpidos en coral, Louise sabía que no necesitaba maquillarse, así que nunca se pintaba la cara. En otras palabras, no se miraba demasiado al espejo. Y este día no fue diferente. Resultado, no tenía ni idea del “maquillaje” que Saito le había puesto.
Louise se encaminó a clase en este estado. Siendo tan tarde como era, no se cruzó con nadie ni en el pasillo ni en la escalera.
Louise abrió la puerta de clase sofocada. Sus compañeros, todos a una, la miraron y estallaron de risa.
-¡Oye, Louise, qué guapa estás hoy!
-¡Madre mía, es tan típico tuyo!
Después, cuando el señor Colbert elogió con delicadeza las gafas y el bigote dibujados en su cara, Louise entró en un estado como de berseker. Salió al pasillo donde Saito se agarraba el estómago mientras se revolcaba en el suelo atacado por una risa histérica, le abofeteó una docena de veces, y le prohibió todas las comidas de ese día.
Según Louise, un familiar que trataba la cara de su amo como un pedazo de pizarra era similar a los demonios de antaño que se oponían al Fundador Brimir y sus dioses aliados, y esos demonios no eran dignos de recibir pan y sopa dados por la Reina.


***


Después de desayunar, Saito limpiaba la habitación de Louise. Esto consistía en barrer el suelo con una escoba y limpiar la mesa y ventana con un trapo.
Y después venía la increíblemente divertida colada. Llevaba la ropa sucia a la fuente y la frotaba contra una tabla para lavar. No había agua caliente, sólo agua helada que mordía con fuerza sus dedos. La ropa interior de Louise parecía bastante cara, con muchos lacitos y diseños incorporados. Se quedaría sin comer si se le ocurría estropear alguna, así que tenía que lavarlas con cuidado. Era un trabajo muy duro.
Cansado de hacerlo, dejó unas braguitas en particular con una banda elástica desgastada en el montón. Apenas unos días más tarde, Louise, ajena a todo esto, llevaba esa prenda tan particular cuando el elástico se rompió. Sus bragas bajaron hasta sus tobillos, atando ambas piernas como si fuera la trampa de un cazador. Además, estaba en lo alto de una escalera, así que rodó de forma espectacular hasta abajo.
Afortunadamente, no había nadie alrededor para verla bajar rodando las escaleras con su mitad inferior expuesta en todo su esplendor, así que al menos salvó su reputación.
Dándose cuenta de que había sido excesivo, Saito fue lo suficientemente cuidadoso como para no espiar en el interior de la falda mientras se disculpaba efusivamente con Louise, que quedó inconsciente al pie de la escalera. No había pretendido que fueran así las cosas. Había esperado que se produjera en un pasillo, para conseguir mejores resultados.
Una vez que Louise recobró el conocimiento y se dio cuenta de lo sucedido, le mostró las bragas desgastadas de forma acusadora a Saito, que estaba obedientemente sentado al lado de la cama.
-Estaban desgastadas.
-Lo estaban, Señorita.
La voz de Louise temblaba de furia.
-Explícate.
-Debe haber sido el agua de la fuente, Señorita. Está tan fría que podría congelar al instante los dedos. Me parece que el elástico no pudo soportarlo.
Esa fue la respuesta de Saito.
-¿Estás diciendo que la culpa fue de la goma?
-Estoy diciendo que fue culpa del agua. Es un agua malvada. Estoy convencido que debe de haber alguna especie de maldición por la que está tan fría y así afecte a la goma.
-En ese caso, no alimentaré a este familiar tan leal con sopa hecha con esa agua tan malvada.
-Es usted muy amable.
-Tres días, creo yo, serán suficientes para que el agua vuelva a la normalidad.
Saito se pasó tres días sin comer.


***


Aún así, Saito permaneció alimentado en aquellos tres días. Tan sólo fingía estar enfadado y visitaba la cocina detrás del Salón de Alviss, donde la enérgica y adorable Siesta le servía comida, como asado o carne. Iba allí incluso cuando no estaba castigado sin comer. La sopa que Louise llamaba ‘la Bendición Extendida de Su Majestad, la Reina’ nunca le bendecía con un estómago lleno.
Naturalmente, mantuvo en secreto las visitas a la cocina. A Louise le encantaba castigarle sin comer hasta que no enmendara su comportamiento, así que hubiese sido todo un problema si se enteraba del asado y la carne que Siesta le servía amablemente. Louise probablemente le prohibiría las visitas por el bien de la “educación” de su familiar.
Así pues, no se daba ni cuenta. En cualquier caso, Saito prefería a Siesta y a la cocina cien veces más que a esa tal Reina y al Fundador Brimir, a los que nunca había conocido.


***


Una mañana, después de beberse con voracidad su sopa delante de Louise, fue a la cocina. Saito, habiendo vencido al noble Guiche en los Patios Vestri, era increíblemente popular allí.
-¡Nuestra Espada está aquí!
El que gritaba era Marteau, el chef principal, un cuarentón bastante regordete.
Naturalmente, era un plebeyo, pero con su posición de chef principal de la Academia ganaba tanto como un noble de clase baja, algo para sentirse orgulloso. Vestido en prendas simples pero finas, comandaba la cocina con meros movimientos de su mano.
A pesar de su muy respetable posición como chef principal de una academia mágica para nobles, Marteau no era para nada arrogante, y lo que era más sorprendente, no apreciaba ni a la magia ni a los nobles.
Llamaba a Saito, en virtud de la espada que había usado para vencer a Guiche, por el apelativo de ‘Nuestra Espada’ y lo trataba como a un rey. Gracias a él, la cocina era un oasis para Saito.
Saito se sentó en la silla, y con una sonrisa, Siesta le llevó un tazón de carne asada y un poco de pan blanco.
-Gracias.
-La comida de hoy es especial- declaró Siesta, pareciendo especialmente feliz.
Saito llevó su cuchara a sus labios con curiosidad y al momento su cara se encendió.
-¡Guau, está delicioso! ¡Está a años luz de la bazofia que me dan!
En esto, Marteau se aproximó, blandiendo un cuchillo de cocina en una mano.
-Por supuesto. Esto es lo que les servimos a los chavales nobles.
-No puedo creer que sea esto lo que comen todos los días…
Marteau resopló sonoramente ante el comentario de Saito.
-Por supuesto, ellos usan magia. Levantan castillos enteros del barro, conjuran gemas increíbles, incluso controlan dragones, ya ves tú. Pero date cuenta, crear estos platos tan exquisitos es una especie de magia. ¿No estás de acuerdo, Saito?
-Totalmente- asintió Saito.
-¡Sí señor! ¡Eres un buen hombre!
Puso su brazo alrededor de los hombros de Saito.
-¡Ésta es Nuestra Espada! ¡Déjame plantar un beso en tu frente! ¡Venga! ¡Insisto!
-Preferiría que no. Y deja de llamarme así- dijo Saito.
-¿Por qué no?
-Porque es… raro.
El hombre soltó a Saito y abrió sus brazos en protesta.
-¡Pero cortaste en pedazos el golem de un mago! ¿No lo entiendes?
-Supongo.
-Oye, ¿dónde aprendiste a usar la espada? Dime dónde me pueden enseñar a blandir una espada así.
Marteau fijó su vista en Saito. Le preguntaba lo mismo cada vez que Saito iba a comer, y la respuesta de Saito era la misma todas las veces.
-No lo sé. Nunca antes había cogido una espada. Mi cuerpo se movió solo.
-¡Gente! ¿Oís eso?- gritó Marteau, su voz haciendo eco en la cocina.
Los otros cocineros y aprendices gritaron a su vez:
-¡Te oímos, jefe!
-¡Esto es lo que se llama un verdadero maestro! ¡Nunca alardean de su habilidad! ¡Mirad y aprended! ¡Un verdadero maestro nunca alardea!
Los cocineros repitieron alegremente.
-¡Un verdadero maestro nunca alardea!
Entonces Marteau se dio la vuelta y miró a Saito.
-Ya sabes, Nuestra Espada, cada vez me gustas más. ¿Qué pasa con eso?
-¿Qué pasa con qué?
Tan sólo decía la verdad, pero Marteau siempre pensaba que estaba siendo modesto. Era algo frustrante. Se sentía como si decepcionara a un buen hombre. La mirada de Saito cayó hasta las runas de su mano izquierda.
Desde aquel día, no han vuelto a brillar. Me pregunto que habrá pasado…
Incluso cuando Saito intentaba dirigir el mérito a las runas mirándolas, Marteau lo interpretaba como que era reservado.
El chef se volvió hacia Siesta.
-¡Siesta!- llamó.
Siesta, que había estado contemplando la escena animadamente, respondió con alegría.
-¿Si?
-¡Tráele a nuestro héroe algo de lo mejor de Albión!
Su sonrisa se ensanchó, y cogiendo una botella de vino del armario de la cosecha solicitada, llenó la copa de Saito con él. Siesta miraba encantada cómo la cara de Saito se iba poniendo cada vez más roja a causa del vino. Estos acontecimientos se repetían casi cotidianamente.
Saito visitaba la cocina, Marteau sentía cada vez más simpatía por él, y el respeto que Siesta sentía se acrecentaba aún más.


***


Aunque en ese día en particular... Había una sombra carmesí espiando a Saito desde una ventana de la cocina. Uno de los cocineros más jóvenes se dio cuenta.
-¡Eh, hay algo ahí fuera, en la ventana!
La sombra emitió un ‘kyuru kyuru’ y se desvaneció.


***


Después, tras desayunar, limpiar y hacer la colada, acompañaba a Louise a clase. Al principio, se sentaba en el suelo, pero después de darse cuenta de que aprovechaba para mirar bajo las faldas de otras chicas, le dejó que se sentara en una silla. Y le dejó claro a Saito que si su vista se desviaba demasiado de la pizarra se quedaría sin comer.
Al principio, las clases fascinaban a Saito con sus maravillas: convertir el agua en vino, combinar varios regentes para crear una poción especial, materializar bolas de fuego de la nada, hacer levitar cajas, palos y pelotas fuera de la ventana de la clase para que los familiares los cogieran, etc.… pero después de un tiempo, la novedad se desvaneció.
Y así se acostumbró a dormir. El profesor y Louise le dedicaban miradas fulminantes de vez en cuando, pero no había reglas que prohibiesen a los familiares dormir durante las clases. Y tomando como ejemplo la clase, todas las criaturas nocturnas estaban roncando, incluso algún búho. De hecho, si despertaban a Saito, significaría que lo estaban tratando como un humano.
Louise se mordía los labios por el deseo irrefrenable de darle al Saito durmiente una buena reprimenda. Pero no podía, puesto que hacerlo significaba contradecir el hecho de que él no era más que un familiar.


***


Aquel mismo día, bañado en la luz del sol, Saito tardó poco en dormirse en otra clase.
El vino que había bebido por la mañana estaba haciendo efecto, y Saito soñó. Soñó algo bastante increíble. Un sueño en el que Louise gateaba hasta su cama de paja mientras dormía.
¿Qué sucede, Louise?
Tras oír su nombre, Louise, le dirigió una mirada a Saito.
¿No puedes dormir? Oh, está bien… no pasa nada. Tranquila.
-Oh, tan sólo está hablando en sueños- dijo Louise en voz baja, y volvió la vista al frente.
Tranquila. ¡Oye, no me abraces así de repente!
La mirada de Louise volvió a posarse en Saito. Los otros estudiantes empezaban a darse cuenta de la situación y afinaban sus oídos para poder escuchar.
Vaya, con lo marimandona que eres durante el día, eres lo más dulce del mundo en la cama.
Un hilillo de baba salió de una de las comisuras del labio de Saito mientras éste seguía disfrutando de su sueño.
Louise le cogió de los hombros y le sacudió violentamente.
-¡Oye! ¿Pero qué clase de sueño estás teniendo?
Sus compañeros estallaron en risas. Malicorne del Viento Protector hizo un comentario:
-¡Bueno, bueno, Louise! ¿Así que es eso lo que haces con tu familiar por la noche? ¡Menuda sorpresa!
Las estudiantes chicas empezaron a susurrarse entre ellas.
-¡Espera! ¡Esto es solo un estúpido sueño! ¡Ah, por Brimir! ¡Despierta de una vez!



