viernes, 7 de noviembre de 2008

Volumen II - Capítulo IV

Capítulo IV

La Ciudad-Puerto de La Rochelle
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Aunque recién estaba amaneciendo, Saito, Guiche y Louise ya habían comenzado a preparar las sillas para sus caballos. Atada a la espalda de Saito estaba Derflinger. Debido a su longitud, no podía ser sujetada en la cintura.
Louise estaba vestida con su uniforme diario, la única diferencia era que ahora llevaba botas para montar en vez de zapatos. Juzgando por eso, parecía que iban a demorar mucho tiempo montando los caballos.
-¿Qué tan lejos estamos de Albión desde aquí? Aún no me acostumbro a montar a caballo… Lo más probable es que me duela la cintura por montar…- dijo Louise para sí misma.
Antes de partir, Guiche habló un poco incómodo:
-Tengo una petición…
-¿Qué es lo que quieres?- respondió Saito con hostilidad mientras ponía sus pertenencias sobre la silla. Aún no podía perdonar a Guiche por herirlo tanto durante la pelea que tuvieron tiempo atrás.
-Deseo llevar conmigo a mi Familiar.
-¿Tienes un Familiar, en primer lugar?
-Por supuesto que sí. Todos los magos tienen uno.
Louise y Saito intercambiaron miradas, y luego volvieron a mirar a Guiche.
-¿Dónde está tu Familiar?
-Aquí- respondió Guiche, señalando el suelo.
-Pero no hay nada ahí- dijo Louise.
Guiche respondió golpeando el suelo con su pie. Una gran criatura marrón emergió del suelo.
-¡Verdandi [1]! ¡Oh, mi lindo Verdandi!
-¿Qué demonios es esa criatura?- preguntó Saito, anonadado.
-¿A qué te refieres con criatura? Éste es mi pequeño y lindo Familiar, Verdandi.
-¿Dices que tu Familiar es esa cosa grande de ahí?
Después de vista más de cerca, la criatura marrón era de hecho un topo con el tamaño aproximado de un oso pequeño.
-Sí. Ah, mi Verdandi se ve tan lindo desde cualquier ángulo que lo mire. ¿Ya has comido tus lombrices antes de venir aquí?
El topo gigante gruñó feliz en respuesta.
-¿En serio? ¡Es maravilloso!- dijo Guiche, poniéndose cachete con cachete con su Familiar.
-De hecho… no creo que puedas llevar esa cosa con nosotros…- dijo Saito disgustado.
-Cierto, Guiche. Esa criatura se mueve bajo tierra, ¿cierto?.
-Así es. A pesar de que es ligeramente más grande que lo usual, Verdandi sigue siendo un topo, ¿está bien?
-¿Cómo vamos a llevarlo con nosotros? Estamos montando caballos- dijo Louise de una manera perturbada.
-Es cierto. Verdandi se mueve muy rápido bajo tierra. ¿Me equivoco, Verdandi?
El gigantesco topo asintió, de acuerdo.
-¡Pero vamos a Albión! ¡No podemos llevar cosas que se muevan bajo tierra!- explicó Louise.
Guiche, luego de oír esto, se arrodilló en el suelo y respondió:
-No puedo soportar estar lejos de mi querido Verdandi. Ay, qué dolor.
Al mismo tiempo, el topo gigante pareció captar algún olor en su nariz y se aproximó más y más cerca de Louise.
-¿Qué está haciendo éste estúpido Topo?
-De tal varita, tal astilla- dijo Saito-. Ambos comparten los mismos intereses: chicas.
-¡Para! ¡Para esta cosa ya!
El topo gigante hizo tambalear a Louise y comenzó a olfatearla.
-¡Hey! ¡Mira dónde estás olfateando! ¡Páralo!
Louise, constantemente curioseada por la nariz del topo, empezó a rodar por el suelo. Todo ese rodamiento desordenó su ropa, exponiendo su ropa interior. Louise comenzaba a ponerse muy molesta.
Saito inconcientemente comenzó a estar absorto en ver a Verdandi y Louise, como si estuviese contemplando una pintura bellísima.
-Oh, cuán hermosa es la escena de un topo gigante provocando a una damisela.
-Totalmente de acuerdo.
Ambos, Saito y Guiche, asintieron a la vez.
-¡Dejen de balbucear tonterías, zoquetes! ¡Venga y ayúdenme, rápido! ¡Ah!
El topo gigante vio el anillo en la mano derecha de Louise y comenzó a tocarlo con su nariz.
-¡Tú, topo insolente! ¡No uses tu nariz para oler el anillo que Su Alteza me ha conferido!
-Ahora lo entiendo. Es el anillo. Verdandi ama las joyas.
-Qué cosa más irritante.
-Por favor, no llames a Verdandi una cosa irritante. Es por mí que Verdandi busca piedras preciosas y joyas. Para un mago de Tierra, no hay nada más útil que eso.
Justo cuando Louise estaba por explotar, una repentina ráfaga de viento llegó de algún lugar y sacó volando a Verdandi.
-¿Quién es él?- gritó Guiche agitado.
Un noble corpulento con un sombrero de pluma apareció de la débil luz del día tras él. Saito lo miró sorprendido.
-Él... Él es…
-¿Qué le has hecho a mi Verdandi?
Guiche sacó a toda prisa su varita con forma de rosa, pero el noble del sombrero emplumado fue más rápido. Antes de que Guiche pudiera decir algún hechizo, su varita ya estaba fuera de su mano.
-No soy tu enemigo. Estoy bajo las órdenes de Su Alteza para acompañarlos en su viaje. La Princesa está preocupada por que sean ustedes tan pocos al ir a Albión, pero enviar una tropa entera de soldados con ustedes sería demasiado sospechoso. Por tal motivo, fui elegido para acompañarlos en su viaje- dijo el noble, mientras se quitaba el sombrero de plumas y se inclinaba-. Soy el Vizconde Wardes, capitán de los Caballeros Grifo.
El quejicoso Guiche calló rápidamente. Para la mayoría de nobles, incluido Guiche, tener la oportunidad de unirse a los Caballeros Grifo significaba un gran honor.
-Siento lo que hice con tu Familiar- dijo Wardes disculpándose y mirando a Guiche-. No podía quedarme parado viendo cómo mi prometida era hostigada.
-¿Qué?- Saito se quedó de piedra-. ¿Prometida?
¿Éste noble de aspecto majestuoso es el prometido de Louise?
-Vizconde…- habló Louise con voz temblorosa, después de pararse.
-Ha paso mucho tiempo, mi Louise, mi querida Louise.
¿Mi Louise? ¿Qué clase de broma es ésta?, pensó Saito.
Wardes se acercó a Louise con una sonrisa radiante en su rostro y la cargó.
-En verdad ha pasado mucho tiempo- dijo Louise, con su cara roja de la vergüenza.
-Aún ligera como siempre. Exactamente como una pluma.
-Vizconde… por favor, no haga esto… Hay gente aquí…
Wardes colocó a Louise de nuevo en el piso y se puso de nuevo el sombrero.
-¿Te importaría presentarme a tus compañeros?
-Eh… Él es Guiche de Gramont y mi Familiar, Saito- dijo Louise, señalándolos mientras los presentaba a Wardes.
Guiche no se atrevía a mirar directamente a Wardes, y bajó la cabeza. Saito siguió su ejemplo un poco de mala gana.
-¿Eres tú el Familiar de Louise?- dijo Wardes con una mirada de sorpresa-. Es la primera vez que veo a un Familiar humano. Gracias por cuidar tan bien de mi prometida.
-De nada…
Saito tomó la oportunidad para evaluar a Wardes. Wardes era sin duda apuesto. Incluso Guiche podría ser considerado un bishōnen [2], pero siempre paraba haciendo el ridículo y tomando decisiones irracionales. Hasta sobaba su mejilla con un topo gigante.
Pero Wardes no sólo tenía la apariencia. Sus ojos eran como los de un águila: intensos y penetrantes. El bigote que tenía realzaba más su elegancia.
Además, tenía un musculoso y bien constituido cuerpo. Saito había pensado en un principio que todos los magos tenían el cuerpo como Guiche, pero él había probado lo contrario. Incluso en un combate cuerpo a cuerpo con Wardes sin usar magia, Saito hubiera sido vencido en segundos.
Pensando en todo eso, Saito dio un profundo y largo suspiro. Wardes, viendo esto, se acercó a él y le dio un golpecito en sus hombros.
-¿Qué pasa? ¿Tienes dudas sobre este viaje? ¡No hay nada que temer! ¿No eres tú el que capturó a Fouquet la Tierra Desmoronadora? Sólo con tu coraje, nada es imposible- dijo Wardes, y le dedicó una gran sonrisa.
Saito sintió un ligero remordimiento. ¿Es en verdad tan buena persona? No me puedo comparar a él en ningún aspecto. Es cierto. Creo que Louise no tardará en casarse con él pronto… Sólo de pensarlo me hace sentir solo y desamparado…
Louise, incapaz de calmarse debido a la presencia de Wardes, estaba inquieta por la ansiedad. Saito tuvo que voltearla cabeza; no quería ver a Louise ponerse de esa manera.
Wardes dio un silbido, y un grifo apareció desde las nubes matinales. Era una criatura mítica con cabeza de águila y cuerpo de león, y en su lomo había alas formadas por hermosas plumas blancas. Trepó en el lomo del grifo con gracia, y le extendió una mano a Louise.
-Sube, mi Louise.
Louise bajó la cabeza, por titubeo y timidez, como una chica que está enamorada. Esto puso a Saito más celoso.
¿Qué cree que está haciendo? ¿“Sube, mi Louise”? ¿Tu Louise? ¿Tu Louise? ¡Qué loco detestable!
Saito, siendo hombre, tuvo que mantener esos pensamientos sólo para él, y al final, montó su caballo en silencio.
Louise, que todavía dudaba, fue súbitamente alzada por Wardes. Con una mano en las riendas y otra cogiendo la varita, gritó:
-Bien, ¡todos, en marcha!
El grifo avanzó. Siguiéndolo iban Guiche, mirando con admiración a Wardes, y Saito, sintiéndose deprimido y desalentado.
-¿Cuán lejos está Albión?- dijo Saito para sí mismo, viendo el cielo límpido.