Louise, Louise, eres una gatita. Deja de lamerme ahí de esa manera…
Ante esto, las carcajadas amenazaron con llenar el edificio entero.
Louise tiró a Saito de la silla de una patada, devolviéndole violentamente a la realidad desde su dulce y suave mundo de sueños.
-¿A qué ha venido eso?
-¿Desde cuándo me da por visitar tu cama de paja?- gritó irritada Louise. Cruzó los brazos y miró desde arriba de forma imponente a Saito.
Saito movió la cabeza, divirtiendo aún más a la gente.
-Saito, explícale a esta gente tan grosera que nunca he puesto un pie fuera de mi propia cama durante la noche.
-Es cierto. Tan sólo estaba hablando en sueños. Louise nunca haría nada semejante.
Los estudiantes se dieron la vuelta, decepcionados.
-¿Acaso no es obvio? ¡Como si fuese a hacer algo como eso! ¡Con ésta cosa, encima! ¡Ésta cosa! ¡Sólo pensar que me juntaría con esta inferior forma de vida en la cama va bastante más allá de ser un chiste!- protestó Louise, dirigiendo su mirada hacia arriba.
-Pero mis sueños a veces se vuelven realidad- comentó Saito.
-¡Es cierto!- comentó alguien de la clase a su vez-. ¡Después de todo, los sueños tienen el poder de predecir el futuro!
-Mi ama, con su personalidad, probablemente no encontrará nunca un amante- admitió Saito.
La gran mayoría de los estudiantes asintió. Louise fulminó a Saito con otra mirada cargada de maldad, pero fue demasiado tarde. Saito se había desbocado.
-Mi pobre ama se siente bastante frustrada por eso, y así se cuela en la humilde montaña de paja de su familiar.
-¡Ya es suficiente!- regañó Louise a Saito, poniendo sus manos en su cintura-. ¡Cierra tu sucia boca ahora mismo!
Pero eso no evitó que Saito continuara.
-Cuando lo hace, tengo que frenarle los pies…
Ya había llegado demasiado lejos.
Los hombros de Louise comenzaron a temblar de ira.
-Le tengo que decir ‘no es aquí donde tú duermes’.
La clase entera aplaudió. Saito imitó una reverencia elegante y volvió a su sitio. Louise le dio una patada, haciendo que rodase por el suelo.
-¡No me des patadas!
Pero Louise había perdido los estribos. Su mirada estaba firmemente dirigida hacia delante y, como siempre, sus hombros temblaban con ira apenas contenida.
De nuevo, había una sombra carmesí vigilando a Saito.
Era la salamandra de Kirche. Con su estómago en el suelo, miraba a Saito a través del hueco de la fila de sillas.
-¿Eh?
Dándose cuenta, Saito la saludó con la mano.
-¿Eres la salamandra de Kirche, no? Sé que tienes un nombre. ¿Como era…? Ah, sí, Flame. Flame.
Saito se movió cerca de ella, pero la salamandra agitó su cola esparciendo algunas llamas y corrió al lado de su dueño.
-¿Por qué se interesaría tanto un reptil por mí?
Saito movió la cabeza, hecho un lío.

***

Y mientras Saito mantenía un concurso de miradas con una salamandra en mitad de clase...
En el Despacho del Director de la Academia, la señorita Longueville, la secretaria, estaba ocupada escribiendo algo.
Se detuvo un momento y miró más allá de la mesa de madera de secuoya sobre la que Sir Osmond estaba ocupado echándose una siesta.
La esquina de los labios rosas de la señorita Longueville se contrajo con una expresión que nunca había enseñado a nadie.
Se levantó de su mesa.
En voz baja, murmuró el encantamiento de un Hechizo de Tranquilidad. Haciendo cuidado para que sus pasos no despertaran a Osmond, salió del despacho.
Su destino era la sala del tesoro, situada justo debajo del Despacho del Director.
Bajando la escalera, se encontró con enormes puertas de hierro. Se mantenían cerradas por un mecanismo de cerrojo muy grueso, que a su vez estaba asegurado con un candado igual de grande.
En aquel sitio se guardaban los artefactos que provenían desde antes del establecimiento de la academia. Después de echar un cuidadoso vistazo alrededor, la señorita Longueville sacó su varita de un bolsillo. Era tan larga como un lápiz, pero con un movimiento de muñeca, se agrandó hasta convertirse en la batuta de un conductor, que manejaba como una experta.
La señorita Longueville lanzó otro hechizo. Una vez la invocación se completó, señaló con la varita al candado.
Pero… nada ocurrió.
-Bueno, tampoco esperaba que un Hechizo de Desunión funcionase de todas maneras- murmuró.
Sonriendo, comenzó a recitar las palabras de un hechizo del que era especialista. Era un hechizo de Transmutación. Entonando de forma clara y concisa, movió su varita hacia el pesado candado. La magia afloró… pero aún después de esperar un rato considerable, no hubo cambio visible.
-Parece que ha sido reforzado mágicamente por un mago de clase Cuadrado- musitó.
Un Hechizo de Refuerzo era un hechizo que prevenía la oxidación y descomposición de la materia. Cualquier sustancia con este hechizo estaba protegida de cualquier reacción química, y le permitía ser mantenido en ese estado para siempre. Incluso la magia de transmutación no tendría efecto en algo protegido de esa manera. Sólo si la habilidad mágica era superior a la del mago que estableció el hechizo, podría ser superado.
Al parecer, el mago que había hechizado la puerta era extremadamente poderoso, teniendo en cuenta que ni siquiera la señorita Longueville, una experta en magia terrestre y en particular de transmutación, era incapaz de afectar a la puerta.
Quitándose las gafas, contempló la puerta una vez más. En este punto escuchó pasos provenientes de la escalera.
Bajó su varita y la volvió a meter en su bolsillo. La persona que apareció era Colbert.
-Saludos, señorita Longueville. ¿Qué estás haciendo aquí?
-Señor Colbert, iba a catalogar los contenidos de la sala del tesoro, pero…
-Oh, pues es bastante trabajo. Probablemente te lleve un día entero para ver hasta el último objeto. Además hay mucha basura entremezclada, y no hay mucho espacio que se diga.
-Desde luego.
-¿Por qué no le pides la llave al Viejo Osmond?
La mujer sonrió.
-Bueno… no me gustaría interrumpir su sueño. En cualquier caso, no hay prisa en completar el catálogo…
-Ya veo. Durmiendo, dices. Ese anciano, quiero decir, el Viejo Osmond, es muy dormilón. Parece que tendré que visitarle de nuevo.
El señor Colbert comenzó a irse, pero detuvo sus pasos, y se giró.
-Esto… ¿señorita Longueville?
-¿Qué ocurre?
Colbert parecía algo avergonzado cuando abrió la boca para hablar.
-¿Si quisieras, estaría bien si, por ejemplo… comiéramos juntos?
Ella se lo pensó durante un momento, y sonrió ampliamente mientras aceptaba la oferta.
-Por supuesto, el gusto es mío.
Ambos bajaron las escaleras.
-Señor Colbert…- con un tono más informal, la señorita Longueville reanudó la conversación.
-¿Sí? ¿Qué sucede?
Extrañado por cómo su invitación había sido aceptada tan fácilmente, Colbert le respondió precipitadamente.
-¿Hay algo importante dentro de la sala del tesoro?
-Lo hay.
-¿Entonces, conoces el ‘Bastón de la Destrucción’?
-Ah, un objeto con forma muy peculiar, sin duda.
Los ojos de ella brillaron.
-¿Qué… qué forma tiene?
-Es extremadamente difícil de describir, excepto por la palabra extraño, sí. Pero no te preocupes por eso, ¿qué te apetece comer? El menú de hoy es platija batida a las finas hierbas… pero soy bastante amigo de Marteau, el chef, y puedo pedirle que prepare alguno de los más delica…
La señorita Longueville interrumpió la charla de Colbert.
-¿Sí?- quiso saber Colbert.
-La tesorería, debo decir, está construida de forma formidable. No importa el tipo de magia que se intente, es imposible de abrir, ¿me equivoco?
-En absoluto. Es imposible para un único mago. Después de todo, fue protegida por un grupo de magos de clase Cuadrado para resistir todo tipo de hechizos.
-Estoy impresionada por todo el conocimiento que posees, Colbert- lo miró con una expresión confortable.
-¿Eh? Bueno…, sucede que acabo de leer algunos documentos que trataban sobre esta planta, eso es todo... me gusta considerarlo como parte de mi investigación. Gracias a eso, aún estoy soltero a mi edad… sí.
-Estoy segura de que la mujer que encuentres será muy feliz contigo. Después de todo, puedes enseñarle cosas que nadie más sabe…
La señorita Longueville le clavó una mirada de fascinación.
-¡Oh, no! ¡Por favor, no me elogies así!
Colbert gesticulaba nerviosamente mientras se quitaba el sudor de su ancha frente. Luego, recuperando la compostura, la miró con ojos serios.
-Señorita Longueville, ¿has oído hablar del Baile de Frigg [7] que se celebra el día de Yule?
-No.
-Bueno, supongo que es porque únicamente llevas dos meses aquí en Tristain. Bueno, no es nada espectacular, sólo una especie de fiesta. Aun así, se dice que una pareja que baile en esta fiesta estará destinada a estar junta o algo así. ¡Aunque es tan sólo una leyenda! ¡Sí!
-¿Y bien?- sonriendo, le impulsó a continuar.
-Bueno… si te parece bien, me preguntaba si bailarías conmigo, sí.
-Me encantaría. Pero aunque los bailes son fabulosos, me gustaría saber más sobre la tesorería ahora mismo. Me fascinan bastante los objetos mágicos, ya sabes.
Queriendo seguir impresionando a la señorita Longueville, Colbert se estrujó los sesos.
Tesorería, tesorería, eso dice ella…
Recordando algo que podría parecerle interesante, se dio un aire importante y empezó a hablar.
-Ah sí, hay una cosa que puedo decirte. Aunque no reviste especial importancia…
-Lo que sea, dilo.
-En efecto, la sala del tesoro es invencible contra ataques mágicos, pero creo que tiene una debilidad fatal.
-Oh, es intrigante.
-La debilidad es… fuerza física.
-¿Fuerza física?
-¡Sí! Por ejemplo, bueno, no es que sea parecido, pero un golem gigante podría…
-¿Un golem gigante?- cortó la Srta. Longueville.
Colbert le mostró su opinión con bastante orgullo a la señorita Longueville. Y una vez dicha, no pudo sino sonreír de satisfacción.-Eso es muy intrigante, de veras, señor Colbert.

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[7] Frigg, en la mitología nórdica, es la esposa de Odin, diosa del amor, la fertilidad y la fidelidad conyugal.

domingo, 27 de enero de 2008

Volumen I - Capítulo III

Capítulo III
Leyenda
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El señor Colbert era un profesor que le había dedicado veinte años a la Academia de Magia de Tristain y ahora era una figura importante. Le llamaban ‘Colbert, la Serpiente Ardiente’ y, naturalmente, era un mago especializado en magia de fuego.
Desde el Ritual de Invocación de hace unos días, había estado preocupado acerca del plebeyo que Louise invocó. O mejor dicho, en las runas que aparecieron en la mano izquierda del chico. Realmente son eran runas muy poco comunes. Es por eso que las últimas noches, se había confinado en la biblioteca y había estado investigando varios textos.
La biblioteca de la Academia de Magia de Tristain estaba ubicada en la misma torre que el comedor. Los estantes eran increíblemente altos, alrededor de unos treinta metros de altura, y la manera en que estaban alineados contra la pared era todo un espectáculo. Y con razón, ya que este lugar estaba empapado de historia, desde la creación del nuevo mundo en Halkeginia por el Fundador Brimir.
Colbert estaba ahora en la sección de la biblioteca llamada la “Biblioteca de Fenrir”, a la cual sólo los profesores tenían permitida la entrada. Los estantes ordinarios a los que los estudiantes tenían libre acceso no contenían ninguna respuesta que los satisficiera.
Usando un hechizo de levitación, flotó hacia un estante que estaba fuera de su alcance y buscó atentamente un libro en particular. Sus esfuerzos fueron recompensados cuando su mirada se dirigió al título del libro.
Era un texto muy antiguo que tenía descripciones de los familiares que han sido usados por el Fundador Brimir. Su atención se enfocó en un párrafo en particular y mientras leía con fascinación, sus ojos se abrieron como platos.
Comparó el libro con el dibujo que había hecho de las runas en la mano izquierda del chico.
-¡Oh!- exclamó, sorprendido.
En ese momento, había perdido la concentración necesaria para mantener su levitación y casi cayó al piso. Manteniendo el libro en sus brazos, bajó rápidamente y salió corriendo de la biblioteca.
Su destino era la oficina del Director.