***

Desde la ventana de la oficina del director, Henrietta veía partir a Saito y compañía hacia Albión. Cerrando los ojos, comenzó a rezar:
-Fundador Brimir, por favor, concédeles protección durante todo su viaje…
Junto a ella estaba el Director Osmond, quitándose el vello nasal.
-¿No va a verlos partir, Director Osmond?
-No; como puede ver, estoy ocupado sacándome el vello nasal, Su Alteza.
Henrietta sacudió la cabeza en signo de desaprobación.
En ese momento, alguien llamó a la puerta.
-Adelante- dijo el Director.
El Sr. Colbert entró a la habitación con una mirada ansiosa en su rostro.
-¡Malas noticias, Director!
-Dices eso muy a menudo. ¿Cuál es el problema ahora?
-Por las noticias que he oído de los guardias del castillo, Fouquet ha escapado.
-Oh…- dijo Osmond, cogiéndose la barba.
-Según dice el guardia que estaba de turno en ese momento, un noble lo dejó inconsciente usando magia de viento. La persona usó la oportunidad de que la mayoría de los soldados estaban distraídos protegiendo a la Princesa para ayudar a escapar a Fouquet. Esto significa que hay un espía dentro. ¿No son malas noticias?
El rostro de Henrietta se puso pálido luego de oír las noticias. Osmond hizo un gesto al Sr. Colbert para que se retirase.
-Está bien, está bien. Oiremos más detalles de usted luego.
Después de que el Sr. Colbert salió, Henrietta puso sus manos en el escritorio y suspiró profundamente.
-Tenemos un espía entre nosotros. ¡Esto debe ser obra de la nobleza de Albión!
-Tal vez sea… ¡ouch!- exclamo el director, retirando el vello nasal.
Henrietta lo miró sin poder hacer nada.
-¿Cómo puede estar tan relajado? ¡El futuro de Tristain está en juego!
-El oponente ya ha hecho su movimiento. Todo lo que podemos hacer ahora es esperar, ¿o no?
-Incluso así…
-Todo está bien. Si él está, será capaz de arreglárselas con cualquier problema al que se enfrenten durante su viaje.
-¿La persona de la que hablas es Guiche, o el Vizconde Wardes?
El director negó con la cabeza.
-No me diga que la persona a la que se refiere es el Familiar de Louise. ¿Cómo puede ser posible? ¿No es sólo un plebeyo?
-¿Ha oído Su Alteza la historia del Fundador Brimir anteriormente?
-He leído la mayoría de la historia…
-Entonces sabrá sobre Gandalfr…- respondió el director con una sonrisa.
-¿No es el Familiar más fuerte del Fundador Brimir? No me diga que…
En este punto, al Director Osmond le pareció que ya había divulgado mucho. Prefería mantener para sí todo lo concerniente al secreto de Gandalfr. Si bien confiaba en Henrietta, no quería que la Familia Real se enterase aún de Gandalfr.
-Sí. Él es tan fuerte y capaz como Gandalfr y, además, viene de un mundo diferente al nuestro.
-¿Otro mundo?
-Exacto. Él viene de un mundo diferente a Halkeginia. O debería decir de un lugar que no está en Halkeginia. Siempre he creído que este muchacho de otro mundo va a triunfar. Esa también es la razón por la que estoy tan despreocupado, incluso durante estos tiempos aciagos.
-Un mundo diferente a Halkeginia realmente existe…
Henrietta miró en la lontananza. El sabor de los labios del joven aún permanecía en los suyos. Tocándose los labios con la yema de los dedos, cerró los ojos y sonrió.
-Entonces, déjeme orar por la brisa que viene de otro mundo.

***

Tomaría cerca de dos días alcanzar la Ciudad-Puerto de La Rochelle a caballo desde Tristain.
La Ciudad-Puerto estaba situada en un profundo y angosto desfiladero. Debido a esto, tenía una poca población de trescientas personas. Como La Rochelle era la puerta de salida a Albión, el número de viajeros era diez veces mayor a la de la población local.
Las rocas podían ser vistas a ambos lados del estrecho camino de la montaña. La gente había esculpido hoyos en ellas, transformándolas en tabernas y tiendas. A pesar de que parecían edificios ordinarios, con una mirada más a fondo, uno podía darse cuenta de que todos estaban esculpidos en una sola roca, una hazaña realizada por calificados magos de Tierra tipo Cuadrado.
En la calle angosta, parecía siempre estar oscuro, incluso por las tardes, debido a que los cañones bloqueaban la luz solar. Si uno se giraba en la calle, podía ver una calle más estrecha que conducía al bar.
En el letrero, que parecía un barril de vino, estaba escrito el nombre de la tienda: “El Bar del Tonel de Vino Dorado”. Sin embargo, nada en la tienda hacía honor a su nombre; sólo estaba tan ruinosa como una casa abandonada. Varias pilas de sillas rotas podían verse amontonadas junto a la puerta.
La mayoría de los comensales eran contrabandistas y mercenarios. Cuando bebían mucho, a menudo peleaban sobre nimiedades, como una mirada.
En cualquier ocasión que peleaban, usaban sus armas. Por eso era tan común ver gente muerta o herida dentro del bar. El tendero, queriendo no ver más muertes o heridas, puso un anuncio dentro de la tienda: “Por favor, usen las sillas cuando peleen aquí dentro”.
Por esa noticia, los clientes se dieron cuenta de la impotencia del tendero, y comenzaron a usar las sillas en vez de sus armas cuando peleaban entre ellos. Si bien aún había heridos, nadie más fue muerto. Desde entonces, las sillas que eran destruidas eran apiladas junto a la puerta.
Ese día, el Bar del Tonel de Vino Dorado estaba lleno de comensales, como de costumbre. Casi todos ellos eran mercenarios que regresaban de Albión por sus luchas internas.
-¡El Rey de Albión está acabado!
-¿Eso no significa que pronto comenzarán una república?
-Si es así, ¡un brindis por la República!
La gente que brindaba era anteriormente mercenarios contratados por la realeza para pelear a su lado. Sin embargo, con la inminente derrota de sus clientes, decidieron retirarse. Esto no era considerado deshonroso. Como mercenarios, valoraban su vida más que sus creencias, y por eso no estaban obligados a morir por sus clientes.
Mientras ellos bebían, la puerta del bar se abrió. Una mujer alta entró al bar. La capucha que la mujer vestía le cubría la mayor pare del rostro, excepto la boca y la barbilla. Sin embargo, con sólo ver esa parte de su cara, uno podía estar muy seguro de su belleza. Como era insólito que una mujer tan atractiva fuera a un lugar así sola, todos los ojos en el bar se pusieron sobre ella.
La mujer, imperturbada por las miradas, ordenó un poco de vino y comida, y se sentó en una mesa en un rincón del bar. Luego de que la comida fue servida, pagó de inmediato.
-Eso… Eso es mucho dinero. ¿Está segura?
-Eso incluye alojamiento. ¿Tiene alguna habitación vacía?- respondió una voz elegante.
El tendero asintió con la cabeza y dejó la mesa. Algunos de los comensales hombres intercambiaron miradas y se acercaron a su mesa.
-Discúlpeme, señora, es peligros estar aquí sola.
-Cierto. Hay un montón de personajes peligrosos alrededor. Pero no se preocupe, estaremos aquí para protegerla.
Con una sonrisa maliciosa, uno de ellos levantó la capucha de la mujer. Varios gritos y silbidos fueron oídos una vez la capucha fue retirada. La mujer era muy hermosa, con ojos brillantes y una elegante nariz.
No era otra que Fouquet la Tierra Desmoronadora.
-¡Ella es en verdad de primera calidad! ¡Miren su piel! ¡Tan blanca como el marfil!
Otro comensal trató de alzar su mentón con su brazo, pero su mano fue retirada por Fouquet. Fouquet sonrió levemente. Otro comensal se paró inmediatamente, sacó una daga y la puso frente a Fouquet.
-¿No se supone que se usan sillas en vez de armas aquí?
-Sólo es para asustarte. Las sillas no intimidan a nadie, ¿cierto? Ya no actúes tan inocente. ¿No estás aquí buscando compañía? Nosotros te haremos compañía.
Incluso con la daga apuntando hacia ella, Fouquet no mostró temor. Con un rápido movimiento, sacó su varita.
En un instante recitó sus encantamientos. La daga que el hombre sostenía se convirtió en tierra y cayó sobre la mesa.
-¡Es… es una noble!
Inmediatamente, los hombres se alejaron de ella. Como Fouquet no llevaba ninguna capa [3], nadie sabía que era una maga.
-No soy una noble, a pesar de ser una maga- dijo Fouquet despreocupadamente-. La mayoría de ustedes son mercenarios, ¿no?
Los hombres intercambiaron miradas. Si no era una noble, sus vidas no estaban en peligro. Si le hubieran hecho eso a un noble, hubiesen sido matados sin reparos.
-Sí… ¿Y tú eres…?- respondió un veterano del grupo.
-Eso no importa. Sólo he venido para contratarlos a todos.
-¿A todos?
Los mercenarios miraron a Fouquet con una mirada de desconcierto en sus caras.
-¿Qué pasa? ¿Tan extraño es que quiera contratar mercenarios?
-No, no es lo que pensaba. Tiene oro, ¿no?
Fouquet puso un saco lleno de oro sobre la mesa. Luego de inspeccionar el contenido del saco, el veterano dijo:
-¡Guau! ¿Es Oro Ecu?
La puerta del bar se volvió a abrir. Esta vez, un hombre con una máscara blanca entró en el bar. Era el mismo hombre que había ayudado a Fouquet a escapar de la prisión.
-Bien, ¿no estás un poco temprano?
Fouquet, viendo al hombre, dio un suave gemido como respuesta. Los mercenarios estaban un poco sorprendidos por las vestimentas del hombre.
-Ya han comenzado su viaje- dijo el hombre enmascarado.
-He hecho lo que me pidió y he contratado a todos estos hombres.
El hombre de la máscara dio una mirada a los mercenarios que Fouquet había contratado.
-Todos ustedes han trabajado antes para la realeza de Albión, ¿me equivoco?
-Eso fue hasta el mes pasado- respondió uno de los mercenarios con regocijo.
-Pero tan pronto como sea derrotada la realeza, ya no somos sus empleados.
Los mercenarios rieron al unísono. El hombre de la máscara también rió.
-Yo satisfaré todos sus deseos monetarios. Pero yo no soy como la realeza próxima a ser derrotada. Si uno de ustedes osa escapar de la batalla, lo mataré yo mismo.