***

La oficina del Director estaba localizada en el piso más alto de la torre. Sir Osmond, el actual Director de la Academia de Magia de Tristain, se sentó con los codos apoyados en su elegante escritorio de secuoya. Parecía terriblemente aburrido mientras sacudía su blanca barba y cabello.
Había estado arrancándose los pelos de la nariz, cuando lentamente murmuró algo y tiró con fuerza un cajón del escritorio. De adentro, sacó una pipa.
Mientras lo hacía, la Srta. Longueville, la secretaria que había estado escribiendo en el otro escritorio ubicado a un lado de la habitación, agitó su pluma.
La pipa flotó y cayó en la mano de la Srta. Longueville. Sir Osmond refunfuñó, desanimado:
-¿Es divertido quitarle a un viejo sus pequeños placeres, Señorita…?
-Cuidarlo también es parte de mi trabajo, Viejo Osmond- cortó la secretaria,
Sir Osmond se levantó de su silla y caminó hacia la tranquila y calmada Srta. Longueville. Deteniéndose detrás de ella, que permanecía sentada, cerró sus ojos con una expresión seria.
-Si los días siguen pasando tan pacíficamente, pensar cómo matar el tiempo va a ser un gran problema.
Las arrugas que se marcaban profundamente en la cara de Osmond solo daban pistas sobre la historia de su vida. La gente especulaba que tenía entre cien y trescientos años. Pero lo que respecta a su verdadera edad, nadie la sabía. Es posible que hasta él mismo ya lo hubiera olvidado.
-Viejo Osmond- lo llamó la Srta. Longueville, sin quitar los ojos de la pluma con la que estaba haciendo garabatos en el pergamino.
-¿Qué pasa, Señorita…?
-¡Por favor, deje de decir que no tiene nada que hacer como una excusa para tocarme el trasero!
Entonces, Sir Osmond abrió ligeramente su boca y empezó a caminar tambaleándose.
-Por favor, deje de pretender que está senil cada vez que la situación no le favorece- añadió Longueville calmadamente.
Sir Osmond suspiró profundamente. Era un suspiro que llevaba el peso de varios problemas.
-¿Dónde crees que se esconde la verdadera verdad? ¿Nunca te lo has preguntado, Señorita…?
-Donde quiera que esté, le aseguro, que no es debajo de mi falda, así que deje de escabullir a su ratón debajo de mi escritorio.
Sir Osmond puso mala cara y murmuró tristemente.
-Montsognir.
De debajo del escritorio de la Señorita Longueville salió un pequeño ratón. Subió corriendo por la pierna de Osmond y se posó en su hombro, moviendo su diminuta cabeza. Osmond cogió algunas nueces del bolsillo y se las dio al ratón.
El ratón chilló, aparentemente complacido. -Eres el único amigo en el que puedo confiar, Montsognir.
El ratón empezó a mordisquear la nuez. Ésta desapareció rápidamente y el ratón volvió a chillar una vez más.
-Ah, sí, sí. ¿Quieres más? Muy bien, te daré más. Pero primero, dame tu informe, Montsognir.
El ratón volvió a chillar.
-Ya veo- continuó Osmond-. Así que blancas, ¿eh? Pero la Señorita Longueville debería usar negro. ¿No lo crees, mi lindo Montsognir?
Un tic atacó las cejas de la Señorita Longueville.
-Viejo Osmond…
-¿Qué pasa?
-La próxima vez que vuelva a hacer eso, informaré de ello al palacio.
-¡Caramba! ¿Crees que podría ser el Director de esta Academia si estuviera asustado de ese lugar?
Los ojos de Sir Osmond se abrieron y gritó enfadado. Fue un despliegue increíble, algo completamente inesperado de un anciano que luce tan frágil.
-¡No te pongas tan engreída sólo porque le eché un vistazo a tu ropa interior! ¡Nunca te casarás a este paso! ¡Ah! ¡Ser joven de nuevo…!- Sir Osmond comenzó a acariciar el trasero de la Srta. Longueville.
La Srta. Longueville se levantó y sin decir una palabra empezó a patear a su jefe.
-Lo siento. Detente. ¡Ouch! No lo haré más. En serio.
El Viejo Osmond se cubrió la cabeza y se encogió asustado. La Srta. Longueville respiraba con dificultad mientras seguía pateando a Osmond.
-¡Ah! ¿Cómo puedes hacer eso? ¡Tratar a un superior de esta manera! ¡Oye!
Este pacífico momento fue interrumpido por una repentina intromisión. La puerta se abrió de golpe, y Colbert entró rápidamente.
-¡Viejo Osmond!
-¿Qué pasa?- respondió el viejo, adolorido.
La Srta. Longueville volvió a su escritorio, y se sentó ahí como si nada hubiera pasado. El Sr. Osmond tenía los brazos detrás de él, y se giró para mirar a su visitante con una expresión seria. Ciertamente era una rápida recuperación.
-¡T-t-traigo grandes noticias!
-No existen las grandes noticias. Todo es un conjunto de pequeños eventos.
-¡P-p-por favor, mire esto!
Colbert le pasó a Osmond el libro que había estado leyendo hace un momento.
-Es el de ‘Los Familiares del Fundador Brimir’, ¿no es así? ¿Todavía te la pasas desenterrando viejos libros como este? Si tienes tiempo para hacer eso, ¿por qué no piensas en mejores formas de cobrar los honorarios de la escuela a esos nobles flojos, Señor, err…? ¿Cómo era tu nombre?- Sir Osmond ladeó la cabeza.
-¡Es Colbert! ¿Se le olvidó?
-Cierto, cierto. Ahora recuerdo. Lo que pasa es que habla tan rápido que nunca lo entiendo. Así que, Colby, ¿qué pasa con este libro?
-¡Por favor, mire esto!
Colbert le pasó el dibujo de las runas de la mano izquierda de Saito.
En el momento que lo vio, la expresión de Osmond cambió. Sus ojos asumieron una apariencia solemne.
-Señorita Longueville, ¿podría disculparnos un momento?
La Srta. Longueville se levantó y dejó la habitación. Osmond habló sólo cuando confirmó que estaba fuera:
-Explíqueme esto con todo detalle, Señor Colbert…

***

No fue hasta un poco antes de la hora de almuerzo cuando por fin terminaron de arreglar la clase que Louise había destrozado. Como castigo, usar magia para limpiar había sido prohibido, por lo que se demoraron bastante. Igual, Louise no podía usar la mayoría de los hechizos, así que a ella no le había afectado mucho.
La Sra. Chevreuse había despertado dos horas después de lo de la explosión, y aunque sí regresó a la clase, no dio más lecciones sobre la transmutación por el resto del día. Más bien parecía traumatizada.
Una vez terminaron de ordenar, Louise y Saito se dirigieron al comedor para almorzar. Durante el camino, Saito se burló de Louise una y otra vez. Después de todo, fue culpa de Louise que él tuviera que hacer todo ese trabajo.
Fue Saito quien tuvo que llevar la nueva ventana. Fue Saito quien tuvo que mover todos los pesados escritorios. Y claro, fue Saito quien había limpiado el hollín del salón con un paño. Todo lo que Louise hizo fue limpiar algunos escritorios y, además, lo hizo de mala gana.
Tengo que dormir en el piso. La comida es lo peor. Y encima, tengo que lavar la ropa interior (no es que lo haya hecho todavía).
Con todo ese maltrato por parte de Louise, no había forma de que Saito pudiera mantenerse callado ante su recién descubierta debilidad. Esto molestó muchísimo a Louise.
-¡Louise la Zero! Ahora lo entiendo. Es perfecto. Índice de éxito cero. Pero aún así es una noble... ¡Maravilloso!
Louise no dijo una palabra, lo que sólo provocaba a Saito.
-¡Transmutación! ¡Ah! ¡Kaboom! ¡Transmutación! ¡Ah! ¡Kaboom! Oh, ¡me equivoqué! ¡Sólo la Zero se equivoca en esto!
Saito bailó en círculos alrededor de Louis, levantando sus brazos cada vez que decía ‘Kaboom’, imitando una explosión. Fue una interpretación bastante detallada.
-Ama Louise. Este humilde familiar le ha hecho una canción- dijo Saito, inclinando la cabeza respetuosamente. Obviamente, era un gesto vacío, una completa burla.
La ceja de Louise se movía furiosamente. Estaba a punto de estallar, pero Saito estaba demasiado emocionado para darse cuenta.
-¿Por qué no la cantas?- dijo ácidamente Louise.
-Lou-Lou-Louise es un caso perdido… ¡Un mago que ni siquiera puede usar magia! ¡Pero está bien! Porque es una chica…
Saito se agarró el abdomen mientras se moría de risa.
-¡¡Jajaja!!
Se estaba riendo de su propia broma. Tal vez él también era un caso perdido.

***

Cuando llegaron al comedor, Saito sacó una silla para Louise.
-Sólo recuerde, señorita, no lanzar ningún hechizo en la comida. Sólo imagínese el desastre si llegara a explotar.
Louise tomó asiento sin decir una palabra. Saito se sentía completamente satisfecho, habiéndose vengado de la grosera y arrogante Louise con sus bromas. Ni la usual escasez de comida le importó mucho.
La escasa sopa y pan seguían siendo tristes de mirar, pero era un sacrificio bastante justo por haberse reído tanto como antes.
-Bien, Fundador no sé quién. Su Alteza la Reina, muchas gracias por esta asquerosa comida. Itadakimasu.
Cuando Saito iba a empezar a comer, el plato le fue arrebatado.
-¿Qué estás haciendo?- preguntó a Louise.
-Es-es-es…
-¿Es…?
Los hombros de Louise temblaban furiosamente, y también su voz. De alguna manera se las arregló para controlar su desbordante rabia hasta que llegaran al comedor. Probablemente para poder dar un castigo apropiado.
-Es-es-es-este familiar, ¿cómo se atreve a decir e-e-e-esas cosas de su a-a-ama?
Saito se dio cuenta de que se había excedido.
-¡Lo siento!- se disculpó-. ¡No lo diré nunca más, así que por favor devuélveme mi comida!”
-¡No! ¡Ni de broma!- gritó Louise, retorciendo su linda cara con ira-. ¡Una comida menos por cada vez que dijiste ‘Zero’! ¡Sin excepciones!

***

Al final, Saito dejó el comedor sin haber probado bocado.
No debí haber sido tan sarcástico… Pero ya era demasiado tarde para lamentarse. Ay, me estoy muriendo de hambre… Maldición…
Apretando su estómago, puso una mano en la pared.
-¿Pasa algo?- dijo una voz.
Saito se giró y vio a una chica normal en un traje de sirvienta llevando una gran bandeja plateada, mirándolo con preocupación. Su cabello negro estaba cuidadosamente arreglado con una cinta, y sus pecas la hacían preciosa.
-No pasa nada…- Saito movió su mano izquierda.
-¿Por casualidad, no serás tú el que se convirtió en el familiar de la Señorita Vallière…?
Parece que notó las runas que tenía Saito en su mano izquierda.
-¿Me conoces?
-Un poco- dijo tímidamente la chica-. Hay un rumor, que dice que un plebeyo fue invocado por una maga.
La chica sonrió dulcemente. Es la primera vez que Saito había visto una sonrisa tan despreocupada desde que llegó a este mundo.
-¿También eres una maga?- preguntó Saito.
-Oh, no, no lo soy. Soy una plebeya, igual que tú. Sirvo a la nobleza que vive aquí haciendo tareas domésticas.
De hecho, provengo de la Tierra y no soy un plebeyo, pero no serviría de nada explicártelo.
Saito decidió presentarse.
-Ya veo… Bueno, me llamo Hiraga Saito. Encantado de conocerte.
-¡Qué nombre más raro…! Yo soy Siesta.
En ese momento, el estómago de Saito gruñó.
-Debes estar hambriento- dijo Siesta.
-Sí…
-Sígueme por aquí, por favor.
Siesta se marchó.

***

Saito fue guiado hasta la cocina, localizada en la parte trasera del comedor. Un montón de ollas y hornos estaban alineados. Los cocineros y otras sirvientas como Siesta estaban ocupados preparando la comida.
-Espera un momento por favor.
Siesta hizo que Saito se sentará en una silla ubicada en la esquina de la cocina y desapareció rápidamente. Pronto regresó con un tazón de estofado caliente en sus manos.
-Este es un poco de estofado hecho con las sobras de la comida de los nobles. Si no te importa, por favor cómelo.
-¿Puedo?-Sí. Aunque sólo es la comida del personal…
Su amabilidad era conmovedora. Esto era completamente diferente a la sopa que Louise le había dado. Tomó una cucharada y la llevó a su boca.
Delicioso. Voy a llorar.
-¡Está buenísimo!
-Genial. Hay bastante por si quieres repetir, así que tómate tu tiempo.
Saito se comió el estofado como si estuviera en un sueño. Siesta se quedó de pie, mirándolo y sonriendo dulcemente todo el tiempo.
-¿No te dieron nada de comer?
-Esa chica me quitó el plato cuando la llamé ‘Louise la Zero’…
-¡Oh, no! ¡No debes decir cosas así a los nobles!
-¿Qué nobles? Son unos arrogantes. Sólo porque pueden usar magia…
-Debes ser muy valiente…- Siesta lo miró con una expresión de asombro.
Saito le regresó a Siesta el tazón vacío.
-Estaba delicioso. Gracias- dijo él.
-Me alegro de que te haya gustado. Siéntete libre de pasar por aquí cuando estés hambriento. Si no te importa comer lo que sea que estemos comiendo en el momento, estaré feliz de compartirlo.
Qué oferta tan amable. Saito estaba aún más conmovido.
-Gracias…
De repente Saito empezó a llorar, sorprendiendo a Siesta.
-¿Q-qué pasa?
-No… sólo es que ésta es la primera vez que alguien ha sido tan bueno conmigo desde que llegué a este mundo… me emocioné un poco…
-N-no será para tanto.