***

Desde su partida de la Academia de Magia, el grifo de Wardes había estado moviéndose hacia su destino. A pesar de que el resto del grupo ya había cambiado de montura dos veces, el grifo de Wardes, igual que su amo, parecía no cansarse.
-Espera. ¿No estamos yendo muy rápido?- preguntó Louise, quien iba en el grifo de Wardes.
Conforme el viaje avanzaba, Louise hablaba en una manera más amistosa a Wardes, luego de haberse reencontrado. Pero eso también era, en parte, debido al pedido del Vizconde.
-Guiche y Saito ya están al borde del agotamiento.
Wardes giró y miró a Guiche y Saito. Justo como Louise había dicho, ambos estaban asiendo sus riendas reciamente por miedo a caerse. Viéndolos así, ambos colapsarían de cansancio antes de que los caballos lo hicieran.
-Pero tenía planeado viajar a La Rochelle sin hacer paradas…
-Eso sería difícil. Tomaría cerca de dos días a caballo.
-Si ese es el caso, ¿por qué no los dejamos atrás?
-¡No podemos hacer eso!
-¿Por qué?
-Estamos en esto juntos. Además, un mago no debe abandonar a su familiar…
-Parece que proteges a ambos. ¿Cuál de ellos es tu novio?
-¿Mi… Mi novio?- respondió Louise y su cara se puso roja al instante.
-Eso tranquiliza mi corazón- dijo Wardes con una sonrisa-. Si mi prometida me dice que ya tiene un novio, me moriría por un corazón roto.
-Pero eso sólo fue algo que nuestros padres acordaron…
-¿Entonces, te disgusto, mi pequeña y delicada Louise?
-Por favor, ya no soy una niñita- replicó Louise, enfadándose.
-Pero a mis ojos siempre serás la pequeña y delicada Louise.
Louise recordó el sueño que había tenido unos pocos días atrás, donde estaba de vuelta en el patio de su casa, La Vallière. El bote secreto en el lago olvidado…
Cada vez que hacía un berrinche dentro, Wardes siempre estaba ahí para tranquilizarla. El casamiento que fue decidido por sus padres. Los esponsales que fueron decididos desde su juventud. Con el que se debía casar. Su prometido.
Por esos tiempos, aún no entendía completamente lo que pasaba. Sólo sabía que, tanto como estuviese con el hombre que admiraba, estaría feliz.
Pero ahora finalmente entendía todo. Se casaría con Wardes.
-No me disgustas- respondió Louise, con un poco de embarazo.
-Eso es maravilloso. En otras palabras, ¿te gusto?- Wardes abrazó gentilmente los hombros de Louise-. No me he olvidado de ti después de todo este tiempo. ¿Todavía lo recuerdas? ¿Después de la muerte de mi padre en la campaña del lancero?
Louise asintió con la cabeza. Wardes comenzó a recordar y le contó a Louise sobre el pasado:
-Mi madre había muerto antes de que yo heredara el patrimonio y título de mi padre. Queriendo hacer un nombre para mí, fui a la capital. Afortunadamente, la Alteza tenía una gran impresión de mi padre, quien había muerto en el campo de batalla. Fui incorporado dentro de los Caballeros Grifo. Había entrado a los Caballeros Grifo como un aprendiz; el aprendizaje era duro, por cierto.
-De ahí en adelante, pocas veces volviste a tus tierras- respondió Louise, cerrando los ojos. Parecía estar inmersa en sus memorias también.
-Mi casa y mis tierras fueron puestas a cargo del mayordomo Galgann, mientras ponía todo mi esfuerzo sirviendo a la nación. Después de mucho tiempo, finalmente hice un nombre para mí, logrando lo que había decidido al dejar mi hogar.
-¿Qué es eso que había decidido?
-Pedir tu mano en matrimonio una vez haya obtenido un nombre.
-¿Está bromeando, Vizconde? Es tan popular entre las chicas; no tiene por qué cumplir una promesa hecha a alguien insignificante como yo.
Su compromiso con Wardes. Louise se había olvidado completamente de eso hasta que tuvo ese sueño unos días atrás. Su compromiso de boda con Wardes era un sueño fugaz. En su opinión, era solamente un acuerdo hecho por capricho.
Después de que Wardes había dejado su propiedad diez años atrás, Louise no lo había vuelto a ver. Él ya se había vuelto parte de su memoria distante. Y las memorias distantes se habían vuelto realidad de repente.
-Este viaje es una buena oportunidad para recuperar los sentimientos que teníamos cuando éramos jóvenes- dijo wardes en un tono gentil y calmado.
¿En verdad amo a Wardes?, pensó Louise.
A pesar de que no le disgustaba y de que lo admiraba cuando era más joven, eso era parte del pasado.
Inesperadamente enfrentada a un prometido y un posible casamiento, Louise no sabía qué hacer. Además, habían estado separados por muchos años; no sabía si aún sentía lo mismo por él.
Louise se volvió y miró hacia atrás.
Vio a Saito postrado en el caballo. Parecía como si ya hubiese alcanzado su límite. A Louise le temblaban los labios. ¡Bueno para nada! Tan pronto como pensó en eso, se puso ansiosa y su corazón latió furiosamente.
-Hemos estado montando casi todo el día. ¿Es que no se cansa? ¿Son monstruos esos Caballeros Grifo?- preguntó Guiche, también recostado casi sin vida sobre su caballo.
-¿Quién sabe?- respondió Saito letárgicamente. Se ponía amargo cada vez que Wardes tocaba a Louise. La volvió a tocar. Esta vez abrazándola por los hombros…
¿Qué se trae este tipo…? A pesar de que eres el prometido de Louise, a pesar de que no tengo derecho a impedírtelo, podrías por lo menos hacerlo en un algún otro lugar donde no pueda verlos… Las veces que Saito pensaba en eso, se ponía más cansado; y su corazón más pesado.
Guiche, viendo a Saito en ese estado, lo empezó a molestar.
-Oye, oye… ¿No me digas que estás celoso?- dijo con una risa.
-¿Qué? ¿Qué insinúas?
-Lo adiviné, ¿no?- rió Guiche más fuerte.
-¡Cierra la boca, chico-topo!
-Jajaja… ¿En realidad tenías un amor por tu amo que nunca florecerá? Para ser honesto, el amor entre gente de diferente status sólo resultará en tragedia.
-¡Deja de hablar tonterías! ¿Cómo me puede gustar alguien como ella? Admito que es bonita. Sin embargo, tiene un carácter horrible.
Guiche miró hacia delante y exclamó de pronto:
-¡Mira! ¡Se están besando!
Saito se quedó helado, e inmediatamente se volvió al frente. Pero Wardes y Louise no se estaban besando. Volvió a mirar a Guiche, quien apenas controlaba su risa.
-¡Argh!- gritó Saito, y se abalanzó sobre Guiche. Ambos cayeron de sus caballos y comenzaron a pelear en el suelo.
-¡Oigan! ¡Si ustedes dos continúan peleando- gritó Wardes-, tendré que dejarlos atrás!
Guiche se subió rápidamente a su caballo. Mientras, Saito, dándose cuenta de que Louise los estaba mirando, apartó su mirada.
Como habían viajado a máxima velocidad y cambiado sus cansados caballos por otros nuevos muchas veces, alcanzaron las afueras de La Rochelle al anochecer.
Saito miró alrededor, boquiabierto. ¿No estamos acercándonos a un puerto? ¿Por qué aún veo montañas por todos lados? Tal vez una vez hayamos cruzado las montañas, sea capaz de ver el océano.
Viajando bajo la luz de las lunas, Saito y el grupo vieron finalmente un sendero angosto en la montaña. Edificios tallados en las rocas podían ser vistos a ambos lados de este.
-¿Por qué un puerto es construido en lo alto de la montaña?
-¿No me digas que no sabes siquiera dónde está Albión?- respondió sarcásticamente Guiche luego de escuchar a Saito.
A pesar de que ambos estaban llegando a sus límites físicos, el pensar en ‘una vez lleguemos por fin descansaremos’ les daba las fuerzas para participar en una pequeña conversación.
-Sí; no lo sé.
-¿En serio?- rió Guiche.
Saito no se rió.
-No tengo ningún conocimiento sobre este mundo, así que, por favor, no asumas que lo hago.
De pronto, varias antorchas fueron tiradas desde lo alto del acantilado hacia sus caballos. Las ardientes antorchas iluminaron el barranco que estaban a punto de cruzar.
-¿Q-Qué sucede?- gritó Guiche.
Las antorchas encendidas habían asustado a los caballos, quienes se sacudieron a Guiche y Saito de sus lomos. Mientras se desplomaban, una lluvia de flechas cayó sobre ellos.
-¡Es una emboscada!- gritó Guiche.
Saito entró en pánico. Justo cuando desenvainaba a Derflinger, que estaba colgada a su espalda, dos flechas más volaron hacia él.
-¡Agh!
Cuando pensaban que estaban a punto de conocer su final, una fuerte ráfaga de viento sopló hacia ellos, transformándose en un pequeño huracán.
Ese mismo huracán capturó a todas las flechas y las arrojó lejos. Wardes alzó su varita.
-¿Están todos bien?- gritó.
-Estoy bien…- respondió Saito.
¡Demonios! El prometido de Louise acababa de salvarle la vida. Ese sentimiento de depresión siguió desarrollándose, haciendo a Saito sentirse inferior. Desenvainó a Derflinger. Las runas en su mano izquierda comenzaron a brillar nuevamente, liberándolo del cansancio que había estado pasando.




-Estoy muy solo, compañero. No es muy bonito de tu parte mantenerme dentro de esa vaina.
Saito miró hacia lo alto del desfiladero, pero ninguna flecha podía verse.
-Probablemente eran ladrones o bandidos- dijo Wardes.
-¿Podían haber sido los nobles de Albión?- exclamó Louise, dándose cuenta de algo.
-Los nobles no usarían flechas.
En ese momento, un sonido de alas batiéndose se oyó. Era un sonido con el que ya estaban familiarizados…
Desde los barrancos se escucharon gritos, y las flechas fueron disparadas hacia el cielo nocturno. Sin embargo, todas fueron rechazadas por un viento mágico. Después de eso, un pequeño huracán hecho con magia mandó a volar a los arqueros.
-Hmmm… ¿No son esos encantamientos de Viento?- murmuró Wardes por lo bajo.
Los arqueros que intentaban emboscarlos rodaron barranco abajo luego de ser derribados por el tornado mágico. Cayeron fuertemente en el suelo, dando gritos de dolor. Con las lunas por detrás, apareció una figura familiar.
-¡Es Sylphid!- gritó Louise, confusamente.
Era el dragón de viento de Tabitha. Luego de aterrizar, una chica pelirroja saltó desde el dragón y agitó su cabello.
-Disculpen por hacerlos esperar.
-¿A qué te refieres con ‘disculpen por hacerlos esperar’?- replicó Louise, saltando del grifo de Wardes-. ¿Por qué están aquí, en primer lugar?
-No para ayudarte, en todo caso. Cuando los vi partir de la Academia sobre sus caballos por la mañana, fui a despertar a Tabitha y los seguimos todo el camino hasta aquí.
Kirche señaló a Tabitha. Al parecer había sido despertada de su sueño; aún vestía sus pijamas. Pero no parecía importarle, y aún estaba leyendo un libro.
-¡Zerbst! ¡Escúchame! ¡Estamos en una misión secreta encomendada por Su Alteza!
-¿Misión secreta? ¡Lo hubieras dicho antes! ¿Cómo iba a saberlo si no me dices nada al respecto? De todas formas, agradécemelo, porque detuve a esos que querían atacarlos- dijo Kirche, señalando a las personas que estaban tiradas en el piso.
Los asaltantes eran incapaces de moverse debido a sus heridas y lanzaban maldiciones a Louise y el grupo. Guiche se acercó a ellos y empezó a interrogarlos.
Louise, cruzando los brazos, dio una mirada maliciosa a Kirche.
-¡No te equivoques! No estoy aquí para ayudarte, ¿está bien?- dijo Kirche. Adoptó una pose sugestiva y se inclinó hacia Wardes, que estaba sobre el grifo-. Tu barba te hace ver muy varonil. ¿Sabes cómo se siente la pasión?
Wardes miró a Kirche y procedió a alejarla con su brazo izquierdo.
-¿Y…?
-Gracias por venir en nuestra ayuda, pero por favor, no vuelvas a ponerte tan cerca a mí de nuevo.
-¿Pero por qué? ¡Te acabo de decir que me gustas!
Esa era la primera vez que Kirche recibía tal trato de un hombre. Usualmente cualquiera quedaba hipnotizado después de una dulce plática. Pero Wardes no estaba ni interesado. Kirche lo miró boquiabierta.
-Lo siento. Pero no puedo permitir que mi prometida malentienda algo- dijo Wardes mirando a Louise, cuyo rostro se puso rojo de la vergüenza en un instante.
-¿Qué? ¿Ella es tu prometida?
Wardes asintió en respuesta.
Pero Kirche dio una nueva mirada a Wardes. No lo había notado antes. Los ojos del hombre no mostraban emoción alguna, justo como hielos. Luego miró a Saito. Se veía apático y conversaba con su espada con desdén.
Oh, ¿está así porque intenté acercarme al prometido de Louise? Mientras pensaba en eso, Saito parecía más atractivo. Mirándolo, corrió hacia él y lo abrazó inmediatamente.
-De hecho, estoy aquí porque estoy preocupada por mi amado.
-Mentirosa- dijo Saito, dándole un mirada salvaje y apartando rápidamente la vista.
¿Está celoso? Pensando eso, lo que Kirche sentía incendió su corazón fuertemente.
-¡Lindo! ¡Qué lindo! ¿Estás celoso en verdad?
-No lo estoy…
-Siento haberte rechazado. Debes estar molesto, ¿no?- dijo Kirche, presionando la cara de Saito contra sus pechos-. ¡Perdóname, por favor! Puedo haber mirado a otros hombres, pero al final a quien amo es a ti.
Louise se mordía los labios, queriendo decirle a Kirche que saliera. No podía tolerar que ella sedujese a su familiar.
En eso, Wardes colocó suavemente sus manos en el hombro de Louise. La miró amorosamente y le sonrió.
-Vizconde…- dijo Guiche, que había regresado de interrogar a los bandidos-. Vizconde, esos hombres han admitido que son ladrones.
-Hmmm… Si son sólo ladrones, déjalos ir.
Sin esfuerzo alguno, Wardes montó sobre su grifo, ayudando a Louise a subir a su lado. Luego anunció a todos:
-Pasaremos la noche en La Rochelle. Mañana tomaremos el primer barco a Albión al amanecer.
Kirche se sentó atrás de Saito, en el mismo caballo. Guiche también montó el suyo. Mientras, Tabitha todavía leía su libro en su dragón de viento.
Frente a ellos, flanqueada por dos desfiladeros, se encontraba la Ciudad-Puerto de la Rochelle, resplandeciente con luces.




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[1] Verdandi, o Verðandi en nórdico antiguo, era una de las tres nornas de la mitología nórdica junto a Urd y Skuld. Su nombre significa "aquello que está sucediendo", "lo que es/está" o "el ser".
[2] Bishōnen, en japonés, se usa para referirse a los jóvenes apuestos, como bishōjo se usa para las jovencitas.
[3] La mayoría de nobles magos llevaba una capa con una insignia.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Volumen II - Capítulo III

Capítulo III

La Petición de una Amiga de la Infancia
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La Princesa Henrietta acababa de aparece en la habitación de Louise. Parecía llena de emociones contenidas, y abrazó a la chica que se arrodillaba.
-¡Oh, Louise! ¡Louise! ¡Mi querida Louise!
-Esto no está bien, Su Majestad, venir a un lugar humilde como este…- dijo Louise ceremoniosamente.
-¡Oh, Louise! ¡Louise Françoise! ¡Deja de actuar tan formal! ¡Tú y yo somos amigas! Somos amigas, ¿o no?
-No merezco ese tipo de palabras, Su Alteza- respondió Louise con una voz tensa y metálica.
Saito, estupefacto, sólo miraba aquel par de hermosas chicas abrazadas.
-¡Para eso, por favor! Nadie, ni el Cardenal, ni mi Madre, ni ninguno de esos angurrientos aristócratas de la corte que zumban alrededor con esas caras amistosas están aquí. Oh, ¿no tengo amigos que se abrirán a mí? Si incluso Louise Françoise, la vieja amiga que he extrañado tanto, actúa tan distante, moriré.
-Su Alteza…- Louise alzó la cabeza.
-Cuando éramos pequeñas niñas, ¿no íbamos juntas y cazábamos mariposas en el patio del palacio y quedábamos todas embarradas?
-Sí- respondió Louise con timidez-, y La Porte, el chambelán, nos regañaba por tener las ropas tan sucias.
-Sí, tienes razón, Louise. Discutíamos sobre esos grandiosos pastelillos de crema y terminábamos teniendo una verdadera pelea. Siempre que peleábamos era yo quien perdía. Tú me jalabas el cabello y yo comenzaba a llorar.
-No siempre, la Princesa ganó por lo menos en una ocasión- dijo Louise, luciendo sentimental.
-¡Te acordaste! Viéndonos a las dos, cualquiera llamaría esa batalla El Asedio de Amiens.
-Eso fue cuando peleábamos por un vestido en el dormitorio de la Princesa.
-Sí, en medio de nuestra Corte Real ficticia, terminábamos peleándonos porque las dos queríamos ser la Princesa. Pero al final fue mi golpe en tu estómago, Louise Françoise, lo que lo decidió.
-Me desmayé en presencia de la Princesa.
Después de eso, ambas intercambiaron miradas y rompieron en risas. Saito, asombrado, siguió viéndolas de la misma forma. La Princesa habría parecido toda una dama, pero en realidad era poco femenina.
-Es más que eso, Louise. Ay, me estoy poniendo tan nostálgica, las lágrimas se me salen.
-¿Cómo es que ustedes dos se conocen?- preguntó Saito, mientras Louise cerraba sus ojos, recordando, antes de responder.
-Yo tuve el placer de servir a Su Alteza como compañera de juegos cuando éramos niñas- Louise se volvió hacia Henrietta-. Pero, estoy profundamente conmovida. Que la Princesa recuerde esas cosas… pensé que ya se había olvidado de mí.
La Princesa dio un gran suspiro antes de sentarse en la cama.
-¿Cómo podría olvidar todo? En esos tiempos, cada día era divertido. No había nada de que preocuparse- había una profunda tristeza en su voz.
-¿Princesa?- dijo Louise, preocupada, mientras miraba el rostro de Henrietta.
-Cómo te envidio. La libertad es una cosa tan maravillosa, Louise Françoise.
-¿Qué está diciendo? Usted es la Princesa Real, ¿o no?
-Una princesa nacida en su reino es como un pájaro capturado en una jaula. Vas de aquí para allá por cada capricho de tu amo…- dijo Henrietta, pareciendo solitaria, mirando fijamente a la luna fuera de la ventana. Luego cogió las manos de Louise y le dio una sonrisa dulce antes de decir:-. Me… me voy a casar.
-Tiene mis felicitaciones- dijo Louise, que de alguna manera había sentido la tristeza de su tono, en una voz apagada
Fue en ese momento que Henrietta se dio cuenta de que Saito estaba ahí, sentado en su cama de paja.
-Oh, perdónenme. ¿Interrumpí algo?
-¿Interrumpir? ¿Cómo podría ser posible?
-Bueno, ¿no es tu amante? ¡Oh, no! Parece que estaba tan concentrada en recordar que no me di cuenta de mi error.
-¿Qué? ¿Amante? ¿Esa criatura?
-Deja de llamarme así- dijo Saito con voz decepcionada.
-¡Princesa, eso sólo es mi familiar! No bromee con que es mi amante- Louise sacudió su cabeza salvajemente, negando las palabras de Henrietta.
-¿Familiar?- Henrietta miró a Saito con una expresión extraña-. Pero parece humano…
Saito dio un pronunciado saludo a Henrietta.
Estaba muy dolido por cuán concluyente había sido Louise negando que eran amantes. Y aunque esa era realmente la situación, dolía igual. Hizo un análisis, mientras Louise miraba a los jóvenes nobles durante el día. De todas formas… soy un familiar. Un chico de la Tierra. No un noble. Quiero regresar a casa. Quiero comer una hamburguesa teriyaki [1]. Sí, y tal vez pueda pedirle a alguien que venga conmigo.
Pensamientos dolorosos como éste se arremolinaban juntos en una cadena. Con un gran peso sobre él, Saito puso sus manos en la pared. Tan rápido como se había puesto eufórico, sus emociones menguaron. ¡Qué personalidad tan frenética!
-Cierto, cierto. Oh, Louise Françoise, debiste de haber cambiado desde aquellos días, pero sigues estando igualita.
-No lo hice mi familiar porque quise- dijo Louise, decepcionada. Henrietta dio otro suspiro-. ¿Qué sucede, Princesa?
-No, no es nada. Perdóname, estoy tan avergonzada de mí misma. No es algo que debería decirte… es sólo que estoy tan…
-Por favor, cuénteme. ¿Qué problemas son esos que causan a la Princesa, tan alegre como es, suspirar de esa forma?
-No… No puedo decirte. Por favor, olvida que dije algo, Louise.
-¡No lo haré! ¿No solíamos hablar de todo? La Princesa era la única que me llamaba una amiga. ¿No compartirá sus preocupaciones con su amiga?
Henrietta le dio una sonrisa alegre después de que habló.
-Me has llamado amiga, Louise Françoise. Eso me hace tan feliz- Henrietta asintió con la cabeza, con decisión, y empezó a hablar:-. No debes hablar con nadie sobre esto que te voy a contar- le dio una rápida mirada a Saito.
-¿Debo quedarme fuera?
-Henrietta sacudió la cabeza.
-Un mago y su familiar son uno. No veo ninguna razón para que te vayas- con un tono triste, la Princesa continuó-. Me voy a casar con el Emperador de Germania.
-¿Germania dice?- habló Louise estupefacta. No le gustaba Germania-. ¿Ese país de advenedizos barbáricos?
-Sí. Pero no se puede evitar. Debo hacerlo para solidificar nuestra alianza.
Henrietta explicó las políticas de Halkeginia a Louise.
Había una rebelión entre los nobles de Albión, y parecía que la Familia Real iba a ser derrocada pronto. Si los rebeldes ganaban, lo siguiente sería la invasión a Tristain. Para defenderse de esto, Tristain buscaba una forma de alianza con Germania. Por el bien de la alianza, se decidió que la Princesa Henrietta se casaría con la Familia Imperial Germaniana…
-Entonces, es por eso que…- dijo Louise en una voz deprimida. Estaba claro, por el tono de voz de Henrietta, que no quería esa boda.
-Todo está bien. Louise, hace tiempo abandoné la idea de desposar al que amo.
-Princesa…
-Esos nobles Albiónicos de dos caras no quieren que Tristain y Germania se vuelvan aliados. Dos flechas son más fáciles de romper cuando no están atadas juntas- murmuró Henrietta-. Es por eso que he estado buscando desesperadamente una manera de interferir con el casamiento.
-Y ha encontrado algo…
Saito no sabía nada de la alianza o de Albión, pero en cualquier caso, parecía que era algo serio. Sí, tan grande como Yagoto [2], pensó Saito asintiendo.
-Entonces, ¿se trata sobre lo que podría impedir la boda de la Princesa?- preguntó Louise, su cara pálida. Henrietta asintió con pesar-. ¡Oh, Fundador Brimir… por favor, salva a esta infortunada princesa!
Henrietta se cubrió el rostro con sus manos y se hundió en la cama. Saito estaba un poco impresionado por el gesto tan dramático. Nunca había visto algo tan fatuo en su vida.
-¡Dígame, por favor, Princesa! ¿Qué es eso que podría interferir en el casamiento de la Princesa?- recitó Louise con una mirada agitada, como si también estuviese afectada.
Con ambas aún sobre su rostro, Henrietta parecía estar sufriendo, y dijo murmurando:
-Una carta que escribí hace tiempo.
-¿Una carta?
-Sí. Si uno de esos nobles Albiónicos se hace con ella… probablemente la enviarían a la Familia Imperial Germania lo más pronto posible.
-¿Qué clase de carta es?
-Eso no telo puedo decir. Pero si la Familia Imperial Germaniana la leyera… nunca me perdonarían. El casamiento se suspendería, y con él la alianza con Tristain. Y Tristain estará sola contra la poderosa Albión.
Louise dio una exclamación y cogió las manos de Henrietta.
-¿Dónde está esa carta? La carta que traería la crisis a Tristain.
Henrietta negó con la cabeza.
-No está con nosotros. La verdad es que ya está en Albión.
-¡Albión! Pero entonces… ¿ya está en manos del enemigo?
-No… El que posee la carta no está con los rebeldes de Albión. Como el conflicto entre los rebeldes y sus familiares está desarrollándose, el Príncipe Wales de la Familia Real
-¿El Príncipe Wales? ¿El Príncipe Valiente?
Henrietta se echó hacia atrás y se recostó en la cama.
-¡Oh, es un desastre! ¡Tarde o temprano, el Príncipe Wales será capturado por los rebeldes! ¡Y cuando eso pase, la carta saldrá a la luz! ¡Todo se arruinará! ¡Todo! ¡Sin una alianza, Tristain tendrá que enfrentar sola a Albión!
Louise contuvo el aliento.
-Entonces, el pedido que la Princesa me está haciendo…
-¡Imposible! ¡Es imposible, Louise! ¿Cómo puedo ser tan terrible? ¡Es todo tan confuso! Cuando pienso en ello, no puedo pedirte que hagas una cosa tan peligrosa como ir a Albión, cuando se está desarrollando este conflicto entre los nobles y la realeza.
-¿Qué está diciendo? Sea a las calderas del infierno, o a las fauces de un dragón, si es por el bien de la Princesa, iría a donde sea. ¡No hay forma de que la tercera hija de la Casa de la Vallière, Louise Françoise, deje pasar por alto tremenda crisis por la Princesa o Tristain!- Louise se arrodilló y bajó su cabeza reverentemente-. Por favor, déjeme este asunto a mí, la que capturó a Fouquet la Tierra Desmoronadora.
Saito, que había estado apoyado sobre su brazo contra la pared, se volvió hacia Louise y dijo:
-¡Hey! ¿No fui yo quien lo hizo?
-Tú eres mi familiar.
-Woof.
-El logro de un Familiar, es el logro de su amo- dijo Louise con profunda confianza.
-¿Y el error de un Familiar?
-Ese sería su error, ¿no?
A pesar de que se sentía de alguna manera engañado, era inútil objetar cuando Louise se ponía en esa actitud amenazadora tan usual, por lo que Saito asintió creyendo a medias.
-¿Me ayudarás, entonces? ¡Louise Françoise! ¡Eres una gran amiga!
-¡Por supuesto, Princesa!- Louise cogió las manos de la Princesa, y mientras la primera hablaba acaloradamente, la otra se rendía y lloraba-. ¡Princesa! ¡Yo, Louise, eterna amiga de la Princesa, seré su confidente! ¿Se ha olvidado mi voto de lealtad eterna?