No lo es. Si hay algo que pueda hacer por ti, solo dímelo. Te ayudaré.
No estaba especialmente interesado en algo como lavar la ropa interior de Louise, y prefería mucho más ayudar a esta chica.
-En ese caso- dijo Siesta con una sonrisa-, por favor ayúdame a servir el postre.
-¡Bueno!- asintió Saito, entusiasmado.

***

Se colocaron un montón de pasteles en una gran bandeja plateada. Saito llevaba la bandeja, mientras Siesta tomaba los pasteles con pinzas y los servía de uno en uno a los nobles.
Un mago en particular se levantó. Tenía el cabello rubio rizado, lucía una camisa con volantes y parecía ser un engreído. También tenía una rosa en el bolsillo de su camisa. A su alrededor estaban sus amigos, que se estaban burlando de él.
-¡Así que, Guiche! ¿Con quién vas a salir ahora?
-¿Quién es tu amante, Guiche?Parecía que el orgulloso mago se llamaba Guiche. Suavemente puso un dedo en sus labios.
-¿Salir? No hay ninguna mujer que se lo merezca. Después de todo, una rosa florece para el placer de muchos.
Este tipo se está comparando con una rosa. Un egocéntrico como éste es un caso perdido.
Era el tipo de narcisista que hacía que los espectadores sintieran vergüenza ajena. Saito lo miró enfurecido, deseando que se muriera. En ese momento, algo cayó del bolsillo de Guiche. Era una pequeña botella de vidrio con un líquido morado dentro.
Este tipo no me cae bien, pero debo decirle que algo se le cayó.
Saito llamó a Guiche.
-¡Oye, se te cayó esto del bolsillo!
Pero Guiche no le hizo caso.
¡Este tipo me está ignorando!
Saito le pasó la bandeja a Siesta y se agachó para recoger la botella.
-Te dije que se te cayó esto, Don Juan- la puso en la mesa.
Guiche vio con una mirada asesina a Saito, y empujó la botella.
-Esto no es mío. ¿De qué estás hablando?
Los amigos de Guiche se dieron cuenta de dónde había salido la botella e hicieron un alboroto.
-¡Oh! ¿No es ese el perfume de Montmorency?
-¡Sí! ¡Ese color morado es el perfume que Montmorency solo mezcla para ella!
-Y si algo así cae de tu bolsillo, Guiche, quiere decir que estás saliendo con Montmorency, ¿cierto?
-No, esperen, escúchenme. Estoy diciendo esto por el bien de su reputación, pero…
Cuando Guiche iba a decir otra cosa, una chica, que llevaba puesta una capa marrón y que había estado sentada en la mesa detrás de ellos, se levantó y caminó hacia la silla de Guiche.
Era una chica linda con cabello castaño. Por el color de su capa, era una estudiante de primer año.
-Maestro Guiche…- y con esto, empezó a llorar incontrolablemente-. Lo sabía, usted y la Srta. Montmorency son…
-Lo están malinterpretando, Katie. Escucha, la única persona que tengo en mi corazón eres tú…
Pero la chica llamada Katie abofeteó a Guiche tan fuerte como pudo.
-¡Ese perfume que dejaste caer de tu bolsillo es prueba suficiente! ¡Adiós!- y se marchó.
Guiche se frotó la mejilla. En ese momento, una chica con el cabello enrollado se levantó de su asiento, un poco más lejos en la misma mesa.
Saito la reconoció. Era la chica que había discutido con Louise cuando él había sido recién invocado.
Con una expresión seria, se acercó a Guiche rápidamente dando pequeños pasos.
-¡Montmorency!- dijo Guiche, moviendo su cabeza-. Esto es un malentendido. Todo lo que hice fue acompañarla en un largo viaje a los bosques de La Rochelle…
Fingía estar tranquilo pero una gota de sudor frío rodó por su frente.
-¡Tal como pensaba!- estalló Montmorency-. ¡Has estado seduciendo a esa de primer año, ¿no es así?!
-Por favor, Montmorency la Perfumada. No arrugues tu preciosa cara por la rabia. ¡Me entristece verlo!
Montmorency agarró una botella de vino que estaba en la mesa y vació el contenido en la cabeza de Guiche. Y entonces…
-¡Mentiroso!- gritó y se fue furiosa.
Hubo un gran silencio en el salón.
Guiche agarró un pañuelo y lentamente se limpió la cara. Moviendo su cabeza, habló dramáticamente:
-Parece que esas señoritas no entienden el significado de la existencia de la rosa.
Sí, tú sigue intentando eso, pensó Saito, mientras tomaba la bandeja de manos de Siesta y se marchaba.
Guiche le ordenó que se detuviera, sin embargo.
-¡Detente ahí mismo!
-¿Qué pasa ahora?
Guiche estiró su cuerpo en la silla y cruzó las piernas con un ademán. El que cada acción reflejara arrogancia le causó un dolor de cabeza a Saito.
-Gracias a que tú recogiste una botella de perfume sin pensar, la reputación de dos señoritas ha sido mancillada. ¿Cómo te harás responsable?
Saito contestó con un tono exasperado:
-Oye, es culpa tuya por salir con ambas al mismo tiempo, a mí no me mires.
Los amigos de Guiche se empezaron a reír.
-¡Exactamente, Guiche! ¡Es tu culpa!
La cara de Guiche se tornó de un rojo carmesí.
-Escucha, sirviente- dijo-. Cuando pusiste la botella de perfume en la mesa, ¿no me hice el loco? ¿Te hubiera afectado en algo el tener un poco de tacto y haberme seguido la corriente?
-Como quieras- respondió Saito de mala gana-. De todas formas, el que estuvieras saliendo con ambas se iba a descubrir tarde o temprano. Y otra cosa: no soy un sirviente.
-¡Ah! Tú eres…- Guiche resopló, como tratando con superioridad a Saito-. Tú debes ser el plebeyo invocado por esa Louise la Zero. Fue error mío esperar que un plebeyo como tú reaccionase tan inteligentemente como un noble. Puedes irte.
Saito reaccionó en ese momento. Niño bonito o no, no había forma de que Saito se quedara ahí quieto mientras ese narcisista vanidoso le decía todo eso. No pudo evitar hacer un comentario provocador.
-Cállate, niñito pretencioso. ¿Por qué no se mueren tú y tu rosa y me dejan en paz de una vez?
Los ojos de Guiche se entrecerraron.
-Parece que no sabes cómo dirigirte apropiadamente a un noble.-Desafortunadamente, vengo de un mundo en el que no existen tales cosas como los nobles- Saito levantó su mano derecha autoritariamente, imitando los gestos de Guiche.
-Muy bien. Entonces te enseñaré una lección sobre respeto. Una manera perfecta de liberar el estrés- Guiche se levantó.
-Qué divertido- Saito mostró sus dientes y gruñó.
Primero, no me cayó bien este tipo desde el principio. Segundo, está saliendo con dos chicas bastante bonitas –aunque ninguna es tan bonita como Louise. Y por último, me ridiculizó. Eso es más que suficiente para que yo pelee. Y también, lo golpearé un par de veces más en nombre de Louise. Después de todo, ¡ella sigue siendo una chica!
-¿Lo quieres hacer aquí?- dijo Saito.
A pesar de ser más alto que Saito, Guiche era larguirucho y se veía más bien débil. Se dice que los Don Juanes no tienen dinero ni fuerza. Saito no era muy fuerte, pero no pensó que perdería.
Guiche se dirigió en dirección contraria.
-¿Estás huyendo?- preguntó Saito.
-No seas estúpido- respondió Guiche-. No puedo ensuciar el comedor de los nobles con la sangre de un plebeyo, así que te estaré esperando en el Jardín Vestri [6]. Ve una vez que hayas terminado de repartir esos pasteles.
Los amigos de Guiche, que se veían emocionados, se levantaron y lo siguieron. Pero una persona se quedó, como para asegurarse de que Saito no escapara. Siesta miró fijamente a Saito, todo su cuerpo estaba temblando.
Saito habló con una gran sonrisa.
-Tranquila. No hay manera de que pierda ante ese debilucho. ¿Conque noble, eh?
-Te… te va a matar.
-¿Qué?
-Si enfadas a un noble de verdad…- Siesta salió corriendo.
¿A qué vino eso? ¿Tan fuerte es ese tipo?
Louise se acercó a él por detrás.
-¡Oye!- le gritó-. ¿Qué crees que estás haciendo? ¡Vi todo lo que sucedió!
-Hola, Louise.
-¡Éste no es momento de estar diciéndome ‘Hola’! ¿Cómo puedes andar por ahí prometiendo duelos como si tal cosa?
-Pero ese tipo era muy irritante- dijo Saito indignado.
Louise suspiró y se encogió de hombros decepcionada.
-Pídele disculpas.
-¿Por qué?
-Si no quieres salir herido, ve y discúlpate. Si lo haces ahora, tal vez él te perdone.
-¿Estás bromeando? ¿Por qué soy yo el que se tiene que disculpar? ¡Él me insulto primero! Y además, solamente estaba intentando ayudar…
-Sólo hazlo- Louise se quedó viendo a Saito con una expresión firme.
-De ninguna manera.
-¡Qué terco…! ¿Pero, sabes qué? No puedes ganar. Estarás gravemente herido. De hecho, tendrás suerte de regresar con vida así sea con unas heridas.
-No lo sabré hasta que lo intente, ¿no es así?
-Escucha, ¡un plebeyo nunca le podrá ganar a un mago!
-¿Así que dónde está el Jardín Vestri?
Saito se fue caminando. El amigo de Guiche que había estado observando la conversación de Louise y Saito, señaló con la barbilla.
-Por aquí, plebeyo.
-Ah, ¡en serio! ¿Por qué este familiar sigue haciendo lo que le viene en gana?- se quejó Louise.
Después de eso, se fue detrás de Saito.


***


El Jardín Vestri era el jardín central que estaba situado entre las torres elementales del Viento y el Fuego. Como estaba localizado al oeste, el Jardín no recibía mucha luz del sol, aún en pleno día, pero era un lugar perfecto para un duelo.
-¡Caballeros! ¡Es un duelo!
Guiche alzó su rosa artificial, provocando que los espectadores lo aclamaran.
-¡Guiche va a pelear! ¡Su oponente es el plebeyo de Louise!
¿Sabes? Yo también tengo un nombre… pensó Saito amargamente.
Moviendo su mano, Guiche agradeció la aclamación. Y entonces, como si apenas se percatara de la presencia de Saito, se giró para enfrentarlo.
Saito y Guiche estaban de pie en medio del Jardín, mirándose fijamente el uno al otro.
-Antes que nada, ¡te felicito por haber venido en vez de haber huido!- recalcó Guiche como cantando, mientras giraba su rosa.
-¡Como si fuera a huir!
-Bueno, entonces, comencemos- dijo Guiche.
Menos charlar, y más acción.
Saito corrió.
¡Las peleas las ganas el que da el primer golpe! Estoy más o menos a diez pasos de donde está Guiche. ¡No me importan mucho los nobles o los magos; sólo quiero golpear esa arrogante nariz tuya!
Guiche miró a Saito con una sonrisa y movió su rosa. Un pétalo flotó hasta el suelo como bailando en el aire… Y se convirtió en una guerrera con armadura.
Su peso era el mismo que el de una persona, pero parecía estar hecha de algún duro metal. Bajo la pálida luz del día, su piel… su armadura, brillaba.
Se quedó de pie, petrificada, en el camino de Saito.
-¿Q-qué demonios es esto?
-Soy un mago- rió Guiche-, por lo tanto, peleo utilizando magia. Seguramente no tienes quejas, ¿cierto?
-T-tú…
-Supongo que se me olvidó mencionarlo antes. Me llaman ‘el Bronce’, Guiche el Bronce. Como corresponde, mi golem de bronce Valkyrie será tu oponente.
-¿Eh?
El golem con forma de guerrera embistió a Saito. Su puño derecho impactó fuertemente en el estómago de Saito.
-¡Argh!- gimió Saito y cayó al piso. No era para sorprenderse, considerando que había sido golpeado en el estómago por un puño de bronce.
El golem lo miró sin mostrar emociones. Saito no podía levantarse por el dolor.
Supongo que así es como se siente el ser golpeado por un boxeador profesional, pensó.
-¿Qué? ¿Eso es todo?- Guiche se escuchaba poco satisfecho.
-¡Guiche!- gritó Louise, acercándose.
-¡Oh, Louise!, es mi culpa. Solo te estoy pidiendo prestado a tu familiar por un momento.
Louise movió su largo cabello y le gritó irritada a Guiche:
-¡Ya es suficiente! ¡Además, pelear está estrictamente prohibido!
-Solo los duelos entre nobles están prohibidos- se defendió Guiche-. Nadie ha prohibido los duelos entre plebeyos y nobles.
Louise se quedó sin palabras por un momento. Luego respondió:
-Eso es porque nunca había pasado nada parecido…
-Louise, ¿te gusta este plebeyo?- rió Guiche.
La cara de Louise se puso de un color escarlata por la rabia.
-¡No! ¡No seas ridículo!- dijo exaltada-. ¡Lo que pasa es que no pienso aguantar que le den una paliza a mi familiar justo delante de mis ojos!
-¿A-a quién le están dando una paliza?- dijo Saito, incorporándose-. Estoy bien.
-¡Saito!
Viendo que Saito se había levantando de nuevo, Louise prácticamente gritó su nombre.
-¡Por fin me has llamado por mi nombre!- rió Saito.
Louise estaba temblando.
-¿Entiendes ahora, no? ¡Un plebeyo nunca podrá vencer a un mago!
-Fui un poco descuidado, eso es todo. Estoy bien, así que retrocede- Saito empujó hacia atrás a Louise.
-¿Qué significa eso?- dijo Guiche-. No pensé que te podrías volver a levantar… Tal vez fui muy suave contigo.
Saito caminó lentamente hacia Guiche. Louise lo siguió y le agarró el hombro.
-¡Detente, idiota! ¿Por qué sigues de pie?
Saito retiró la mano de Louise de su hombro.
-Porque él me saca de mis casillas- dijo.
-¿Te saca de tus casillas?- estalló Louise-. Mira, ¡no es vergonzoso perder contra un mago!
-Cállate- dijo Saito mientras caminaba tambaleante.
-¿Qué?
-Tú también me estás empezando a enfadar… No sé nada sobre magos o nobles- explicó Saito-, para mí son un grupo de mocosos egocéntricos. ¿Qué es tan bueno sobre la magia? Idiotas.
Guiche observó a Saito con una tenue sonrisa pintada en su cara.
-Entre más lo intentes, más inútil será.
El característico espíritu de lucha de Saito se encendió, y lanzó un pequeño gruñido.
-Eso no fue nada. Tu pequeña estatua es muy débil.
Dejó de sonreír. La mano derecha del golem golpeó la cara de Saito. El golpe dio directo en su mejilla y fue derribado. La sangre goteaba de su nariz rota.
Saito estaba sorprendido, mientras, trataba de contener la sangre.
¡Demonios! Así que esta es la fuerza de un mago. He estado en una que otra pelea, pero ese puñetazo no se compara con ninguno que he recibido antes.
A pesar de eso, se levantó tembloroso. Sin piedad, el golem de Guiche lo mandó a volar una vez más con una patada. Se levantó otra vez. Y fue derribado una vez más. Una y otra vez, el proceso se repetía. El octavo puñetazo conectó al brazo derecho de Saito. Se escuchó un horrible ruido seco.
Incapaz de verse el brazo por su hinchado ojo izquierdo, lo examinó con la mano izquierda. Estaba torcido, en el ángulo equivocado.
Mientras Saito se quedó mirando su brazo, el golem llegó y le puso el pie en la cara. Su cabeza se golpeó fuertemente con el suelo y perdió la consciencia por un momento. Cuando volvió en sí, pudo ver la cara de Louise enmarcada con el cielo azul de fondo.
-Por favor. ¡Para ya!
Los ojos color avellana de Louise estaban húmedos por las lágrimas. Saito intentó hablar, pero el dolor en su pecho, causado por los repetidos golpes, era demasiado fuerte. A pesar de esto, concentró toda su fuerza de voluntad para hablar con una voz ronca.
-¿Estás llorando?- preguntó débilmente.
-¡No!- se ruborizó Louise-. ¿Quién lloraría aquí? En todo caso, esto es suficiente. Lo hiciste muy bien. Nunca había visto a un plebeyo como tú.
Su brazo roto palpitaba en agonía. Saito hizo una mueca.
-Esto… duele.
-¡Claro que duele! ¡Es obvio! ¿En qué estabas pensando?
Las lágrimas rodaban por la cara de Louise y caían en la mejilla de Saito.
-Eres mi familiar, ¿entiendes? No te voy a perdonar que hagas más actos estúpidos.
Guiche le habló a la pareja:
-¿Ya hemos terminado?
-Espera. Sólo estoy calentando.
-¡Saito!- gritó Louise.
Guiche sonrió y movió su rosa. Esta vez, el pétalo se convirtió en una espada. Guiche la tomó y la lanzó en la dirección de Saito. La punta de la espada se clavó en el suelo, no muy lejos de donde se encontraban él y Louise.
-Si estás dispuesto a continuar, entonces toma una espada. Si no, todo lo que debes decir es un simple ‘Lo siento’. Entonces te perdonaré y terminaremos con esto.
-¡No lo insultes!- gritó Louise, y se levantó.
Pero Guiche la ignoró completamente y continúo hablando.
-¿Entiendes? La espada. En otras palabras, un arma. Es lo mínimo que ustedes los plebeyos necesitarán si quieren tomar venganza de nosotros los nobles. Así que como dije, si todavía quieres continuar, toma la espada.
Saito estiró la mano derecha para tomar la espada. Pero con su brazo roto, sus dedos no tenían fuerza.
Louise lo detuvo.
-¡No! ¡No hay forma de que te deje hacer esto! ¡Si tomas esa espada, Guiche no tendrá compasión de ti!- Louise agarró su mano derecha fuertemente.
-No me importa ser un familiar…- declaró Saito con una voz fuerte y clara-. Puedo soportar el tener que dormir en el suelo… No me importa si la comida es mala… ¿Lavar ropa interior? Lo haré también. Igual no tengo opción- hizo una pausa y apretó su mano izquierda. Pero…
-¿Pero… qué?
-¡No pienso bajar la cabeza ante nadie en contra de mi voluntad!
Utilizando sus últimas reservas de fuerza, Saito se forzó a sí mismo a levantarse. Apartando a Louise, tomó la espada, que estaba atorada en el suelo, con su mano izquierda. En ese momento…Las runas inscritas en su mano empezaron a brillar fuertemente.

***

Cambiemos de escenario por un momento y volvamos a la oficina del Director.
El señor Colbert estaba explicándole fervientemente al Sr. Osmond sobre el plebeyo que fue invocado por Louise en el Rito de Invocación… Acerca de por qué estaba preocupado de que las runas que habían aparecido en la mano del chico fueran una prueba del contrato entre él y Louise… Y que cuando fue a investigar más…
-¿Descubriste que él es el familiar del Fundador Brimir, Gandalfr?- Osmond examinó el dibujo de Colbert de las runas en la mano izquierda de Saito.
-¡Sí!- respondió Colbert-. ¡Las runas que aparecieron en la mano izquierda de ese chico son exactamente las mismas runas que estaban inscritas en el familiar legendario Gandalfr!
-¿Y qué conclusión substrajiste de todo esto?
-¡Que ese chico es Gandalfr! Si éstas no son grandes noticias, ¿entonces qué lo son, Viejo Osmond?
Colbert se levantó mientras limpiaba su cabeza calva con un pañuelo.
-Hmmm…es verdad- murmuró Osmond-, las runas son las mismas. Pero que un plebeyo ordinario se convierta en Gandalfr sólo por tener las mismas runas… Me pregunto cómo podría pasar eso.
-¿Qué debemos hacer?
-Pero aún es muy pronto para afirmar nada.
-Eso es verdad.
Sir Osmond tamborileó en el escritorio. Se escuchó un golpe en la puerta.
-¿Quién es?
Del otro lado de la puerta apareció la voz de la Srta. Longueville.
-Soy yo, Viejo Osmond.
-¿Qué sucede?
-Parece que algunos estudiantes están peleando en el Jardín Vestri. Están causando una conmoción. Unos cuantos profesores han ido y han intentado detenerlos, pero los estudiantes impiden que puedan hacer algo.
-Por Brimir, estos chicos nobles tienen mucho tiempo disponible para causar problemas. ¿Quién son los involucrados?
-Uno de ellos es Guiche de Gramont.
-Ah, ese hijo idiota de Gramont. El ser un amante de las faldas debe ser de familia, considerando que su padre es más mujeriego aún. No me sorprendería que conozca a cada chica en la escuela. ¿Y quién es su oponente?
-Bueno, no es un mago- dijo suavemente la Srta. Longueville-. Me informaron que es el familiar de la Srta. Vallière- Osmond y Colbert intercambiaron miradas-. Los profesores están pidiendo que se utilice la ‘Campana del Sueño’ para detener el duelo.
Los ojos de Osmond brillaron como los de un halcón.
-Ridículo. No se necesita usar un artefacto tan importante sólo para detener una pelea de niños. No hagan nada.
-Entendido.
Los pasos de la Srta. Longueville desaparecieron por el pasillo. Colbert tragó, y presionó verbalmente a Osmond.
-Viejo Osmond.
Sir Osmond movió su bastón y un gran espejo que estaba en la pared empezó a mostrar la situación en los Jardines Vestri.

***

Saito estaba sorprendido. En el instante en que tomó la espada, todo el dolor de su cuerpo desapareció. Se dio cuenta que las runas en su mano izquierda estaban brillando. Y entonces…
Mi cuerpo se siente tan ligero como una pluma. Casi podría despegar y volar. Aunado a esto, la espada que llevaba en su mano izquierda se sentía tan familiar que parecía una extensión de su cuerpo. Esto es extraño. Nunca he tocado una espada antes…
Al ver a Saito con la espada en su mano, Guiche sonrió fríamente.
-Antes que nada, déjame felicitarte. Estoy bastante impresionado de que un plebeyo como tú llegara tan lejos contra un mago.
Con eso, giró la rosa en su mano.
Esa rosa artificial debe ser su varita. En serio, ¿cuán presumido puedes ser?
Saito estaba tan asombrado que se podía dar el lujo de andar pensando en tales cosas.
Me acaban de dar una paliza. ¿Qué me pudo haber pasado?
El golem de Guiche atacó de nuevo.
Estúpido pedazo de hojalata.
La estatua modelada con la forma de una mítica valkiria se aproximó a Saito en cámara lenta.
¡Qué demonios!, pensó Saito. ¿Este montó de chatarra fue la que me golpeó como si fuera un muñeco de trapo?
Saito saltó a la acción.

***

Al ver cómo su golem fue cortado en dos como si fuera un pedazo de arcilla, Guiche dejó salir un gemido. Cada mitad del golem golpeó el suelo con un sonido metálico.
Mientras tanto, Saito fue hacia Guiche en un torbellino de acción. En pánico, Guiche movió su varita-rosa frenéticamente. Varios pétalos bailaron y seis nuevos golems aparecieron.
En total, siete golems eran el arsenal completo de Guiche. Nunca se habría imaginado que un simple plebeyo podría ganarle tan siquiera a uno.
Los golems rodearon a Saito y se abalanzaron contra él al mismo tiempo.



Y justo cuando parecía que lo tenían, cinco de ellos fueron cortados. Había sido tan rápido que nadie vio la espada, haciendo que todos se preguntaran qué tipo de habilidad sobrehumana era esta.
El golem restante corrió inmediatamente para defender a Guiche, pero también fue derribado por una cuchillada que no se vio.
-¡Ah!
Una patada en la cara mandó a Guiche al suelo y vio cómo Saito saltó hacia él.
¡Voy a morir! , pensó, mientras se protegía la cabeza.
Algo hizo un ruido hueco…
Cuando tímidamente abrió sus ojos de nuevo… Saito había clavado la espada en el suelo, justo a la derecha de la cabeza de Guiche.
-¿Quieres continuar?- le preguntó Saito.
Guiche movió la cabeza frenéticamente. Había perdido todo el deseo de pelear. Y con un tono decepcionado dijo:
-Me rindo.

***

Saito soltó su mano y se fue caminando. Podía escuchar una gran aclamación de parte de la audiencia, como ‘Guau, ¡ese familiar es genial!’ u ‘Oh cielos, ¡Guiche perdió!’.
Yo… ¿Gané? ¿Cómo?
Los pensamientos de Saito estaban borrosos.
¿Qué me pasó? Me estaban dando una paliza sin piedad. Y entonces, en el momento que mi mano tocó la espada, mi cuerpo se sintió como una pluma. Lo próximo que recuerdo es a los golems de Guiche despedazados. Ni siquiera sabía cómo utilizar una espada. Todavía no lo entiendo muy bien, pero qué importa. De alguna manera gané, y eso es lo importante. Pensaré en esto después. Porque ahora mismo, me siento muy cansado.
Quiero dormir.

Pudo ver a Louis corriendo hacia él.
-Oye, ¡gané!- trató de gritar, pero las rodillas se le doblaron. La sensación de fatiga podía más que él, y sintió cómo perdía la consciencia lentamente.Saito se desmayó.