Saito abrió su boca, asombrado, y miró medio preocupado a ambas. Era como una conversación entre dos personas que se estaban emborrachando con sus propias palabras. Ah, entonces así es como es para los nobles y las princesas, ¡qué sufrimiento!, estaba extrañamente convencido Saito mientras miraba.
-Louise, siento molestarte mientras reafirmas tu amistad y todo eso…
-¿Qué?
-Ir a Albión en medio de una guerra está bien, ¿pero qué uso voy a dar?
-Te compré una espada. Puedes usar eso, por lo menos.
-Sí. Lo intentaré…
Saito bajó su cabeza tristemente. Se puso a pensar, ellas aún no habían hablado sobre las runas del Familiar Legendario Gandalfr que había aparecido en el dorso de su mano izquierda. Pero incluso si lo digo, será inútil, pensó Saito. Legendario o no, ella me sigue tratando como un perro.
-Entonces… ¿debemos ir a Albión, encontrar al Príncipe de la Corona Wales, y traer la carta? ¿Princesa?
-Sí, es correcto. Confío en que ustedes, los que capturaron a Fouquet la Tierra Desmoronadora, serán capaces de cumplir ésta misión tan difícil.
-Como desee. ¿Qué tan urgente es ésta misión?
-He oído que los nobles de Albión se las han arreglado para llevar a la realeza a un rincón del país. Será sólo cuestión de tiempo para que sean vencidos.
La cara de Louise estuvo sería mientras hacía una reverencia a Henrietta.
-Entonces, mañana partiremos.
Seguido, Henrietta volvió su mirada hacia Saito. El corazón de Saito dejó de latir. A pesar de que Louise era sumamente adorable y bien cuidada, la Princesa Henrietta era tan hermosa que casi lo hace dar una exclamación. Su cabello violáceo, recortado justo por encima de sus cejas, bailaba grácilmente. Sus ojos azules resplandecían brillantemente como los mares del sur. Piel clara, sobre la cual flotaba una sensación de pureza; una nariz como una finamente trabajada escultura…
Saito miraba a la Princesa como si estuviese en trance. Louise se dio cuenta de esto y dio un gritito. No parecía estar de buen humor.
¿Por qué me miras así, Louise? ¿Oh, es porque estoy mirando a la Princesa con admiración? ¿Es posible que te estés poniendo celosa? ¿Pero acaso no te sonrojaste cuando viste a ese noble del sombrero de pluma? ¿No estabas completamente ida después de eso? Es gracioso que te pongas celosa, Louise. Saito sacudió la cabeza. ¿No soy tu Familiar y no tu amante? ¿No seré nada más que un perro para ti? Soy sólo tu perro, ¿por qué me miras así, entonces, Louise? Ah, ¿es porque soy un perro? ¿Es porque alguien como yo, que sólo está al nivel de un perro, la está mirando? Mis disculpas. Por favor, perdóname por haber nacido. ¡Woof!
La cabeza le dio vueltas por dos segundos. Louise apartó su mirada de Saito con un gesto de desprecio. Saito hizo lo mismo.
Henrietta no se dio cuenta del súbito cambio entre Saito y Louise, y empezó a hablar con un voz alegre.
-Respetable joven Familiar.
-¿Sí? ¿Te refieres a mí?
Luego de que Henrietta lo llamara ‘respetable’, el alicaído Saito se puso feliz.
-No, eso es mucho. Sólo trátame como un perro.
-Por favor, sigue cuidando de mi más querida amiga.
Y luego le tendió la mano gentilmente. ¿Un apretón de manos?, pensó. Pero la mano de la chica estaba vuelta hacia arriba. ¿Qué clase de gesto es éste?
-Eso no funcionará, Princesa. ¡Ofrecerle su mano a un familiar!- dijo Louise con una voz sorprendida.
-Está todo bien. Ésta persona estará actuando por mí y, sin una recompensa, no tendré su lealtad.
-Ah…- murmuró Saito.
-¿Ofreciéndole su mano? ¿De la manera que alguien lo hace a un perro? ¿Es así como trata a sus perros?
Saito se encorvó y agachó la cabeza.
-No es así. Oh, es por eso que eres un perro. Un perro ordinario que no sabe nada. Cuando la Princesa te ofrece la mano, significa que puedes y debes besarla. Eso es decirlo claramente.
-Qué agresivo…
Saito abrió la boca, sorprendido. Nunca hubiera pensado que se le permitiría besar la mano de una Princesa de otro mundo.
Henrietta sonrió a Saito dulcemente. Su sonrisa le parecería simple formalidad a otras personas, pero Saito pensaba otra cosa. Me encantaría. Gustarle a una Princesa como ella no es para nada malo, pensó.
Saito sonrió burlona y deliberadamente a Louise. Louise murmuró algo, sin aliento, y apartó la mirada.
Ah, ¿qué?, ¿te estás poniendo celosa? Sólo mírate. Esto es lo que obtienes por estar encantada y sonrojada con ese noble del sombrero emplumado, pensó Saito.
Cogió la mano de Henrietta y la atrajo hacia él firmemente.
-¿Eh?- dijo Henrietta distraídamente, abriendo la boca sorprendida. Pero antes de que pudiera decir algo, Saito colocó sus labios sobre los de ella.
-Hmmm…
¡Qué tiernos y dulces labios eran!
Los ojos de Henrietta se abrieron en círculos enormes que luego se volvieron blancos. La fuerza dejó el cuerpo de Henrietta y, deslizándose entre los brazos de Saito, cayó sobre la cama.
-¿Se desmayó? ¿P-p-por qué?
-¿Qué le has hecho a Su Alteza? ¡Tú, p-p-perro!
-¿Woof?
Cuando Saito volteó, la suela del zapato de Louise estaba volando hacia él. Saito recibió la patada del salto de Louise en pleno rostro y se tumbó sobre el piso.
-¿Por qué hiciste eso?
Louise volvió a patearle en la cara.
-¡Era su mano sobre lo que te dio permiso! ¡Su mano! ¡Un beso en la mano! ¿Por que le diste un beso arrojado en los labios?- dijo Louise, tan molesta que parecía iba a echar fuego.
-¡Cómo iba a saberlo! ¡No sé nada de sus reglas!- dijo Saito de pleno, extendiendo los brazos mientras su cara era pisoteada, cosa a la cual ya se estaba acostumbrando.
-¡T-t-t-tú! ¡T-t-t-tú, tú, perro…!- la voz de Louise comenzó a temblar de furia.
Henrietta se levantó de la cama sacudiendo la cabeza. Louise se apresuró a arrodillarse junto a ella. Luego cogió a Saito por la cabeza y la hundió en la cama.
-¡E-Estoy apenada! ¡La mala conducta de mi familiar es mi propia mala conducta! ¡También dilo tú! ¡Disculpe!
La siempre orgullosa Louise se estaba disculpando con alguien. Y, para colmo, estaba temblando.
Si no hago lo que me dice, probablemente me mande al infierno luego.
-Lo siento- se disculpó saito-. Sólo lo hice porque usted me dijo que podía besarla.
-¿Y dónde encuentras a alguien que va directamente a los labios cuando oye eso?
-Aquí…
Louise le pegó a Saito con el puño.
-¡Qué olvidadizo! ¿Quién te dio permiso para usar el idioma de las personas? Sólo ladra. Perro. Vamos, ladra, te lo ordeno. ¡Todos miren al perrito! Estúpido perro.
Luego estampó la cabeza de Saito contra el piso.
-Está bien. La lealtad tiene que ser recompensada, después de todo- dijo Henrietta, inclinando la cabeza y haciendo un gran esfuerzo por parecer calmada.
Súbitamente, la puerta se abrió de golpe y alguien entró volando.
-¡Usted! ¡La Princesa! ¿Qué cree que hace acá?
Era el muchacho con el que Saito había tenido un duelo anteriormente, Guiche de Gramont, con su siempre presente rosa en su mano.
-¿Qué quieres?- dijo Saito desde donde yacía en el suelo mientras Louise continuaba pisando su cara.
-¡Guiche! ¡Tú! ¿Estabas espiándonos? ¿Oíste nuestra conversación?
Guiche, sin embargo, no contestó ninguna de las preguntas: estaba completamente aturdido.
-Siguiendo la búsqueda de mi rosa, la adorada Princesa me trajo a este lugar… para luego ver ocurrir el robo, hablando así, a través del ojo de la cerradura… ese plebeyo idiota robándole un beso…- Guiche agitó su rosa de imitación y gritó-. ¡Pelea conmigo, sinvergüenza!
Saito se incorporó de un salto y asestó un golpe con el puño en la cara de Guiche.
-¡Argh!
-¡Pelea pues, estúpido! ¡Aún recuerdo cómo me rompiste el brazo! ¡Vamos!
Saito le dio una fuerte patada a Guiche, quien había caído al piso. Luego se sentó sobre él y empezó a retorcerle el cuello.
-¡Eso no es justo! ¡Tú…!- comenzó a decir Louise.
-Entonces, ¿qué? Ese tipo escuchó la historia de la Princesa. ¿Deberíamos colgarlo?
Si el oponente era un chico, Saito podía tomárselo muy en serio.
-Eso sería lo mejor… has sido en verdad muy malo que haya oído nuestra conversación…
Guiche cogió a Saito fuera de guardia y se levantó.
-¡Su Alteza! ¡Por favor desígneme a mí, Guiche de Gramont, para cumplir esta difícil misión a toda costa!
-¿Tú?
-Tú te vas a dormir- Saito barrió las piernas de Guiche y este cayó sordamente.
-¡Déjame unírmeles!- aulló Guiche mientras colapsaba.
-¿Por qué?
El rostro de Guiche se puso rojo.
-Quiero serle útil a Su Alteza…
-¿Estás, estás enamorado? ¿De la Princesa?- exclamó Saito, que percibía algo por la apariencia de Guiche.
-No digas tonterías. Estoy absolutamente dispuesto a serle útil a Su Alteza.
Sin embargo, el rostro de Guiche se encendía mientras decía esto. Por la mirada apasionada que le estaba dando a Henrietta, ciertamente estaba bajo su encanto.
-Pero tú tienes una novia. ¿Cómo se llamaba? Uh, Monmon-algo…
-Es Montmorency.
-¿Entonces qué pasa?
Guiche permaneció en silencio. Oh, ya veo, pensó Saito.
-¿Te cortó? Te cortó, apuesto, ¿no?
-¡C-Cállate! ¡Todo es tu culpa!
Era sobre el perfume en el salón donde comían. Cuando fue descubierto engañando a dos, Guiche terminó chorreando vino por la cabeza, cortesía de Montmorency.
-¿Gramont? ¿Eres algo del General Gramont?- Henrietta tornó sus ojos hacia el rostro ausente de Guiche.
-Soy su hijo, Su Alteza- Guiche se levantó y dio una pronunciada reverencia.
-¿También dices que es tu deseo ayudarme?
-Sería una inesperada bendición para mí si me vuelvo parte de esta misión.
Henrietta sonrió a Guiche con una expresión entusiasta.
-Gracias. Tu padre es un gran y valiente noble. Parece que has heredado bien su sangre. Entonces, por favor, ¿ayudará a esta desafortunada Princesa, joven Guiche?
-¡Su Alteza a pronunciado mi nombre! ¡Su Alteza! ¡La flor más amada de Tristain ha dirigido su sonrisa de rosa hacia mí!- exclamó Guiche, sintiendo tal emoción que cayó hacia atrás, desmayado.
-¿Está bien?
Saito golpeó con los dedos a Guiche. Louise no prestaba atención al disturbio y habló muy seria:
-Bien, entonces, partiremos mañana hacia Albión.
-Hemos oído que el Príncipe Wales ha levantado un campamento en algún lugar alrededor de Newcastle, en Albión.
-Entendido. He viajado por Albión con mis hermanas antes, así que estoy familiarizada con la geografía.
-Será un viaje peligroso. Si los nobles de Albión los descubren en la misión, harán todo lo que esté a su alcance para quitarlos del camino.
Henrietta se sentó en el escritorio y, usando una pluma y algo de pergamino, escribió una carta. Henrietta leyó silenciosamente lo que había escrito antes de sacudir la cabeza tristemente.-¿Princesa? ¿Qué sucede?- preguntó Louise, pensando que algo pasaba.
-N-No es nada…- dijo Henrietta, sonrojándose. Dio un asentimiento con la cabeza, como si hubiera decidido algo, y agregó una nueva línea al final. Luego, murmuró en una voz suave-. Fundador Brimir, por favor perdona a esta princesa egoísta. A pesar de que mi país esté en desgracia, no puedo evitar escribir esta sola línea… No puedo mentir sobre mis propios sentimientos…