***

Al ver cómo Saito empezaba a tambalearse, Louise corrió más rápido para intentar apoyarlo en ella, pero no llegó a tiempo. Saito cayó al suelo con un fuerte golpe.
-¡Saito!
Louise lo sacudió. No, no parecía que había muerto.
-Ghaaa…
Podía escuchar cómo roncaba. Estaba durmiendo.
-Está dormido…- Louise parecía aliviada mientras dejó salir un suspiro.
Guiche se levantó y movió su cabeza asombrado.
-Louise, ¿quién es este tipo? Todas mis Valkyrias fueron derrotadas tan fácilmente…
-Sólo es un plebeyo.
-No hay forma de que mis golems puedan perder contra ‘sólo un plebeyo’.
-¿No habrá sido porque eras más débil?
Louise intentó levantar a Saito, pero al no ser capaz de apoyarlo apropiadamente, terminó cayendo, con él encima de ella.
-¡Ay, eres muy pesado! ¡Idiota!
Uno de los estudiantes de la muchedumbre lanzó un hechizo de levitación en Saito. Louise empezó a empujar suavemente el cuerpo de Saito. Necesitaba llevarlo de vuelta a su habitación y vendarlo.
Louise se limpiaba los ojos, con la manga de la camisa. Parecía que estaba sufriendo. Se veía tan lamentable que ella no podía evitar llorar. Se volvió tan fuerte cuando tomó la espada, pero si no hubiera sido por eso, realmente pudo haber muerto.Ahora mismo, eso era más importante que el que Saito ganara.
Apuesto que este idiota pensó que no importaba si moría. Yendo por ahí, siendo así de testarudo, cuando solo es un plebeyo…
-Sólo eres un familiar. ¿Por qué continúas haciendo lo que te da la gana?- le gritó Louise a Saito, que dormía. Su alivio fue reemplazado rápidamente por enojo.

***

Sir Osmond y Colbert terminaron de ver todo el suceso vía el Espejo de la Vista Remota.
Intercambiaron otra mirada.
-Viejo Osmond…
-¿Sí?
-Ese plebeyo terminó ganando…
-¿Sí?
-Guiche es solamente un mago de primer nivel, pero aún así, no ha debido ser vencido por un plebeyo cualquiera. ¡Qué velocidad tan increíble! ¡Nunca había visto a un plebeyo como él! ¡No hay duda de que es Gandalfr!
-¿Sí?
-Viejo Osmond- presionó el Señor Colbert-, debemos reportar esto al palacio inmediatamente y pedir instrucciones…
-No habrá necesidad de eso- dijo severamente Sir Osmond, despeinando su blanca barba.
-¡Pero señor! ¡Este es el mayor descubrimiento del siglo! ¡Un Gandalfr renacido en el mundo moderno!
-Sr. Colbert, Gandalfr no era un familiar ordinario.
-¡Exactamente! ¡Fue el familiar usado por el Fundador Brimir, Gandalfr! Nunca hubo una descripción de su apariencia, pero se dice que fue creado específicamente con el propósito de proteger al Fundador Brimir mientras realizaba sus conjuros.
-Correcto. Los conjuros del Fundador Brimir eran especialmente largos… Pero eso hacía a sus hechizos muy poderosos. Y como sabes, los magos son más vulnerables mientras están conjurando. Gandalfr era el familiar que él usaba para que lo protegiera en esos momentos de vulnerabilidad. Su fuerza.
Colbert interrumpió en este punto, luciendo bastante emocionado.
-¡Podría eliminar a un ejército de mil soldados él solo! ¡Los magos ordinarios no son nada para él!
-Así que, Señor Colbert…
-¿Sí?
-Ese chico, sólo es un plebeyo normal, ¿no?
-Sí. No importa cómo se vea, es un plebeyo normal. Hasta lo confirmé con un hechizo de detección cuando la Srta. Vallière lo invocó. Y aún así, era un plebeyo normal y corriente.
-¿Y cómo es que se convirtió en el Gandalfr moderno?
-Sería por la Srta. Vallière, pero…
-Supongo que debe ser una maga muy talentosa, ¿no?
-Para nada. Más bien, se podría decir que no tiene talento…
-No hay dudas de que son un dúo misterioso.
-Sí.
-¿Cómo es que un chico normal contratado por un mago sin talento se convirtió en Gandalfr? ¡Qué paradoja! No entiendo cómo pudo suceder.
-Exactamente…
-En cualquier caso, no hay necesidad de que le demos a esos tontos de palacio a Gandalfr y a su ama. Dales juguetes como estos y solo causarán otra guerra innecesaria. Los consejeros de la corte tienen mucho tiempo libre y les gusta combatir.
-Oh, ya veo. Pido disculpas por haber pasado por alto asuntos tan importantes.
-Yo tomaré la responsabilidad de este caso. No le hablará a nadie más sobre esto, Sr. Colbert.
-¡Sí! ¡Entiendo!
Sir Osmond tomó su bastón y se giró mirando hacia afuera por la ventana. Se vio inmerso en sus pensamientos sobre la lejana historia.
-El familiar legendario Gandalfr… Me pregunto qué otras formas ha tomado en el pasado.
Colbert murmuró como si estuviera soñando.
-Se decía que Gandalfr era capaz de utilizar cualquier arma para derrotar a sus enemigos…
-¿Sí?-Así que por lo menos tenía un brazo y una mano, creo.

***

La luz de la mañana despertó a Saito. Su cuerpo estaba cubierto de vendas.
Es verdad. Acepté un duelo con ese tal Guiche y me estaban dando una paliza… Entonces de alguna manera milagrosa pude ganar usando esa espada…Y me desmayé.
Estaba en el cuarto de Louise. Y por alguna razón, estaba durmiendo en la cama de Louise.
Louise estaba sentada, durmiendo profundamente con la cabeza apoyada en una mesa. Sus ojos se dirigieron a las runas en su mano izquierda. Cuando esas runas brillaron, su cuerpo se sintió tan ligero como una pluma. Una espada que nunca había sostenido en su vida, la sintió como una extensión de su brazo, y había cortado los golems de Guiche como si nada.
En este momento, esas runas no estaban brillando.
Me pregunto qué habrá sido eso…
Mientras miraba su mano izquierda curiosamente, golpearon la puerta y un momento después se abrió.
Era Siesta. La plebeya que le dio estofado en la cocina. Vestía su uniforme de sirvienta, con una cinta adornándole el cabello.
Miró a Saito y sonrió. En la bandeja plateada que llevaba, había un poco de pan y agua.
-¿Siesta?
-¿Ya estás despierto, Saito?
-Sí… Yo…
-Después de todo eso, la Srta. Vallière te trajo aquí para que durmieras. Tuvo que buscar a un profesor para que conjurara un hechizo de sanación en ti. Fue una situación seria.
-¿Hechizo de sanación?
-Sí. Es magia que ayuda a curar heridas o enfermedades. ¿No sabías?
-No…- Saito movió la cabeza.
El que Saito no conociera algunos términos básicos, desconcertó a Siesta, pero no ganaría nada quedándose callada.
-La Srta. Vallière pagó por el reactivo que era necesario para el hechizo de sanación, así que no te preocupes por eso.
Su silencio era una clara indicación de que estaba preocupado por el dinero.
-¿Ese reactivo es muy caro?
-Bueno, definitivamente es algo que un plebeyo no podría pagar.
Saito intento levantarse, pero solo pudo gritar por el dolor.
-¡Ouch!
-¡No, no te debes mover! ¡Tus heridas eran tan severas que ni el hechizo de sanación pudo curarlas completamente! ¡Necesitas tomar las cosas con calma!
Saito asintió y se recostó en la cama.
-Te traje un poco de comida. Por favor come.
Siesta puso la bandeja en la cabecera de la cama, junto a Saito.
-Gracias… ¿Cuánto tiempo dormí?
-Tres días y tres noches seguidas. Todos estaban preocupados de que no fueras a despertar.
-¿Todos?
-El personal de la cocina…
Siesta bajó los ojos tímidamente.
-¿Qué sucede?- preguntó Saito.
-Uhm… lo siento. Haber huido en ese momento…
Ella estaba hablando de cómo huyó atemorizada cuando Saito enfureció a Guiche en el comedor.
-No te preocupes. No hay nada de que disculparse.
-Como no podemos usar magia, los nobles siempre han sido intimidantes para nosotros los plebeyos…
De repente Siesta levantó la cabeza. Sus ojos brillaban.
-¡Pero ya no estoy asustada! ¡Me inspiraste, Saito! ¡Aunque eres un plebeyo le ganaste a un noble!
-De verdad…
Aunque en verdad no tengo la más mínima idea de cómo gane.
Apenado, Saito sólo se rascó la cabeza. Entonces se dio cuenta de que estaba usando su brazo derecho, el que había sido roto. Estaba completamente bien. Todavía dolía un poco al moverlo, pero parecía que los huesos estaban juntos de nuevo.
Guau, así que esto es magia, pensó Saito un poco admirado. Supongo que sí es algo de que estar orgulloso.
-Por cierto, ¿me has atendido todo este tiempo?
-Oh no, yo no. Fue la Srta. Vallière…
-¿Louise?
-Sí. Cambió todas las vendas y limpio el sudor de tu cara… No durmió ni un poco, por eso está tan exhausta.
Mientras dormía, la respiración de Louise era constante y suave. En su rostro se mostraban unas ojeras.
Su cara mientras duerme siempre es tan adorable. Se parece a una muñeca. Así que sí puede ser amable a veces, pensó. Repentinamente su cara de perfil parecía mucho más linda.
Louise parpadeó y abrió sus ojos.
-¡Ah!- se estiró con un gran bostezo, y entonces miró a Saito, quien había estado sentado en la cama, sorprendido.
-Oh, estás despierta.
-Sí…
Saito bajó los ojos. Pensó que debía agradecerle.
-Esto…, Louise.
-¿Qué?
-Gracias. Y perdóname por haberte preocupado.
Louise se levantó y se acercó a él. El corazón de Saito se aceleró.
¿Dirá algo como ‘buen trabajo, estuviste genial allá fuera’ y tal vez me bese?
Pero eso no es lo que pasaría. Louise le quitó la sabana a Saito y lo agarró por el pescuezo.
-Si te sientes mejor, ¡sal de mi cama!
Todavía agarrándolo por el pescuezo, Louise sacó a Saito de la cama. Saito cayó al suelo.
-Oye, ¡todavía soy una persona herida!
Saito se levantó. El cuerpo todavía le dolía, aunque no era nada que no pudiera aguantar. Pero aún así, lo hubiera dejado dormir un poco más.
-Oh, en ese caso, me iré ahora…- dijo Siesta con una extraña sonrisa y salio de la habitación. O mejor dicho, huyó de la habitación.
Louise le arrojó una montaña de ropa, incluyendo ropa interior, a Saito.
-Esa es la ropa sucia que se acumuló mientras estabas durmiendo. Una vez termines con eso, limpia mi habitación. ¡Apúrate!
-Uhm, ¿sabes?...
Louise miró furiosamente a Saito.
-¿Qué? ¿Crees que por ganarle a Guiche te trataría diferente? ¿Pensaste que serías felicitado? ¿Eres un idiota?
Saito miró ofendido a Louise. Decidió retirar lo que había pensado antes sobre ella siendo linda. Aún así… la manera en que Louise se sentaba en su cama moviendo sus piernas era de un nivel innegable de lindura más allá de este mundo.
Su largo cabello color fresa ondeaba. Sus ojos color avellana brillaban con malicia. Era grosera, arrogante y egoísta, pero no importa cuánto él intentara negarlo, su apariencia era encantadora.
Levantando un dedo triunfante, Louise declaró.
-¡Que no se te olvide! ¡Eres mi familiar!

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[6] En la Mitología Nórdica, uno de los cuatro enanos que sostenían los puntos cardinales. Vestri sostenía el Oeste.

sábado, 26 de enero de 2008

Volumen I - Capítulo II

Capítulo II
Louise la Zero
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Cuando Saito se despertó, lo primero que vio al abrir sus ojos fue la ropa interior que Louise se había quitado. De alguna manera había terminado en su cara, después de que la tirara por ahí.
Louise todavía estaba dormida en la cama, roncando suavemente. Su cara cuando dormía era simplemente angelical., como si nunca hubiera roto un plato. En ese momento parecía mucho más infantil que de costumbre. Era una chica ruidosa y muy molesta cuando no dejaba de hablar sobre ‘de que si los “nobles” esto… los “magos” aquello…’.
Pero mientras dormía era preciosa. Saito casi deseaba que se quedara así para siempre. Entonces volvió a la realidad.
De modo que lo que pasó ayer por la noche no fue un sueño.
Él pensó que al despertarse todo volvería a ser como antes, pera obviamente, no ocurrió nada. Estaba abatido. No obstante, era una fantástica mañana. La luz deslumbrante del sol entró en la habitación.
La incesante curiosidad de Saito resurgió.
Pensándolo bien, esto es una especie de viaje turístico. ¿Me pregunto qué clase de mundo es éste? No me gusta la idea, pero mientras siga siendo el familiar de una grosera maga que ronca, tendré que hacer todo lo que me pida.
Primero, descubrió a Louise de su manta.
-¿Pe-pero qué? ¿Qué pasa?- preguntó gritando.
-Ya es de día, mi lady.
-¿Eh? O-Oh… espera… ¿Quién eres tú?- dijo Louise con una ronca voz. Parecía perdida, tanto, que se arrastraba por el suelo mientras refunfuñaba.
¿Estará bien?
-Hiraga Saito.
-Oh, el familiar. Es cierto. Te invoqué ayer, ¿no?
Louise se incorporó bostezando. Entonces le ordenó a Saito:
-Mi ropa.
Saito cogió el uniforme que estaba encima de la silla y lo sacudió. Louise empezó a desnudarse. Saito instantáneamente se dio media vuelta con la cara roja.
-Mi ropa interior.
-Có-cógela tú misma.
-Está en el último cajón… de ese armario… Allí.
Parecía como si todo esto lo tuviese planeado de antemano.
Mordiéndose la lengua, fue embalado al cajón de la ropa interior que le dijo. Saito nunca antes había visto la ropa interior de las mujeres, a excepción de la de su madre. Cogió un par al azar y se las lanzó por encima del hombro sin mirar.
Una vez que Louise terminó de ponerse la ropa interior, le dijo:
-Mi ropa.
-¡Pero si te la acabo de dar!
-¡Vísteme!
Ni soñando.
Saito dio media vuelta, enfadado, sólo para encontrarse a Louise sentada sobre la cama, vestida sólo con la ropa interior que le había lanzado antes. Ya no sabía para dónde mirar.
Louise puso mala cara.
-Debes saber que los nobles no nos vestimos nosotros teniendo un criado a nuestro lado.
Eso le molestó a Saito.
-Puedes vestirte por tú sola.
-Bien, entonces. Como castigo por tu falta de respeto, no desayunarás- dijo Louise, levantando un dedo triunfante.
De mala gana, Saito cogió la blusa.

***

Cuando salió del cuarto con Louise, vio tres puertas de madera idénticas a lo largo de la pared. Una de las puertas se abrió, y de ella salió una chica con el cabello rojo llameante.
Era más alta que Louise. Debía de ser más o menos como Saito. A primera vista parecía bastante coqueta. Tenía una cara preciosa y lucía una cautivadora figura. Sus pechos parecían dos gigantescos melones. Los dos primeros botones de su blusa estaban desabrochados, dejando al descubierto un impresionante escote que era inevitable mirar. Su piel estaba bronceada, dándole una especie de vida y belleza natural.
Su altura, color de piel, atmósfera y tamaño de sus pechos… Era todo lo contrario a Louise, que carecía de todos esos encantos.
Cuando vio a Louise, una amplia sonrisa se dibujó en su cara.
-Buenos días, Louise- saludó.
Louise le devolvió el saludo con un ceño.
-Buenos días… Kirche.
-¿Es ese… tu familiar?- preguntó Kirche de broma, señalando a Saito.
-Así es.
-¡Jaja! ¡Así que realmente es un humano! ¡Es asombroso!
Saito se resentía de ese comentario.
Perdona por ser humano. ¿Qué eres tú entonces? Miró fijamente sus pechos. Eso es, eres un extraterrestre de pechos grandes. Sí, un alien de pechos muy grandes.
Su mirada se intensificaba.
-Sólo tú podías invocar a un plebeyo con el ‘Ritual Sagrado’, como se esperaba de Louise la Zero.
Las blancas mejillas de Louise se volvieron rojas.
-Cállate- dijo.
-Yo también invoqué ayer a un familiar. Y a diferencia de alguien, lo hice a la primera.
-¿De verdad…?
-Y si vas a tener un familiar- dijo Kirche con sorna-, debe ser tan bueno como éste. ¡Flame!
Kirche llamó a su familiar, triunfante. De su habitación, un lagarto rojo oscuro salió arrastrándose por el suelo. Y una ola de calor golpeó de repente a Saito.
-¡Guau! ¿Qué diablos es esa cosa roja?- preguntó, impresionado y asustado.
Kirche sonrió.




-¡Oh! No me digas que es la primera vez que ves un lagarto de fuego.
-¡Pero ponle una cadena, o algo! ¡Es peligroso! Y además sigo sin saber qué es.
-Tranquilo. No atacará mientras no se lo ordene. Y no pongas esa cara de gato asustado.
Kirche se llevó la mano a la barbilla, y empezó a reírse.
Aquel monstruo era por lo menos tan grande como un tigre. Al final de su cola tenía una llama y cuando respiraba, escupía algo parecido a pequeñas llamas.
-¿No sientes calor cuándo estás cerca de él?- preguntó Saito. Ya calmado, volvió a mirarlo de nuevo-. ¡Guau, es un verdadero monstruo! ¡Fantástico!
-Pues la verdad es que no- respondió Kirche-, se siente bastante fresco.
-¿Es una salamandra?- preguntó Louise algo celosa.
-¡Así es! ¡Un lagarto de fuego! Mira la cola. ¡Fíjate en lo viva y grande que es la llama, esto quiere decir que proviene de Las Montañas de los Dragones de Fuego! ¡Es como una marca de fábrica! ¡Ni los coleccionistas le pueden poner precio a esto!
-Está bien- dijo Louise con voz amarga.
-¿No crees que encaja a la perfección con mi afinidad?
-Tu afinidad es el fuego, ¿no?
-Pues claro. Después de todo, soy Kirche la Ardiente. El fuego de la ardiente pasión. Por donde quiera que vaya, los chicos caen ante mis pies, a diferencia de ti, ¿verdad?
Kirche sacó pecho, orgullosa. No queriendo quedarse atrás, Louise hizo lo mismo, pero la diferencia de volumen era bastante triste.
A pesar de eso, Louise miró a Kirche como si hubiera vencido. Parecía que no le gustaba nada perder.
-¿Y cómo te llamas?- preguntó Kirche a Saito.
-Hiraga Saito.
-¿Hiragasaito? Qué nombre más raro.
-¡Oye!- protestó Saito.
-Bueno, me voy.
Acarició su rojo pelo y se marchó rápidamente. La salamandra la siguió con un bonito movimiento que al fin y al cabo resultaba raro debido al tamaño de la criatura.
En cuanto se fueron las dos, Louise sacudió un fuerte puñetazo en su dirección.
-¡Oh, esa chica me pone furiosa!- dijo-. ¡Y sólo por que invocó a una salamandra de Las Montañas de los Dragones de Fuego!
-Tranquilízate. Es sólo una invocación.
-¡No, no es sólo eso! ¡Puedes determinar el verdadero poder de un mago mirando a su familiar! ¿Por qué esa idiota tiene una salamandra, mientras yo sólo te tengo a ti?
-Perdona por ser humano- dijo sarcástico-. Pero tú también lo eres.
-¡Comparar a un plebeyo con un mago es como comparar a un perro con un lobo!- dijo Louise indignada.
-Está bien…- dijo Saito-. A propósito, ella te llamó Louise la ‘Zero’, pero, ¿qué significa el ‘Zero’? ¿Es tu apellido?
-¡De ninguna manera! ¡Mi nombre es Louise de la Vallière! ‘Zero’ es sólo un apodo.
-Un apodo, ¿eh? Entiendo por qué a ella la llaman la ‘Ardiente’, pero, ¿a qué viene eso de la ‘Zero’?
-No necesitas saberlo- contestó Louise algo incómoda.
-¿Es por tus pechos?- preguntó Saito, echando una mirada a Louise.
Sí, plana como una tabla de planchar.
La mano de Louise voló hacia él, pero la consiguió esquivar.
-¡Vuelve aquí!
-¿Para que me pegues?
¿Una bofetada? Ahora que recuerdo… esta chica… Ayer, los demás se fueron volando, pero ella volvió andando. Y ayer por la noche, cuando la agarré, me dio una patada en la ingle. Si de verdad deseara regañarme, ¿no sería mejor utilizar magia en vez de golpearme con el pie? Eso sería más eficaz, y más típico de un mago, aparte.
¿Qué significa esto?
, se preguntaba Saito.

***

El comedor de La Academia de Magia de Tristain era el núcleo (y el más alto) de todos los edificios. Dentro, tres mesas exageradamente largas estaban colocadas paralelamente una de la otra. Una de ellas podía perfectamente asentar a cientos de personas.
La mesa en la que Louise y los demás de segundo año se sentaban era la del medio. Al parecer los estudiantes se podían identificar según el color de sus capas. Mirando desde la entrada, todos los que estaban sentados a mano izquierda parecían ser mayores y llevaban capas de color morado. Los de tercer año.
Los estudiantes que estaban sentados a la derecha llevaban capas de color marrón. Los de primer año.
Así que son diferentes para cada año, pensó Saito.
Todos y cada uno de los magos de este colegio, tanto estudiantes como profesores, se reunían aquí para desayunar, comer, y cenar.
En un piso más alto se podían ver a los profesores gozando de una entretenida charla. Todas las mesas estaban increíblemente decoradas. Había un montón de velas, ramos de flores, cestos llenos de frutas…
Saito se quedó fascinado ante la grandeza del comedor. Louise levantó su rostro y comenzó a explicarle. Sus pequeños ojos brillaban con picardía.
-La Academia de Magia de Tristain- dijo- no sólo enseña magia, ¿qué pensabas?
-Ya veo…
-La mayoría de magos son nobles. Hay un refrán que dice ‘los nobles alcanzan la nobleza con el uso de la magia’. Éste refrán es el cimiento sobre el que se asienta toda la educación que recibimos como nobles. Así, el comedor también debe estar a la altura de la alta aristocracia.
-Está bien…
-¿Entiendes? Normalmente un plebeyo como tú nunca pisaría el Salón de Alvíss [4]. Eres un chico afortunado.
-Eh, espera, ¿qué significa ‘Alvíss’?
-Es el nombre que usamos para referirnos a las personas pequeñas. ¿Ves todas esas estatuas de allí?- Louise señaló a una pared donde había una fila entera de laboriosas estatuas de gente pequeña.
-Están bien hechas. Err, esas cosas no… o sea… no vuelven a la vida, ni nada por el estilo, por la noche, ¿no?
-Oh, ¿ya lo sabías?
-¿De verdad lo hacen?
-Hombre, bailan. Bueno, ya es suficiente por hoy. Saca la silla para que me siente ¿no? No eres un familiar muy competente- dijo Louise, cruzando los brazos e inclinando su cabeza, con lo que hubo un movimiento ondulado de su pelo rosa.
Oh cierto, las damas primero. Saito arrastró un poco la silla para que Louise se sentase. Louise ni si quiera se lo agradeció cuando se sentó.
Saito hizo lo mismo y se sentó.
-¡Esto es increíble!- dijo Saito. Era demasiado para un desayuno. Hasta había un gigantesco pollo asado. A parte de eso, había también vino, y una empanda con forma de trucha hecha en el horno.
-¡No puedo comer todo esto! ¡Si lo hago reviento! ¡Oye, Louise!- Saito agarró el hombro de Louise sólo para encontrarse con su penetrante mirada-. ¿Qué?- preguntó dudoso.
Louise no le quitó ojo de encima.
-¡Ah, tengo que comportarme como la nobleza!- comprendió Saito-. Aún cuando no lo soy.
Louise señaló el suelo, dónde sólo había un tazón.
-Es un tazón- dijo Saito.
-Sí. Lo es.
Aquí pasa algo raro.
Louise apoyó su barbilla en las manos y dijo:
-¿Sabes, los familiares deberían estar afuera supuestamente? Tú sólo estás aquí porque yo lo solicité.
Saito estaba sentado en el suelo sin abrir la boca, mirando fijamente el tazón que tenía delante de él. Había unos pequeños trozos de carne desechada flotando alrededor de la sopa y en el borde había un trozo de pan duro.
Extendiendo su cuello, miró por encima del borde de la mesa. Podía ver el espectacular festín que había. No tenía nada que ver con su tazón, desde luego.
-¡Oh, Gran Fundador Brimir y nuestra señora, la Reina, os damos las gracias por esta humilde comida que nos habéis proporcionado esta mañana!
El armonioso sonido de la oración era asombroso. Louise también rezó, con los ojos cerrados.
¿Así qué ‘humilde comida’?, pensó Saito, quejándose y mirando fijamente a la comida. ¿Entonces eso qué es? Es aún más grande que un banquete. El que tiene la ‘humilde comida’ aquí, soy yo. Quiero decir, miren mi tazón. Esto es peor que la comida que se les da a los animales. Saito quería protestar. ¡Hasta los animales japoneses comen mejor!
Irritado por como le trataban, puso una mano encima de la mesa, pero Louise no tardó en abofetearla.
Saito la miró con resentimiento.
-¿Qué estás haciendo?- preguntó sorprendida.
-Dame un poco de pollo. Sólo un poco.
-¡Ay!- al quejarse, Louise le quitó la piel al pollo y se lo echó en el tazón.
-¿Y la carne?- preguntó Saito.
-No. No te habitúes a esto.
Louise empezó a comer.
-Ah, delicioso, ¡delicioso! Creo que voy a llorar- murmuró Saito, mientras comía de su pan duro.