La expresión de Henrietta la hacía parecer como si acabara de escribir una carta de amor y no un mensaje secreto. Louise no pudo decir nada más y simplemente miró a Henrietta en silencio. La Princesa enrolló la carta que había escrito. Sacudió su báculo.
De la nada, apareció una marca de cera en la carta enrollada, y un sello se presionó contra ella. Luego, Henrietta le tendió la carta a Louise.
-Cuando te encuentres con el Príncipe de la Corona Wales, por favor entrégale esta carta. Él debe devolver la carta en cuestión inmediatamente.
Después de eso, Henrietta se quitó un anillo del dedo anular de su mano derecha y se lo dio a Louise.
-Éste es un Rubí de Agua. Mi madre me lo dio. Se supone que debe funcionar como un amuleto de buena suerte, por lo menos. Si tienen algún inconveniente con el dinero, les suplico que lo vendan para obtener algunos fondos para el viaje.
Louise inclinó la cabeza en silencio.
-Esta misión es por el futuro de Tristain. Por eso, el anillo de mi madre los protegerá de los violentos vientos que soplan en Albión.



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[1] Teriyaki es una técnica de cocción de la cocina japonesa en la cual los alimentos son asados en un adobo de salsa de soya dulce. La palabra teriyaki deriva de la palabra teri, que se refiere al brillo que le da la salsa, y yaki, que se refiere al método de cocinarla (asado).
[2] Yagoto es una estación de trenes en Shōwa, Nagoya, la cuarta ciudad más grande de Japón.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Volumen II - Capítulo II

Capítulo II
La Tristeza de Su Majestad
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Mañana.
Los compañeros de clase de Louise la miraron sorprendidos mientras entraba. Debía ser porque iba arrastrando tras ella un ser golpeado, encadenado y asegurado. Su rostro emitía un aura extremadamente peligrosa y su limpia frente se curvaba en ira.
Fue directo a sentarse.
-Eh… Louise, ¿qué es lo que llevas ahí?- le preguntó Montmorency la Fragancia con la boca abierta.
-Mi familiar.
-Oh, cierto… recién le encuentro forma- asintió Montmorency. A pesar de los grandes moretones y la sangre seca en su cara, uno podría definitivamente reconocer que eso era Saito.
Su cabeza estaba encerrada con sus manos, y era llevado como un saco de basura.
-¿Qué fue lo que hizo?
-Se coló en mi cama.
-¡OH!- exageró Montmorency su sorpresa, jugando con su ondulado cabello-. ¡Vulgar! Ay, colarse en la cama es tan… ¡Oh! ¡Sucio! ¡Impuro! ¡Muy sucio!- empezó a morder su pañuelo, mientras murmuraba cosas sobre reputación y ancestros y cosas por el estilo.
Agitando su cabello rojo encendido, Kirche entró al salón de clases y se quedó mirando a Louise.
-Debe ser tu seducción, ¿no, Louise? Tú, sucia y tramposa Louise sedujiste a Saito como una puta, ¿no?
-¿Quién es la sucia aquí? ¿No eres tú? ¡De ninguna manera lo seduciría!
-Ay… así todo golpeado… pobre chico… déjame curarte- Kirche abrazó la cabeza de Saito. Sus grandes pechos casi lo sofocaban, pero no ofreció resistencia; al contrario, le encantó aquel repentino suceso.
-¡Ouch! ¡Ouch! ¡Ouch!
-¿Estás bien? ¿Dónde te duele? Te curare con un hechizo.
-Deja de mentirle- dijo Louise indignada-. No puedes usar hechizo de curación tipo agua. El tipo de tus runas es ‘Fuego’, como en fogosa. Anda, refréscalo un poquito.
-Es Fuego Sutil. Fuego Sutil. No sabía que también eras Zero por tu memoria- Kirche miro hacia el pecho de Louise-. ¡Parece que el nombre ‘Zero’ no es sólo para tus pechos y tu magia!
La cara de Louise se puso roja en un instante. Sin embargo, se rió fríamente, mordiéndose el labio.
-¿Por qué tengo que ofenderme por lo que dice alguien que sólo puede fanfarronear de sus pechos? ¿Estás diciendo que una mujer vale por el tamaño de sus senos? ¡Ésa sí que es una manera asquerosa de pensar! Tu cerebro debe estar vacío o algo… todos los nutrientes se fueron a tus p-pechos. Tu cerebro debe… d-debe e-estar vacío…
Por más que trató de aparentar tranquilidad, su voz le temblaba. Parecía que le habían hecho una gran ofensa personal.
-La voz te tiembla, Vallière- dijo Kirche gentilmente. Alzó el cuerpo de Saito, lleno de heridas y moretones, y tocó su cara con su pecho-. ¡Oh, querido! ¿Piensas que Kirche Pechos-Grandes es estúpida?
-N-no… ¡Eres muy inteligente!- Saito estaba en éxtasis con la cabeza entre los pechos de Kirche.
La ceja de Louise se alzó y, ferozmente, ella tiró de la cadena que tenía en la mano.
-¡Tú vienes aquí, Saito!
Saito, con la cabeza, las muñecas y todo el cuerpo atados, cayó bruscamente en el piso. Louise se paró atrás de él y le habló duramente.
-¿Quién te dio permiso para hablar en humano? Se supone que debas decir ‘woof’, perro.
-Woof. Sí, ama- replicó Saito muy bajo.
-Perro estúpido. ¡Hazlo de nuevo! ¿Cuando quieras decir ‘sí’, qué vas a decir?
-¡Woof!
-¡Exacto! Dices ‘woof’ una vez. ¿Y cuando quieras decir ‘Entiendo, ama’?
-¡Woof, woof!
-¡Correcto! Dices ‘woof’ dos veces. ¿Y para ‘Quiero ir al baño’?
-¡Woof, woof, woof!
-¡Muy bien! Dices ‘woof’ tres veces. Ese es un muy buen vocabulario, incluso para un perro estúpido. Así que no tienes que decir nada más, ¿entendido?
-Woof…
-¡Un querido woofeante sigue siendo lindo!- dijo Kirche, acariciando el mentón de Saito-. Oh… puedes venir a mi cama esta noche. ¿Qué dices? Puedo dejar que ‘woof woof’ lama un montón de lugares que le gustarán…
Saito saltó sobre sus rodillas, meneando la cola, que era una escoba que Louise había atado a su espalda la noche anterior. Incluso tenía orejas hechas de harapos en su cabeza.
-¡Woof! ¡Woof! ¡Woof, woof!
Louise jaló con fuerza la cadena hacia sí.
-¡Tú, pequeño…!- dijo amarga, y se paró sobre él.
-¿Acaso no dije ‘woof’ como querías que haga?- Saito ya había tenido suficiente. Se paró con una cara de ahora te daré tu lección y caminó hacia Louise. Todo lo que tuvo que hacer Louise fue enredar sus piernas con la cadena, y Saito cayó con un ruido sonoro.
-No tienes ninguna diferencia con los perros en sus estados pasionales. No solamente le moviste la cola a una mujer Zerbst, sino que también trataste de atacar a tu propia ama. Despreciable. Muy, muy, muy, muy mal hecho- Louise cogió el látigo de su mochila y empezó a pegarle vigorosamente a saito con él.
-¡Ouch! ¡Para! ¡Para! ¡PARA!
Con el cuerpo atado, Saito sólo podía rodar por el piso.
-¿Ouch? ¿No es ‘woof’? ¡Es ‘woof’! ¡Todos los perros dicen ‘woof’!
El sonido de los latigazos retumbaba a través del Salón de Lectura. El cabello de Louise se agitaba mientras daba caza a Saito, quien trataba de huir gateando, y lo azotaba continuamente. Saito hacía quejosos ‘woof’s cuando le caía un golpe. Nadie que lo viese así creería que era él el Legendario Familiar.