***
Las clases de la Academia de Magia eran muy similares a las salas de conferencia de la universidad y, como todo lo demás, estaban construidos de piedra. Los profesores se encontraban en la mesa de abajo, dictando clase, y desde la mesa del profesor, los asientos de los estudiantes iban ascendiendo como si fuera una escalera, formando un semicírculo.
Cuando Saito y Louise entraron, todos giraron simultáneamente sus cabezas hacia ellos.
Y entonces empezaron a reírse. Kirche también estaba allí, rodeada por un montón de chicos.
Ya veo, así que es cierto que sólo con mover un dedo, a todos los chicos se les cae la baba. Y ellos aparte la tratan como a una reina. Bueno, tampoco me sorprende, con el cuerpo que tiene. Supongo que los pechos grandes, siguen siendo pechos grandes seas de dónde seas.
Había todo tipo de familiares.
La salamandra de Kirche estaba dormida bajo su silla. Había estudiantes con búhos apoyados en sus hombros. En una ventana, una gigantesca serpiente miraba la clase. Un chico silbó, y la serpiente se retiró. Además de eso, también había cuervos y gatos. Pero lo que más atraía la atención de Saito eran las criaturas fantásticas que no existían en su mundo. Estaba cada más excitado. Todas esas bestias se arremolinaban alrededor de él.
Entre ellos vio a un lagarto con seis piernas. ¿Qué puede ser eso...? Saito intentaba averiguarlo a través de los conocimientos que tenía de las bestias fantásticas. ¡Un basilisco! He visto uno en un juego. También había un ojo que flotaba. ¿Qué puede ser eso?
Decidió preguntárselo a Louise.
-¿Qué es ese ojo flotante?
-Un Cuco [5]- respondió lacónica.
-¿Y esa cosa qué parece un pulpo?
-Un Skua- Louise le contestó malhumorada y se sentó.
Saito se sentó al lado de ella. Louise lo miró fijamente.
-¿Qué?- preguntó.
-Ese sitio es para los magos. Un familiar no puede sentarse ahí.
A regañadientes, Saito se sentó en el suelo.
No puedo comer el desayuno con los demás. No me dejan sentarme en esta silla… Paso de estar sentado aquí, pensó Saito, y volvió a sentarse en la silla.
Louise lo miró, pero esta vez no dijo nada más.
La puerta se abrió, y la profesora entró en la clase. Era una mujer de mediana edad y vestía un traje púrpura bastante voluminoso y un sombrero. Tenía una cara regordeta, redondita, que transmitía sensaciones amistosas.
-¿También es maga esa señora?- le susurró Saito a Louise.
-¿Es qué no es obvio?- le dijo Louise, volviéndose.
La señora miró a toda la clase y empezó a hablar con una sonrisa en la cara.
-Enhorabuena, parece que las invocaciones de los familiares fueron todo un éxito. A mí, Chevreuse, siempre me llena de alegría ver a los nuevos familiares que se convocan todos los años.
Louise cerró sus ojos y agachó la cabeza.
-¡Madre mía! Si que ha convocado a un familiar… peculiar, Srta. Vallière- dijo la profesora, mirando a Saito. El comentario no iba con malicia, pero aún así la clase estalló en risas.
-¡Louise la Zero! ¡No vale escoger a un plebeyo de la calle, sólo por que no puedas invocar nada!
Louise ondeó su rosado pelo y se levantó. Y con su suave voz entrada en cólera dijo:
-¡No! ¡Hice todo correctamente! ¡Él fue todo lo que apareció!
-¡No mientas! Apuesto a que no pudiste lanzar el conjuro de invocación, ¿verdad?- los demás estudiantes se rieron entre dientes.
-¡Señora Chevreuse, me han insultado! ¡Malicorne el Resfriado me ha insultado!- Louise golpeó con su puño la mesa en señal de protesta.
-¿El Resfriado? ¡Yo soy Malicorne el Barlovento! ¡Y nunca he cogido un resfriado!
-Bueno, es que como tienes una voz tan ronca, parece que has cogido uno.
El chico que se llamaba Malicorne se levantó y miró a Louise. Chevreuse los señaló con la varita. Ambos repentinamente de un tirón, como si fueran marionetas, se sentaron.
-Srta. Vallière, señor Malicorne, paren esta innecesaria discusión.
Louise parecía desanimada. Toda la vivacidad que había demostrado tener antes parecía haberse evaporado.
-Llamar a los amigos por motes como ‘la Zero’ o ‘el Resfriado’ no es aceptable- continuó la profesora-. ¿Entendéis?
-Srta. Chevreuse- dijo el tal Malicorne-, a mí me lo dicen de broma; pero para ella, es pura verdad.
De repente unas carcajadas salieron de algún lado de la clase.
Chevreuse miró a toda la clase con una expresión amenazante. Señaló otra vez con su varita y a todos los que se reían le metió en la boca pedazos de arcilla roja.
-Ahora seguiréis la clase en ese estado.
Esto era una especie de tapón para cualquier arrebato que se pudiera dar.
-Y ahora, empecemos la clase- Chevreuse tosió fuertemente, y agitó su varita. Y unos guijarros aparecieron de la nada encima de la mesa.
-El nombre de mis Runas es ‘Arcilla roja’. Chevreuse, la Arcilla Roja. Este año os voy a enseñar todo lo que tenga que ver con la magia del elemento Tierra. ¿Sabe cuáles son los cuatro grandes elementos de la magia, señor Malicorne?
-Sí, Srta. Chevreuse. Son Fuego, Agua, Tierra, y Viento.
Chevreuse asintió.
-Y combinados todos ellos, con el ahora perdido elemento del ‘Vacío’, forman en total 5 elementos, como ya deberían saber. Y entre todos estos elementos, la Tierra ocupa una posición extremadamente importante. Esto no lo digo por que mi afinidad sea el elemento tierra, ni por ningún tipo de preferencia personal- de nuevo, Chevreuse tosió fuertemente-. El elemento Tierra es muy importante por que gobierna la creación de toda materia y su constitución. Si ni existiera el elemento Tierra, no podríamos ni producir ni procesar los metales necesarios. Levantar los edificios a partir de las gigantescas piedras y recolectar las cosechas se haría mucho más costoso. De este modo, la magia del elemento Tierra está íntimamente ligada a nuestras vidas.
Vaya, pensó Saito. Así que en este mundo, la magia es como la ciencia o la tecnología en mi mundo. Creo que ya entiendo, por que Louise se siente tan orgullosa de llamarse maga.
-Ahora, cada uno recuerde que la base de la magia de la Tierra es la transmutación. Aunque hay gente que puede realizar esto desde su primer año, empezaremos desde los fundamentos básicos, para repasarlos una vez más.
Chevreuse volvió su atención en los guijarros y agitó su varita sobre ellos. Entonces ella susurró un encantamiento, y comenzaron a brillar intensamente. Cuando la luz cesó, los guijarros habían cambiando a trozos brillantes de metal.
-¿E-eso es o-o-oro, Srta. Chevreuse?- Kirche se inclinó hacia delante, poniéndose encima de su mesa.
-No, no. Es latón. Sólo los magos Cuadrangulares, pueden hacer ese tipo de transmutación. Yo sólo soy…- Chevreuse tosió de una manera bastante presumida- una maga Triangular...
-Louise- Saito empujó a Louise.
-¿Qué? ¿No ves qué estamos en medio de una clase?
-¿Qué significa todo eso de magos cuadrangulares y triangulares?
-Es el número de elementos que pueden llegar a controlar en un conjuro. También determina el nivel del mago.
-¿Eh?
Louise se lo explicó a Saito tranquilamente.
-Mira, por ejemplo, uno es capaz de usar la Tierra en un solo encantamiento. Pero si aparte de la Tierra añade el elemento Fuego al conjuro, aumentará exponencialmente el poder del mismo.
-Oh, ya veo.
-Los magos que pueden usar dos tipos de magia diferentes como lo son el Fuego y la Tierra, son llamados magos Lineales. La Srta. Chevreuse puede llegar a combinar tres elementos juntos, Tierra-Tierra-Fuego. Es una maga Triangular.
-¿Y qué pasa cuándo agregas el mismo elemento?
-Se refuerza el elemento, haciéndolo más fuerte.
-Ya veo. En otras palabras, la profesora de allí tiene un gran poder, por que es una maga Triangular, ¿no?
-Así es.
-¿Y cuántos elementos puedes añadir tú, Louise?
Ella no le contestó.
En ese instante la profesora se dio cuenta de que estaban hablando.
-¡Srta. Vallière!
-¿S-sí?
-Por favor, deje la charlita para otro momento.
-Lo siento…
-Ya que tiene tanto tiempo para hablar, ¿por qué no me demuestra lo que sabe hacer?
-¿Eh? ¿Yo?
-Sí. Intente cambiar estos guijarros por cualquier metal que usted quiera.
Louise no se levantó. Estaba allí sentada, parecía estar preocupada y nerviosa.
-¡Eh, vamos! ¡Te está señalando a ti!- le decía Saito mientras le daba codazos.
-Srta. Vallière, ¿ocurre algo?- la Srta. Chevreuse la volvió a llamar.
Entonces, Kirche le dijo preocupada:
-Esto… ¿profesora?
-¿Sí?
-Creo que sería mejor que no la dejara hacerlo…
-¿Y eso por qué?
-Por que es peligroso- le respondió Kirche. Todos los demás alumnos asintieron.
-¿Peligroso? ¿Por qué?
-Es la primera que vez que da clase a Louise, ¿verdad?
-Sí, pero escuché que se esfuerza mucho. Ahora, Srta. Vallière. No se preocupe, sólo inténtelo. No conseguirás nada positivo si no aprende de sus errores.
-¡Louise, no!- gritó Kirche, con cara pálida.
Pero Louise se levantó.
-Lo haré.
Con una expresión nerviosa, fue bajando hasta llegar al frente de la clase. Chevreuse se puso al lado de Louise y sonrió.
-Srta. Vallière, ha de visualizar perfectamente en su mente el metal en el cual piensa transmutar estos guijarros.
Asintiendo inocentemente, Louise agitó su varita. Nunca había parecido tan adorable como en ese instante cuando empezó a mover sus labios para recitar el conjuro. Parecía de otro mundo. Aún sabiendo cuál era su verdadera personalidad, Saito por un momento notó que el ritmo de su corazón aumentaba al mirarla.
El sol de la mañana que entraba a través de la ventana, se reflejaba en el rosado pelo de Louise de una manera preciosa. Sus ojos rojizos parecían joyas, y su piel se tiñó de un blanco puro. Y su pequeña nariz era propia de la nobleza.
Sólo si sus pechos fueran un poco más grandes, sería perfecta... No, demasiado bonito para ser real. Pero por muy guapa que sea, su personalidad es una verdadera tortura, se lamentó Saito.
Pero aunque él estaba sentado, los demás estudiantes, debido a alguna razón, estaban escondidos debajo de sus mesas.
¿No ven lo bonita qué es? Aún así no parece ser muy popular tampoco. La llaman ‘la Zero’ y se ríen de ella. Aunque las chicas de aquí tampoco es que sean una belleza. Sólo Kirche es rival para ella.
Louise cerró los ojos, pronunció una pequeña frase y agitó su varita. De repente los guijarros estallaron.
La ráfaga cogió de lleno a Chevreuse y a Louise y las lanzó contra la pizarra. Todo el mundo empezó a gritar. Los familiares asustados se sumaron al caos. La salamandra de Kirche se despertó de repente y, levantándose sobre sus piernas, respiró fuego.
La explosión asustó a una mantícora, que salió al escape por la ventana, rompiéndola. A través del agujero, la serpiente gigante que había estado mirando a escondidas se tragó a unos cuantos cuervos. La clase esta en un caos absoluto.
Kirche se levantó y señaló a Louise.
-¡Esto es por lo que le dije que hubiera sido mejor que no la hacerlo!
-¡Vallière, sálvanos de este sufrimiento y abandona el colegio de una vez!
-¡Qué suerte! Mi serpiente ya tiene comida ¡Qué suerte!
Saito estaba en estado de shock.
La Srta. Chevreuse no podía moverse de donde estaba. De vez en cuando hacía alguno que otro movimiento, así que no estaba muerta.
Una Louise llena de hollín se levantaba poco a poco. Parecía realmente pobre. A través de su blusa totalmente rasgada se podía ver su pequeño y delgado hombro, al igual que las bragas que asomaban por culpa de los arañazos en su falda.
No obstante, era una chica increíble. Louise no parecía desconcertada tras el alboroto que hubo en la clase.
-Parece que he ensuciado esto un poco…- dijo ella, con una fina voz.
Por supuesto, ese comentario tenía una respuesta muy sencilla por parte de los estudiantes:
-¡Esto no es ensuciar un ‘poco’! ¡Louise la Zero!
-¡Tus probabilidades de éxito siempre serán ZERO!
Saito comprendió entonces por que la llamaban ‘la Zero’.

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[4] Alviss era un enano en la mitología nórdica que fue convertido en piedra por Thor.
[5] En la versión en inglés, está la palabra Bugbear, que significa en español pesadilla.