Los estudiantes en el salón de clase veían esta escena tan vergonzosa, preguntándose si era en verdad él quien había vencido a Guiche el Bronce y si en realidad había capturado a Fouquet la Tierra Desmoronadora.
¡CRACK! ¡CRACK!
Los estudiantes veían sin decir nada cómo Louise le pegaba a Saito. Louise, que tenía toda su atención puesta en azotar a Saito, recién se dio cuenta de que todos la estaban mirando, y su cara se puso roja. Guardó el látigo precipitadamente y se cogió las muñecas.
-¡L-La disciplina terminó!
Los estudiantes, horrorizados por la escena, se voltearon. Sabemos qué es disciplina, pero eso…
-¿No eres tú la ‘caliente’, Vallière?- dijo Kirche aburrida.
Louise la fulminó con la mirada. Saito, con un continuo dolor y heridas, se desmayó y simplemente cayó en el piso, como sin vida. La puerta del profesor se abrió, y apareció el Profesor Kaita. Los estudiantes se sentaron.
El Profesor Kaita era el que había regañado a la Profesora Chevreuse por haberse quedado dormida durante el incidente de Fouquet, y al que Osmond había dicho que era muy fácil de molestar. Cabello largo negro azabache, y una capa muy oscura; cada movimiento suyo daba una sensación poco amistosa e inconfortable. A pesar de ser joven, su trato antipático y su mirada fría le otorgaron una mala reputación por parte de los estudiantes.
-Comencemos con la clase. Como todos saben, el nombre de mi Runa es Ráfaga. Kaita el Ráfaga- fue envuelto con miradas atónitas y, satisfecho por eso, continuó:-. ¿Sabe usted, Señorita Zerbst, cuál es el elemento más poderoso?
-¿El del Vacío?
-No estoy preguntando cosas de leyendas. Quiero cosas reales.
-Entonces tiene que ser el elemento del Fuego, Profesor Kaita- añadió Kirche con confidencia.
-¡Oh! ¿Por qué cree eso?
-El calor y la pasión pueden quemar cualquier cosa y todo, ¿o no?
-Me temo que no es así- dijo Kaita, sacando su varita de la cintura-. Vamos a intentarlo. Atáqueme con su mejor ataque elemental de fuego.
Kirche se paró, sorprendida. ¿Qué está haciendo este maestro?
-¿Qué sucede? Me parece que usted trabaja mejor con hechizos de fuego, ¿me equivoco?- desafió Kaita.
-No va a ser una simple quemadura- guiñó Kirche.
-No hay problema. Déme su mejor tiro. ¿No me diga que el color llameante del cabello de los Zerbst es sólo cuestión de estilo?
La usual sonrisa enérgica de Kirche desapareció. Retiró su varita de su escote; su cabello largo, feroz, carmesí, las puntas moviéndose, crepitando como si erupcionasen flamas de él. Agitó su varita y de su estirada mano derecha apareció una pequeña bola de fuego. Mientras Kirche recitaba el hechizo, la bola de fuego se expandía, convirtiéndose en una gran esfera de fuego de un metro de diámetro. Los estudiantes se escondieron bajo sus pupitres, asustados. Kirche giró sus muñecas y las revolvió hacia su pecho, liberando la bola de fuego.
Parecía que Kaita no iba a tratar de esquivar la gigantesca bola de fuego que se dirigía hacia él. Alzó su varita e hizo una serie de florituras, como si se tratase de una espada. Un viento feroz comenzó de pronto, e instantáneamente dispersó la enrome bola de fuego. Incluso derribó a Kirche, que se encontraba lejos al otro lado de la habitación.
-A todos les digo ahora por qué es el Viento el elemento más poderoso. Es muy simple. El Viento puede esparcir todo. Fuego, agua, y tierra; ninguno puede hacer nada contra vientos suficientemente fuertes- anunció enérgicamente Kaita-. Desafortunadamente, la realidad no me permite experimentar esto, pero incluso el Vacío no podría resistirlo. Ése es el Elemento Viento.
Kirche se paró, contrariada, y cruzó los brazos. Kaita no le prestó atención y continuó hablando:
-El invisible viento será el escudo que los proteja a todos y, si es necesario, la lanza que atravesará a sus enemigos- alzó su varita y gritó a la vez que lanzaba el conjuro-. ¡YOBIKISUTA DERU WUYINDE…[1]!
Sin embargo, en ese preciso momento, la puerta del aula se abrió, y un nervioso Colbert entró. Estaba vestido extraño, con una peluca grande y dorada sobre su cabeza. En una observación más detallada, su traje tenía los más intrincados bordes y decorados. Todos se preguntaron qué hacía vestido de esa forma.
-¿Profesor Colbert?- Kaita alzó una ceja.
-Eh… siento interrumpirlo, Profesor Kaita.
-Estamos en clase- replicó tercamente Kaita, mirando fijamente a Colbert.
-A partir de ahora, las clases de hoy están canceladas- anunció Colbert severamente. Hubo una ovación por parte de los estudiantes. Para hacerlos callar, Colbert agitó ambos brazos y continuó-. Tengo algo de anunciarles a todos- Colbert inclinó exageradamente la cabeza hacia atrás, y la peluca se resbaló hasta el piso.
La tensión que Kaita había originado se rompió a medida que las risotadas invadían el aula.
-Brillante- dijo de repente Tabitha, que se sentaba al frente, señalando la cabeza calva de Colbert.
Las risas se hicieron más fuertes.
-Realmente puedes decir algo bueno cuando hablas sólo un ratito- rió Kirche mientras palmeaba el hombro de Tabitha.
-¡Silencio!- gritó Colbert, ruborizado-. Solamente los plebeyos se ríen de una manera tan escandalosa. Los nobles sólo ríen disimuladamente con las cabezas hacia abajo, incluso cuando encuentran algo muy gracioso. De otra forma, la Corte Real cuestionará los resultados en la educación de nuestra escuela.
Finalmente la clase se quedó en silencio.
-Muy bien, todos. Hoy sería el día más importante para la Academia de Magia de Tristain. Hoy es el cumpleaños de nuestro gran Fundador Brimir, un día muy festivo- el rostro de Colbert se puso serio y colocó sus manos tras su espalda-. Es muy probable que la hija de Su Majestad, la hermosa flor que nosotros los Tristainianos podemos presumir ante todo Halkeginia, la Princesa Henrietta, vaya a pasar, para nuestra gran suerte, por aquí en su viaje de visita a Germania.
El salón se llenó de susurros y cuchicheos.
-Por lo tanto, no debemos permitir que algún estudiante flojee. Como son noticias repentinas, ya hemos comenzado los preparativos para recibirla como mejor podamos. Debido a esto, las clases de hoy serán canceladas. Todos los estudiantes, por favor, vístanse con formalmente y reúnanse en la entrada- dijo Colbert. Los estudiantes asintieron ansiosamente a la vez. Colbert asintió también y anunció fuertemente:-. Ésta es una oportunidad excelente para que Su Majestad, la Princesa, sepa que todos han madurado como nobles modelos. Todos prepárense de la mejor manera para que Su Majestad sea testigo de esto. ¡Se pueden retirar!

***

Cuatro corceles con cascos doradas guiaban el carruaje silenciosamente hacia la Academia de Magia. El carruaje estaba exquisitamente adornado con esculturas de oro, plata y platino. Esas esculturas eran los Sellos Reales. Uno de ellos, un unicornio con un báculo de cristal cruzado, señalaba que el carruaje pertenecía a Su Majestad, la Princesa.
Si uno miraba con más detenimiento, podía ver que los sementales que conducían el carruaje no eran corceles comunes. Eran unicornios, como el del Sello Real. Unicornios que, según los mitos, sólo permitían a las doncellas más puras montarlos. Eran los indicados para guiar el carruaje de la Princesa.
Las ventanas del carruaje tenían bordes enredados y cortinas, como si prohibiesen las miradas desde fuera. Atrás del carruaje de la Princesa estaba el Duque Marchinelli, quien había mantenido rígida la autoridad política desde la muerte de Su Majestad el Rey. Su esplendor de su carruaje no perdía ante el de Su Majestad la Reina. De hecho, el suyo estaba incluso más embellecido. La diferencia de estos dos carruajes en el camino mostraba claramente quién tenía actualmente mayor autoridad en Tristain.
Rodeando los dos carruajes estaba la Guardia Real, una sección de magos guardianes. Compuesta en su mayoría por prominentes familias de nobles, la Guardia Real Mágica era el orgullo de todos los nobles del país. Todos los nobles hombres soñaban con vestir la capa negra de la Guardia Real Mágica, y todas las mujeres nobles soñaban con ser sus esposas. La Guardia Real de Tristain era su símbolo de prosperidad.
El camino estaba lleno de flores, y los plebeyos ovacionaban a la Princesa desde la carretera.
-¡Larga vida a Tristain! ¡Larga vida a la Princesa Henrietta!- se oía cada vez que el carruaje pasaba junto a ellos.
-¡Larga vida al Duque Marchinelli!- se escuchaba incluso a veces, pero eran ecos en comparación con los que gritaban a la Princesa. Se rumoreaba que él tenía sangre plebeya, por lo que no era muy bien considerado, pero algunos afirmaban que sólo lo decían por envidia a su puesto.
Los gritos se hicieron más fuerte cuando las cortinas del carruaje se abrieron y la multitud pudo ver a la Princesa. Y ella también devolvía una gran sonrisa a la gente.

***

Henrietta cerró las cortina t dio un profundo suspiro, mientras la sonrisa de rosa que había dado a la multitud desaparecía. Todo lo que quedaba era una profunda nostalgia y una aflicción no acordes con su edad. La Princesa tenía diecisiete años. Con una figura esbelta, brillantes ojos azules, y una nariz recta, era una belleza que acaparaba todas las miradas. Sus finos dedos jugaban con el báculo de cristal. Poseyendo Sangre Real, ella era, por supuesto, una maga.
Ni los aplausos por el camino, ni las flores volando en el aire, podían animarla. Ella parecía mantener profundas angustias políticas y sentimentales.
Sentado junta a ella, Marchinelli la miraba mientras jugaba con su barba. Llevaba un sombrero como los de los sacerdote y traje formal gris. Era un hombre delgado y delicado de cuarenta y tantos años. Su cabello y su barba ya crecían blancos, y sus dedos lucían esqueléticos, haciéndolo parecer mucho mayor de lo que era. Desde que Su Majestad el Rey había muerto, su rígida dirección en las relaciones exteriores y las políticas internas lo había envejecido considerablemente.
Había bajado de su carruaje y ahora estaba en el de la Princesa. Quería hablar de política, pero la Princesa sólo suspiraba y no le prestaba atención.
-Ésta es la treceava vez en este día, Su Majestad- hizo notar Marchinelli, molesto y preocupado.
-¿Qué cosa?
-Los suspiros. Los de la realeza no deberían hacer esos frente a sus subordinados todo el tiempo.
-¿Qué? ¿Realeza?- Henrietta estaba consternada-. ¿No eres tú el Rey de Tristain? ¿No está Su Alteza al tanto de los rumores en las calles?
-No lo estoy- respondió Marchinelli indiferentemente. Estaba mintiendo.
Él sabía todo lo que sucedía en Tristain, incluso en todo Halkeginia, hasta la cantidad de escamas de los dragones que vivían en los volcanes. Él sabía todo al respecto. Simplemente pretendía que no.
-Déjeme decirle algo, entonces. La Familia Real tendrá belleza, pero no su báculo. Duque, es usted el que ase el báculo. Huesos de pájaro vistiendo un sombrero gris…
-Por favor, no hable de los rumores de los plebeyos tan abiertamente…- parpadeó Marchinelli. Parecía que las palabras ‘huesos de pájaro’ le doliesen provenientes de la Princesa.
-¿Por qué no? Son sólo rumores. Me casaré con el Rey de Germania, como usted me ha dicho.
-No podemos evitar eso. Una alianza con Germania es extremadamente importante para Tristain- dijo Marchinelli.
-Eso lo sé.
-¿Su Majestad entiende la rebelión que se está llevando a cabo en el País Blanco de Albión bajo la dirección de esos idiotas? Esa gente parece no poder tolerar la existencia de la Realeza en Halkeginia- dijo Marchinelli, frunciendo el ceño-. ¡Irrespetuosos! ¡Imbéciles sin refinar! ¡Tratan de colgar al pobre Príncipe! Incluso si el mundo entero puede perdonar tales acciones, el Fundador Brimir no lo hará. Yo no los perdonaría. Verdaderamente…
»Sin embargo, la nobleza de Albión ha sobrepasado el poder. La Familia Royal Albiónica no sobrevivirá hasta mañana. Una de las tres Realezas conferidas por el Fundador Brimir va a caer, así de simple. Eh… los países que no pueden solucionar sus propios conflictos internos no tienen derecho a existir.
-La Familia Real Albiónica no es como la Germaniana. Todos ellos son mis parientes. No tienes ningún derecho a hablar así, ni siendo Duque.
-Mis sinceras disculpas. Le pediré perdón al Fundador Brimir antes de irme a dormir esta noche. Pero todo lo que le he dicho, Su Majestad, es la verdad.
Henrietta sólo sacudió la cabeza tristemente. Incluso un gesto como ese resaltaba su belleza.
-Lo que se dice es que esos estúpidos nobles Albiónicos tienen la desfachatez de declarar cómo van a unificar todo Halkeginia. Ciertamente, parece que esa gente va a tener en la mira a Tristain después de eliminar su realeza. Si eso en verdad sucede, será muy tarde si no tomamos las previsiones desde ahora- explicó severamente Marchinelli a Henrietta, quien miraba fuera por la ventana, pretendiendo no prestar atención-. Leer sobre las acciones de los oponentes y contrarrestarlas en la primera oportunidad disponible es política de verdad, Su Majestad. Su podemos crear una alianza con Germania, podemos crear un convenio para neutralizar el nuevo gobierno Albiónico, y asegurar así la supervivencia de este pequeño país.
Henrietta volvió a suspirar. Marchinelli abrió la cortina y miró el exterior, encontrándose la sombra de su orgullo. Un noble joven de rostro como para quitar el aliento, con un sombrero de pluma y una larga barba, marchaba con la comitiva. Una medalla de un grifo sujetaba su capa negra, y una mirada a su montura señalaba por qué. Tenía la cabeza, las alas y las zarpas de águila; pero el cuerpo y las piernas eran de león.
Un grifo.
Este hombre era el líder de una de las tres divisiones de los Guardia Mágica, los Caballeros Grifo, el Capitán Lord Wardes. Su división era la más memorable de la Guardia Mágica entera, y especialmente para Marchinelli. Ejerciendo una formidable destreza con la magia, la Guardia Mágica estaba organizada a través de pruebas extremamente selectivas entre los nobles, y cada miembro montaba una bestia mágica, de acuerdo al nombre de su división. Eran los símbolos de miedo y orgullo de los Tristainianos.
-¿Me llamó, Su Alteza?- los ojos de Wardes brillaron y se acercó a la ventana del carruaje sobre su grifo. La ventana se abrió, despacio.
Marchinelli sacó la cabeza.
-Wardes, Su Majestad se siente deprimida. ¿Puedes conseguir algo para animarla?
-Entendido- asintió Wardes. Observó el camino con la mirada de un águila.
Rápidamente, encontró una pequeña sección de la calle, e hizo descansar a su grifo ahí. Sacando su báculo de la cintura, recitó un encantamiento, y lo movió enérgicamente. Un pequeño torbellino se levantó del suelo, recolectando los pétalos esparcidos por el suelo en las manos de Wardes. Regresó al carruaje con el bouquet y se lo presentó a Marchinelli.
-¿Podría, Capitán, entregárselo usted mismo a Su Majestad?- sugirió Marchinelli, cogiéndose la barba.
-Sería un gran honor- saludó Wardes, y fue hacia el otro lado del carruaje. La ventana se abrió lentamente. Henrietta extendió su mano para recibirlo, y le enseñó su mano izquierda. Wardes la sostuvo emotivamente y la besó con suavidad.




-¿Cuál es su nombre?- preguntó Henrietta, aún un poco disgustada.
-Lord Wardes, líder de los Caballeros Grifo, Guardia Mágico de Su Majestad- respondió, inclinando la cabeza.
-Un modelo de nobleza. Muy amable de tu parte.
-Soy solamente un siervo de Su Majestad.
-Últimamente hay pocos nobles que dirían eso. Cuando el Abuelo aún vivía, oh… bajo el gran reinado de Philippe III, esa maravillosa caballerosidad era propia de toda la nobleza.
-Son tiempo triste ahora, Su Majestad.
-¿Puedo contar con tu sinceridad cuando vuelva a esos tiempos tristes?
-No importa cuando suceda, no importa donde esté, en batallas o en los cielos, no importa lo que tenga que dejar atrás, correré para servir a Su Majestad.
Henrietta asintió. Wardes la saludó una vez más y dejó el lado del carruaje.
-¿Ese noble está capacitado?- preguntó la Princesa a Marchinelli.
-Lord Wardes. El nombre de su runa es ‘Relámpago’. Incluso hay poca gente en el País Blanco que pueda ser rival contra él.
-Wardes… Me parece haber oído de ese lugar antes.
-Creo que está cerca a las tierras de Lord Vallière.
-¿Vallière?- Henrietta comenzó a recordar y asintió. Ese nombre se encontraba en su destino, la Academia de Magia-. ¿Sabe usted el nombre del noble que capturó a Fouquet la Tierra Desmoronadora, Duque?
-Me temo que no.
-¿Pero no va a nombrarlos Caballeros?- Henrietta estaba sorprendida.
-Creo que ya es tiempo de cambiar las reglas de los nombramientos. Uno necesita servir en la armada para merecerlo. ¿Cómo se puede entregar tan fácilmente el título de Caballero por arrestar un bandido? Por otro lado, parece que pronto pelearemos contra Albión al lado de Germania, y no sería una buena idea perder la lealtad de nuestros nobles por celos.
-Ha tomado muchas dediciones sin que yo lo sepa.
Marchinelli no respondió. Empezando a murmurar, Henrietta recordó que el nombre Vallière estaba entre los nobles que capturaron a Fouquet. Todo irá bien, pensó, y se calmó.
-Su Majestad- dijo Marchinelli mirando a la Princesa-, parece que hay un poco de… inestabilidad entre la Corte Real y parte de la nobleza- Henrietta tembló-. Algo sobre intervenir en el casamiento de la Princesa y destruir nuestra alianza con Germania- sudor frío corrió por la frente de Henrietta-. ¿Ha estado exponiéndose a ellos, Su Majestad?
-No…- respondió molesta Henrietta, luego de un largo silencio.
-Tomaré la palabra de Su Majestad, entonces.
-Yo soy la Princesa. Yo no miento- Henrietta dio un suspiro de alivio.
-Es la catorceava vez, Su Majestad…
-Es sólo algo en mi mente. Todo lo que puedo hacer ahora es suspirar.
-Como miembro de la realeza, la estabilidad de su país está antes que sus sentimientos.
-Siempre esa así- respondió Henrietta apáticamente. Miró las flores que tenía en sus manos y agregó, abatida-. ¿No son las flores en el camino una bendición, Duque?
-Lo que sé es que la persona a la que se entrega la flor, es la bendición de la flor.

***

Mientras la Princesa cruzaba las puertas de la Academia, varias filas de estudiantes alzaron sus báculos a la vez, silenciosos y serios. Después de las puertas principales se encontraban las puertas a la torre central. Osmond esperaba ahí a recibir a la Princesa. Cuando los carruajes pararon, los sirvientes se apresuraron a colocar una alfombra roja en la puerta. Los guardias anunciaron su llegada.
-¡La Princesa del Reino de Tristain, la Princesa Henrietta, ha llegado!
El primero en salir, sin embargo, fue el Duque Marchinelli.
Los estudiantes gruñeron, pero Marchinelli no les prestó atención, y se paró a lado del carruaje, cogiendo la mano de la Princesa mientras ella descendía. Finalmente los estudiantes aplaudieron. Una sonrisa jovial y florida apareció en el rostro de la Princesa cuando se volvió elegantemente.
-¿Esa es la Princesa de Tristain?- murmuró Kirche-. Yo luzco mejor que ella. Oh, querido mío, ¿quién crees que es más hermosa?
Se volvió hacia Saito, fuertemente encadenado y recostado sobre el suelo.
-¡Woof!
-¡No puedo entenderte si sólo dice ‘woof’! ¿Quién es?
Saito miró hacia Louise, quien miraba a su vez atentamente a la Princesa. Si pudiese siempre estar así de callada, sería pura y grandemente bella. No importaba cuánto se molestara, cuán mal lo tratara, incluso si lo trataba como un perro, esa delicada visión de ella y esa apariencia impactante ponían a Saito en un trance.
Louise se puso colorada repentinamente. Saito la vio. ¿De qué se trataba? Se volvió hacia lo que sea que ella estaba viendo. Era un noble apuesto con sombrero, montado sobre una bestia mágica con cabeza de águila y cuerpo de león. Louise lo miraba cautivada.
Saito lo encontró extraño. Ese noble parece ser un buen tipo, pero no hay ninguna razón para mirarlo tan profundamente ni mucho menos sonrojarse. ¿O estaré celoso?, pensó. No, no puede ser. No tengo ese tipo de relación con Louise, se rebatió él mismo.
No importa, pensó Saito. Aún tengo a Kirche. Una morena con un escote bien dotado. Una belleza apasionada. Si resulta ser así, Kirche no estaría para nada mal, pensó emocionadamente. Pero Kirche también estaba sonrojándose viendo al noble. Saito bajó la cabeza, sintiendo de pronto todo el peso de las cadenas sobre él llevarlo al piso. Tabitha simplemente leía su libro, como si la llegada de la Princesa no tuviese importancia para ella.
-Y tú sigues así- le dijo a Tabitha.
Ella alzó la cabeza y miró a Louise y Kirche, volvió a mirar a Saito y solamente murmuró:
-Sólo tres días.

***

Esa noche…
Saito yacía en su cama de paja, mirando a Louise. Parecía que ella no podía calmarse. Se paraba un momento, y al siguiente se sentaba, preocupada por algo, mientras abrazaba su almohada, desde que vio al noble ese día. Después de eso, sin decir nada, regresó a su habitación como un fantasma y desde ahí había estado sentándose en su cama así.
-Estás… actuando extraño- dijo Saito, pero Louise no dio respuesta.
Se paró y se sacudió frente a sus ojos. Ella no reaccionó.
-Un poco muy extraña…- dijo, y jaló el cabello de Louise. Su cabello era muy delicado, muy suave; la clase de suavidad que si incluso se jala ligeramente se rompe.
Saito puso un poco de fuerza cuando jaló, pero ella todavía no reaccionaba. Lo mismo para cuando jaló sus mejillas.
-Hora de ponerse el pijama- dijo alegremente a Louise, alcanzando su blusa y desabotonándola despacio. Ahora ella sólo estaba en ropa interior. Pero todavía no se movía, como si estuviese hechizada.
Aburrido… ¿Qué pasa con ella? Cielos…, tosió Saito.
-Louise. De mi mundo proviene este arte llamado ‘masaje expande-senos’.
Saito lo hizo, por supuesto. Se sonrojó.
-Lo sobas así, y luego irán creciendo poco a poco. Se puede decir que es un tipo de magia- Saito extendió sus manos, como si fuese a abrazarla, y empezó a tocarle el trasero-. ¿Qué es esto? ¿Dónde están? ¿Por qué no están ahí? Oh… este es su trasero- y luego sacudió su cabeza a propósito-. ¡Cielos… me equivoqué! Ambas son planas, por eso.
Louise seguía sin moverse, ni siquiera ante este asqueroso acto de Saito.
-Yo… ¿qué estoy…? ¡Idiota! ¿Qué acabo de hacer?
Después de darse cuenta de eso, agitó su cabeza con fuerza y la golpeó con sus propias manos contra la cama. Se sintió deprimido. Sabía que como persona, ser gritado y regañado a veces era la gloria. Pero si sólo dolía si alguien decía algo, entonces era mejor no notarlo.
Justo cuando se estaba revolcando, alguien llamó a la puerta.
-¿Quién podrá ser?- le preguntó a Louise.
Los golpes eran ordenados. Empezaron con dos golpes largos y luego tres cortos. Louise despertó de su trance de pronto. Se puso sus ropas, se paró, y abrió la puerta.
Parada fuera había una chica, enteramente cubierta con un velo negro. Miró alrededor y luego entró, cerrando la puerta tras ella.
-¿Tú eres…?- Louise, impresionada, apenas podía hablar.
La chica hizo un gesto de ‘silencio’ con un dedo sobre su boca y sacó un báculo de su capa negra, moviéndolo suavemente mientras recitaba un hechizo corto. Un brillante polvo inundó la habitación.
-¿Un encantamiento silenciador?- preguntó Louise.
-Puede haber oídos y ojos extra alrededor- asintió la chica del velo.
Después de asegurarse de que la habitación no poseía ningún oído mágico ni ningún agujero para espiar, se quitó lentamente el velo.
Frente a ellos estaba la Princesa Henrietta.
Saito contuvo el aliento. Louise es muy bonita, pero la Princesa puede competir con ella en belleza, y encima con esa admirable elegancia.
Louise se dejó caer desesperadamente sobre sus rodillas. Saito no sabía qué hacer, y se quedó para, sin tener ninguna idea sobre lo que pasaba.
-Ha pasado mucho tiempo, Vallière- dijo gentilmente Henrietta.



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[1] Como es un hechizo, puede que no haya una traducción al inglés o al español. Aparentemente, Wuyinde tiene algo que ver con el Viento; mientras que Deru tiene que ver con aparecer, salir. Por otra parte, Yobikisuta, tiene que ver con aparecer, invocar, llamar.